José Luis Navarro, el escritor y sus palabras


Agradezco sus amables renglones, pero no creo que mi visión sirva de mucho, a usted y a otros ponentes de este muro. Entro en él porque ello me da ocasión de saberme parte de algo; porque es grato vérselas con gente inteligente y concienciada, cual sea su marco y bandera, y porque, como el poeta, pienso que la palabra es un arma cargada de futuro; futuro que se me cierra porque ya no hay tiempo. No hay más, créame. José Luis Navarro en El Alminar (2015)

El que escribe tiene una faceta pública que rebasa el propio ámbito individual y familiar. No se puede silenciar o poner sordina a la desaparición del escritor y militar José Luis Navarro, que aunó en su actividad personal las dos profesiones preferidas de Cervantes: Las armas y las letras. Además de sus dos profesiones, ambas vocacionales, fue un perseverante comentarista del Alminar, en el que dejó un legado de 383 comentarios. No hubo charco al que no saltase y desbordase con su fina ironía, sus medidas y precisas palabras y con su sabiduría. Porque era sobre todo un cuidadoso y meticuloso usuario del lenguaje. Decía exactamente lo que quería decir, aunque a veces se dejase llevar por su propio genio, característico de un escritor talentoso, prolífico, muy galardonado y exiguamente reconocido en la ciudad de sus desvelos, Melilla.

Él descendía hasta el Alminar desde su altura, puesto que estaba en un dimensión distinta, pero lo hacía porque conformaba un espacio, como dice su propia cita, en el que se sentía cómodo y a gusto, pese a que en ocasiones era necesario alternar la tijera de la poda con la pluma, dada la crudeza de algunas opiniones de otros participantes. A un escritor se le despide con sus propias palabras y textos, y ya luego cada uno lo despedirá como padre, esposo, amigo o como quiera y crea adecuado. José Luis Navarro era apreciado en su profesión militar, aunque eso le limitaba mucho, en su vocación literaria. Quizá por ello la primera para de su obra está dirigida hacia los cuentos juveniles, en los que era un maestro, o porque creía que esa es la edad y etapa en la que todavía es posible influir en los espíritus en formación. Tenía también algo de Séneca, y el Nerón al que intentaba educar era el mundo circundante.

De entre todos sus libros, que son muchos, el más ácido, el que condesa toda su crítica, mordacidad y auto afirmación de libertad es Políticos Sans Peine. Siempre pretendió afirmar sus veleidades anarquistas, pero sin sus excesos. Quizá puede ser entendido como un manual de supervivencia en el proceloso mundo de la política, en el que, como dijera la Epístola moral a Fabio: «las esperanzas cortesanas prisiones son do el ambicioso muere y donde al más astuto nacen canas. El que no las limare o las rompiere, ni el nombre de varón ha merecido, ni subir al honor que pretendiere». Ni era santo, ni nunca pretendió la devoción de nadie. En el Alminar nos complace haberle servido de alojamiento durante 5 años, hasta 2016, en el que voluntariamente dejó de escribir, pero nunca de leernos. Así lo afirmó en uno de sus últimos comentarios publicados: Nunca me he ido; allá en las semanas finales de 2015.

¿Mereció una despedida distinta? Quizá sí, algo más vistosa, más acompañada, pero en realidad era un solitario Quijote, papel ccn el que se sentía satisfecho, aunque pareció albergar alguna duda, que es la madre de cualquier sabiduría. En un debate sobre el cementerio de Melilla, dejó este profundo comentario: «Entiendo lo beato, en su acepción popular peyorativa, como un fundamentalismo más, y por ello, reprobable. En cambio, lo devoto, desde la creencia en Dios a las manifestaciones litúrgicas populares, es una piadosa manera de pensar y obrar. Por eso respeto y llego a meter pluma en aquellas entradas y comentarios, como es este, en las que se habla de esencias, presencias y sentimientos religiosos. Suerte tienen los que así piensan y obran porque la oscuridad no acaba con ellos«. Si algo le gustaba, y si a sus ojos era merecedor de ello, no dudaba en decirlo y en participar. Señalaba cualquier defecto, y no escatimaba elogios, o ambas cosas a la vez, como este comentario dirigido al autor de este blog, en un debate pasado sobre la casta y sus privilegios: «Demasiados, sí, visto la forma sesgada con la que abordas el problema. Nunca has sido objetivo en tus exposiciones ni ecuánime en tus respuestas; lo cual, mira, divierte lo suyo y a ti te hace encantador«.

