El Gran Capitán y la joya menos conocida de Granada
¿Qué fue del Gran Capitán? Bajo la lápida con su nombre en el Real Monasterio de San Jerónimo en Granada no hay nada, o al menos nada que pertenezca a Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido con el apodo o sobrenombre del Gran Capitán.
La suerte de los poderosos es distinta a la del común de los mortales. No debemos pues compadecernos o lamentar que se les olvide, ni convertirlos en aquello que no fueron. Ni enaltecerlos en demasía, ni tampoco denigrarlos, salvo que se deba ajustar sus figuras y hechos a la verdad histórica real, y no a la legendaria. En 1503, sus tropas infligieron dos grandes derrotas a las fuerzas francesas en Ceriñola y Garellano, que están directamente relacionadas con el saqueo de su tumba en 1812, por parte del general francés Horace Sebastiani, cuyas tropas usaron como cuartel y caballerizas el Real Monasterio de San Jerónimo, desde la ocupación en 1810. Conocedor de que en su escudo de armas figuraba la leyenda de «vencedor de franceses y turcos», decidió profanar la tumba del Gran Capitán (1453-1515) que había permanecido inalterada desde su enterramiento en la Capilla Mayor, recién iniciada la segunda mitad del siglo XVI, tras ser trasladado desde su primer enterramiento en el convento de San Francisco en 1552.
Las guerras y las revoluciones suponen la mayor amenaza posible para el mundo de Arte, las bibliotecas y los archivos. Todo se quema, se destruye y saquea con fines nada encomiables. Los revolucionaros franceses aniquilaron en Saint-Denis 51 tumbas de Reyes de Francia y redujeron a polvo doce siglos de historia. Esta es la otra gran característica de las guerras revolucionarias, la profanación de tumbas con fines reprobables en casi todos los casos. Aniquilada gran parte del patrimonio cultural y artístico de Francia en 1789, las tropas napoleónicas entraron en España en 1808 con «lista de bienes y tesoros culturales a expropiar». Las tropas era todo lo iconoclastas y crueles que suelen ser las tropas. Sin embargo, los Generales de Francia solían ser cultos e ilustrados por lo general, y eran perfectamente conocedores de lo que «robaban» (Monasterio de San lorenzo de El Escorial) y de lo que destruían, que fue mucho, como el Real Monasterio de San Jerónimo en Granada.
España tampoco es un país parco en guerra civiles, revoluciones y destrucciones de diversa índole, por lo que su patriminio se ha visto sensiblemente destruido y evaporado. La invasión francesa abrió la puerta al saqueo de una de los edificos más espléndidos de Granada, equivalente a la catedral en magnificencia, y digno de una tumba y enterramiento casi real, el del Gonzalo Fernández de Córdoba, cuya gloria y fama estaba solo por debajo de los Reyes Católicos Fernando e Isabel. El Gran Capitán fue Virrey de Nápoles durante una década, e inició su imborrable gloria y fama en la Guerra de Granada (1482-1492)
El triple saqueo de San Jerónimo y del Gran Capitán
La gloria infame del saqueo de su tumba y del monasterio es atribuible en casi su totalidad al general francés Horace Sebastiani en 1812, que abrió su sepulcro, quemó y esparció sus restos y llevándose su «calavera» como trofeo de guerra a Francia. ¿Es posible cotejar archivos franceses y buscar el paradero de esta relíquia?. Sería posible.
En 1835 llegó la Desamortización de Mendizabal, la exclaustración de los monjes y el abandono total del monasterio, que fue expoliado por los granadinos, según afirman todas las crónicas, a lo largo de las décadas siguientes. Si algo sobrevivió al saqueo y destrucción de las tropas napoleónicas, no subsistió al expolio sistemático postertior. Como en toda historia de reliquias sagradas, hoy en día existen 5 espadas auténticas del Gran Capitán, aunque la que más probablemente sea la auténtica, está en manos de la familia, o en una de sus ramas, la de los Duques de Sessa.
El infortunio final de los restos de Gonzalo Fernández de Córdoba llegaría con La Gloriosa, la revolución española de 1868. No se sabe porqué, los saqueadores volvieron a San Jerónimo, en busca de lo que pudiera quedar del Gran Capitán en el semiderruido edificio. Por demoler, los franceses tiraron abajo el torreón original, para construir un puente sobre el Genil con sus piedras.
El inicio del mito
Perdido todo, solo quedaba salvar la leyenda, y a esa labor se aplicaron a partir de 1950. No hay un solo retrato original de Fernández de Córdoba. Al desaparecer el cuerpo ni siquiera se sabe su complexión. Se le erigieron estatuas épicas, se bautizaron con su nombre decenas de calles, se rehabilitó y reconstruyó el monasterio, el más antiguo de los edificios de la Granada cristiana. Pese a todo, resulta ser unos de los más magníficos monumentos de la renovada capital del antiguo Reino Nazarí.
La restauración del actual edificio se debe al empeño de la monja jerónima Cristina de Arteaga, que puso toda su voluntad en esta labor, a partir de 1958.