


El presidente De Castro en el Hospital del Rey
Ahora ya solo es tiempo de reflexiones, porque todavía seguimos viviendo este final, este desmoronamiento por etapas, por días, por actos. Dentro de no muchas semanas todos será recuerdo u olvido de un sueño que transmutó en pesadilla, según cuentan los que estuvieron allí dentro, según muchos de los que lo vimos desde fuera. Importa el final e importa mucho, lo hemos escrito en otra ocasiones. Ya no es momento de defender a nadie, porque se van a emitir muchos juicios sobre lo sucedido en esta ciudad, pero tampoco de hacer leña alguna del árbol a punto de caer.
Eduardo de Castro es todavía el 5º Presidente de Melilla. Para la historia, para la ciudadanía, para los medios de comunicación, para casi cualquier ámbito, es el gran villano de esta historia política que ahora concluye, pero no es ni con mucho, el mayor responsable de la sucedido, ni el único, y casi podría decirse que los verdaderos y grandes culpables se están ocultando tras las cortinas.
Lo vimos ayer, en el que será uno de sus últimos actos públicos, en la despedida de Vicente Moga como responsable del Archivo Central de Melilla, y como director del Servicio de Publicaciones y de la Fundación Melilla Ciudad Monumental, en el antiguo Hospital del Rey. Los últimos galardonados por la Fundación fueron Jose Luis López Belmonte, José Martín Cano y Vanessa Martínez.
Es el único que está hablando y expresando opiniones de decepción y frustración ante la magnitud del desastre electoral, cosechado por el que fue considerado como «gobierno del cambio» y que acaba «perseguido por la Justicia» en algunas de sus áreas. Ante esta situación nadie está hablando, salvo él. El resto del gobierno calla, en una situación completamente insólita, sobre todo en la que respecta al partido que aspiraba a gobernar en solitario. No solo no ha hablado nadie, sino que tampoco han vuelto a convocar ruedas de prensa, ni a mostrarse en público. Estas borrando las cuentas oficiales de las redes sociales, y congelando y vaciando las que son personales. Los últimos mensajes existentes son del 26 de mayo, en aquellos que todavía las mantienen.
Así pue, el único que merece ser destacado en este final, es el Presidente Eduardo de Castro, que está dando la cara por «un gobierno ya inexistente» que va a ser borrado del mapa, y que no se ha ocultado cobardemente, como otros muchos. Como está escrito en La Conjuración de Catilina del escritor romano Salustio, al final mostró un valor digno de mejor causa.
Ya nadie se acuerda de Ignacio Velázquez, primer presidente de Melilla, ni de como acabó. Ya nadie se acuerda del voto al GIL, ni del regreso del lobo bajo las siglas de PPL (Populares en Libertad) ni de todos los que le secundaron, ni del enorme cansancio que existía en 2019, tras 19 años de gobierno del mismo Partido Popular, que ahora regresa para gobernar. En los finales se muestra también la verdadera condición humana y también en la generosidad con el vencido.
Aquí ha habido mucho mal, muchas esperanzas, frustradas en su conjunto, como el propio presidente ha reconocido. La derrota es muy amarga. Algunos se salvarán, aunque no todos. Detrás de su salida vendrán otras muchas. Desde este blog, el veredicto es de absolución, o no culpable, como les gusta decir en los Estados Unidos,.