José Luis Navarro Lara era su propio mundo, su propio universo en expansión. No cultivó, ni hay ejemplo que sepamos, de alguna poesía suya, pero ese pecado, de serlo, lo hemos cometido todos, el de escribir poesía. Ahora ya el escritor habita entre nosotros.

Aparte del ya mencionado, la obra literaria que puebla nuestras estanterías es nutrida: El último vuelo de Bill Barnes, Irina y un hombre enorme, El soldado incorrupto y otras soledades, Tavia de los sueños, Ángeles de arena, Un punto más que el diablo, Clotilde (caca de plata caga la vaca), Tragos de vicio.

Nota: La fotografía es del año 2010. Corresponde a la presentación de su novela El último vuelo de Bill Barnes, que recrea los últimos momentos de Virgilio Leret y Carlota O´Neill en el Atalayón, en julio de 1936. El acto fue organizado por la asociación Ateneo, presentado por su presidenta Mª Ángeles Sánchez, y contó con la participación de Carlota Leret.

A Julio Álvarez, compañero y exégeta


 

  El INE, Instituto Nacional de Estadística, es un organismo independiente, aunque integrado en la Administración. Vendría a ser como La Legión a las Fuerzas Armadas. Una vez que llegas al INE a nadie le importa tu vida anterior. Y al no existir movilidad paralela, pertenecemos a él desde el mismo Génesis. Al final no somos solo compañeros de trabajo, sino también amigos y hasta casi familia. En época electoral los turnos de trabajo alcanzan las 12 horas. Todos somos, todo el tiempo.

   Julio Pedro Álvarez Delgado llegó al INE primigenio en 1987, al proto INE, cuando estábamos en la calle Villegas. Pertenecias al consejo de redacción del Alminar. Tú leías cada artículo con deleite y me llamabas para comentarme cada palabra o expresión de doble filo y de triple intención. Por eso te ganaste ese papel, el de exégeta, que es el averigua cosas del propio texto , que  el propio autor ha escrito no ha reparado en ellas.

   En el INE existe una cadena de mando que nos esforzamos en mantener, pero eso no impedía que el delegado pudiera hacer paquetes, o cualquiera de nosotros actuar en otras atribuciones, como las casi dos décadas en las que te encargaste de la «gestión del censo electoral», porque no teníamos técnicos estadísticos suficientes en plantilla.

   Hemos pasado 36 años juntos, empezabamos a pensar en nuestras jubilaciones a medio plazo, si es que nos dejan. Pensábamos ya en las cosas que íbamos a decirnos, teníamos elaborado un calendario y de repente te has marchado sin que nos haya dado tiempo de despedirnos.

  ¿Qué será de nuestros desayunos de trabajo, de las mil cosas que rebuscaba para El Alminar, de tus chistes, de tu sentido del humor, de tus ganas de vivir que compartías con todos, de tus bromas? Ahora mismo no es posible recordar tanto acumulado en más de tres décadas de convivencia.

   Los años pasados en el edificio Parque, con Salvador, con Fernando, mi padre, con Pedro, con Begoña, con Jacinto y Bernardo. Y siempre el mismo grupo, el de los laborales, los obreros del Estado, los Clasificadores y los Encuestadores (Tú, Marga, Felipe, Carlos, Delia y yo)

   Cuando hicimos nuestro el himno del colegio de Arriba Hazaña, al que solo añadimos una palabra, la nuestra: INE amado, el hogar segundo, con afán alado de aspirar al cielo y dominar el mar.. Porque habíamos creado una realidad mágica. Vivíamos por y para el INE, sobre todo en elecciones.

  No, no pensábamos en despedirte así, sino en una de nuestras comidas navideñas o de jubilación, en las que ninguna era igual a otra, y que no se olvidaban nunca. Nos faltaba recorrer un tramo, el último, el decisivo. Prepararnos para los más grandes homenajes de despedida que hubiesen visto los tiempos, en esa frase que tanto nos gustaba: Hagamos una obra tal, que los que la vean nos tengan por locos.

  El final fue el traslado a la torre prometida, con las nuevas y nuevos: Api, Mar, Teresa, José, Manolo, Antonio, Anabel y los nuevos laborales, obreros administrativos: Elena, Carmen, Khalid, Matilde, Feliciana, Toni y Geles . Todos hemos dejado sangre, sudor y lágrimas en el INE

  Siempre vas a estar con nosotros, pero siempre te vamos a echar de menos. Al final todos somos contingentes. Que descanses en paz, Julio.

  

A Carlos Esquembri Hinojo


¿Qué consuelo nos queda en una sociedad humana como ésta, plagada de errores y penalidades, sino la lealtad no fingida y el mutuo afecto de los buenos y auténticos amigos? San Agustín, La ciudad de Dios

Hay amigos que son más que amigos, o lo son en un sentido pleno, y que son casi tanto como hermanos. En esta categoría se encontraba Carlos Esquembri desde mi llegada a Melilla en 1979, cuando formamos la pandilla del parque Hernández. Allí íbamos tarde tras tarde, sin faltar una, tras el fin de las clases del Instituto. Desde esos 18 años, Esquembri, quería ser marino y estudiar Ciencias del Mar en Cádiz, objetivo irrenunciable que mantuvo pese a los «locos y contrarios» consejos de todos los que éramos sus amigos. La Mar Océana era su pasión y a ella dedicó su vida. Primero en los petroleros con los que cruzó el mundo, desde Alejandreta (Turquía), hasta Nigeria y Sudamérica, hasta su regreso a Melilla, que era su otra pasión después del mar y el océano.

Estuvo casi una década en el Capitán Mayoral, barco perteneciente a la Compañía de Mar hasta el 2010, en el que fue dado de baja y enviado al desguace. Él formó parte de la tripulación civil contratada por el Ministerio de Defensa, para abastecer a los Peñones e Islas de soberanía española. Estar vinculado a la legendaria unidad que desembarcara en Melilla en 1497, le llenó de orgullo y satisfacción. Unos años antes, enterado del próximo cese de ese servicio marítimo, decidió preparar las oposiciones de Vigilancia Aduanera, como tripulante de embarcaciones y con la categoría de primer oficial de puente. Y si estaba satisfecho como su pertenencia a la legendaria unidad en la que llegaron los conquistadores de Melilla, su orgullo se hizo pleno cuando pasó a formar parte de los patrulleros de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria, en su lucha contra el narcotráfico y el contrabando. En esta actividad ha permanecido a lo largo de más de dos décadas. En el mundo de la mar abarcó todo cuanto le fue posible.

Amigo entrañable y melillense de talento

En el origen del Alminar estuvo él, que ya tenía su blog de Al Sur de Alborán, y que siempre me animó (y lo he escrito) a que creara mi propio blog. Carlos Esquembri coincidía plenamente con El Alminar y sus objetivos, aunque él, siempre tan prudente, se llevaba las manos a la cabeza cuando publicaba alguna de las más osadas opiniones e investigaciones publicadas aquí desde hace 12 años. «Un día volveré y del Alminar no quedarán ni los ladrillos», solía decirme. Pero él regresaba siempre y mi blog siempre estaba. Y así ha sido siempre hasta ayer, el funesto día 18 de marzo de 2023.

Porque la clave de todo, para nuestra amistad, para su familia, era que él siempre regresaba. La cena de rigor entre ambas parejas de amigos/as; en la que comentábamos todos los disparates y esperpentos sucedidos en Melilla durante sus ausencias, era esencial para la puesta al día y su actividad literaria. No solía darle excesiva importancia a sus arriesgadas persecuciones marítimas de narco embarcaciones, pese a que eran muy largas y exigentes. En algunas ocasiones atravesaron la línea del Ecuador o llegaban más allá de aquella zona en la que en los mapas antiguos se escribía: Hic sunt dracones (encontrarás dragones).

Y ha sido justo allí, a 750 millas marítimas de no se sabe dónde, en una persecución durísima, en un océano embravecido, con una narco tripulación que se resistió hasta el límite, en donde Carlos Esquembri Hinojo, 1er oficial de Vigilancia Aduanera, se encontró con el terrible dragón de la muerte, de modo heroico y defendiendo su divisa de Servidor del Estado, a bordo del Fulmar, el buque estrella de la Agencia Tributaria. Porque su muerte ha sido heroica y ahora espero que el Estado al que sirvió recompense y enaltezca su memoria, porque otra cosa ya no puede devolverle.

Barruntos

La última cena conjunta fue el pasado 4 de marzo, apenas hace dos semanas. En última intervención, en el mes de febrero, apresaron un carguero con 4500 kilos de cocaína. Las misiones eran cada vez más continuas, largas y arriesgadas. Se le notaba el cansancio y la preocupación. Solo disponían de dos patrulleros de altura, el Fulmar y el Petrel, y las tripulaciones justa para tan arriesgadas misiones. En el vídeo difundido por la propia Agencia Tributaria del último abordaje, se puede apreciar la peligrosidad del mismo. Para hacerlo debían abandonar el barco y embarcar en una lancha zodiac, que es la que dicen que ha volcado y que le ha costado la vida. El lunes 13 fue el último día en que lo vi y conversamos en las calles de Melilla. No me dijo en ningún momento que volvería a salir. Solían llamarle los martes.

Su faceta literaria y de investigación histórica

El tiempo que pasaba en Melilla lo dedicaba a su familia y a su ciudad. Tenía otro blog:https://melillaizquierda.blogspot.com/, y es autor de numerosos artículos de investigación histórica. Publicó un biografía del diputado por Melilla Carlos Echeguren, y una historia del sector pesquero melillense. Tenía publicados importantes trabajos sobre la Historia de Chafarinas y sobre el poblamiento del «campo exterior». Pertenecía a la Asociación de Estudios Melillenses.

El último viaje a Melilla

Las tripulaciones son como familias, eso me contaba. La supervivencia depende de la suma de cada uno de ellos, de su cohesión. Llevaban a un mes juntos en alta mar sin posibilidad de ir a ningún lado. El apoyo mutuo y el hacer vida familiar resultaba imprescindible. Su tripulación no ha querido dejarle en ningún lado. Lo traen sin interrupción desde ese más allá marítimo en el que navegaban, hasta Melilla, a la que llegarán (D.m.) en la tarde del miércoles 22. Luego ya se quedará con nosotros para siempre.

El rescatador del Rocío y del Cautivo


Sebastián García: In memoriam

Los primeros pasos en busca de la densa historia de la semana santa de Melilla me llevaron invariablemente hasta la casa de Sebastián García y Loli Arjonilla. Si alguien merecía que la calle en donde vivían llevase su nombre era esta singular y ya irrepetible pareja, porque le daban sentido colectivo a esta calle. La falta de reconocimiento en esta ciudad hacia alguno de sus personajes más representativos y que más han hecho por ella, empieza a ser un mal endémico. Es más, merecerían haber disfrutado de ese honor en su vida conjunta.

Solo el exdiputado melillense Antonio Gutiérrez Molina se ha atrevido a hacer una elegía post mortem u obituario, del que fuera hermano mayor de la Cofradía del Cautivo y de la virgen del Rocío, advocaciones a las que veneraba sin medida. Hablo de él porque es el que ha fallecido, pero en realidad eran ambos, en el mismo modo que lo eran Isabel y Fernando y su célebre Tanto monta, monta tanto. Esa otra frase que tanto repetimos de «hacer Melilla» cobra sentido en la actividad humana, social y vecinal de Sebastián García.

Su contribución a la recuperación y rescate de la semana santa melillense y de esta cofradía es fundamental, sin ningún matiz posible. Sin él, no hubiera sido posible, o la evolución de las cosas hubiese sido totalmente distinta. Sin embargo, el que Sebastián y Loli se encontrasen en un cuarto oscuro, allá por por 1983, con los restos abandonados de las dos imágenes más veneradas de Melilla, cambió la historia. Era el año 1983 y los pasos procesionales todavía no habían regresado a las calles, desde la prohibición eclesiástica de 1974. El miedo a los iconoclasta era tal, porque todavía actuaban y no habían acabado el trabajo empezado, que vistieron a la virgen del Rocío con el vestido de novia de Loli (que presentamos en exclusiva), y la escondieron en la capilla de los toreros en la Plaza de Toros, conocida también como la mezquita del toreo. A partir de ese momento empezó la reconstrucción de la semana santa melillense, es el hecho clave.

Reconstruyeron la cofradía desde la nada, porque no había quedado nada, ni siquiera las imágenes, que tuvieron que ser restauradas. a partir de ahí, se presentaron nuevamente en las calles en 1989. No había tronos, ni palios, ni varales, ni cirios, ni vestidos, ni corones. Recuperaron todo, las pasos semanosanteros, la romería del Rocío, la banda, el coro de Jesús Cautivo, e incluso llevaron una nueva imagen de la virgen del Rocío a los Pinos, que fue donada por Evaristo Muñoz Manero, entonces Comandante General de Melilla. La cofradía renacida como el ave fénix, alcanzó su máximo esplendor y prestigio, hasta que en 2005, en un suceso del que nada más se ha sabido, el entonces vicario Antonio Ramos Ayala, decidió intervenir y disolver la Junta de Gobierno de la Cofradía, con un decreto que se conoció como «el vicariazo«.

Sebastián García y Loli Arjonilla se retiraron del mundo público y renunciaron a defenderse públicamente de lo sucedido. Con el mismo empeño con que levantaron la cofradía, crearon su nuevo mundo, su pequeña capilla que compartían con el barrio, con los vecinos y amigos, y allí volvieron Mª Santísima del Rocío, Jesús de Medinaceli y otras muchas imágenes que ellos iban adquiriendo o que les iban donando otras personas. Desde ese mismo año y hasta la fecha presente, montaban el Belén Navideño, participaban en la Cruces de Mayo, celebraban Pentecostés y el día de la Patrona, con pequeñas fiestas en la calle, con presencia de música, amigos y comida y bebida para todos los asistentes, sin faltar un solo año.

La desaparición de Sebastián García cierra un época importante en la Pascua católica, la de la recuperación. Al menos un tercio de lo que hoy se tiene y vemos, se debe a su voluntad y a su fervor religioso, inasequible frente a los duros golpes que tuvo que recibir de lo que creía que era su mundo y al que tanto contribuyó. Por eso, y ha sido comentado en las redes sociales, se ha echado en falta dedicatorias consideradas como imprescindibles, por parte de algunas cofradías y hermandades y sobre todo, por la Agrupación de Cofradías, tan exigentes en otras ocasiones. No puede ser tanto el rencor o el olvido, como para que ni siquiera dejen aflorar la obligada caridad cristiana. Que Descanse en Paz Sebastián García.

Adiós a Joseph Ratzinger/Benedicto XVI


El 31 de diciembre de 335, murió Silvestre I (33º Papa de la Iglesia de Roma), el primer Papa oficial del Imperio Romano, cuyo pontificado se había iniciado el 1 de enero de 314, y que abarcó casi todo el tiempo del emperador Constantino. Este día ha fallecido también el que fuera Papa Benedicto XVI (2005-2013). Silvestre I fue el primer Papa de la era de Constantino, el emperador romano que declaró oficial el cristianismo, y que fundó la ciudad de Constantinopla. Así pues, adquiera gran relevancia histórica, el día del fallecimiento de Joseph Ratzinger. Constantino fue también el fundador de la Roma de Oriente y también el fue el de su último emperador, Constantino XI Paleólogo, muerto en la defensa de la ciudad en 1453.

En este día 31 de diciembre, se añade ya el nombre de Joseph Ratzinger, que hiciera finalizar su pontificado el último día de febrero de 2013, y que fuera como pontífice Benedicto XVI, el 265º Papa de la Iglesia católica. Como figura eclesiástica dejó de estar presente en la vida católica desde hace casi 10 años, que se hubieran cumplido el próximo febrero, en una efeméride ya imposible. Se había despedido como Pontífice romano en aquella fecha. Salvo alguna pequeña publicación, alguna entrevista y su nueva biografía, ha permanecido en absoluto silencio hasta el final de su vida en el último día de 2022. Una fecha cargada de significados y que habrá que interpretar con calma, muy por encima de las relaciones apresuradas que podrían establecerse. Vivimos en un tiempo de respuestas inmediatas y de duración efímera.

Siempre nos acompañó, siempre estuvo ahí, realizando esa labor sorda y callada que es raramente valorada o reconocida. Se trata de Joseph Ratzinger, durante algunos años como Papa Benedicto XVI (2005-2013). Ha sido un gran teólogo, muy normativo pero nada rígido. Había llamado nuestra atención en algunas ocasiones, estaba cerca, lo seguíamos, pero ahora le hemos leído y descubierto de modo definitivo. Empezamos el año con esta obligada reflexión y recuerdo que no puede dejarse pendiente por más tiempo. Hacemos esta primera reflexión con Benedicto XVI, con un texto de una de 2007, recogida en el libro Homilías de un Pontificado, de Pablo Blanco en ediciones Cristiandad. Hay otros muchos libros suyos y a los que se puede acudir a buscar sus propias palabras, que inspiraran cosas distintas depende de quien las lea, o que simplemente no le dirán nada a muchos. Esto es lo que sucede con lo publicado, con lo escrito. Una parte se mantiene vigente y permanece, y otra mucha se enfría, y disipa con el paso del tiempo.

             «Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuál es la razón por la que unos ven y encuentran y otros no? ¿Qué es lo que abre los ojos y el corazón? ¿Qué les falta a aquellos que permanecen indiferentes, a aquellos que indican el camino pero no se mueven?. Podemos responder: la excesiva seguridad en sí mismos, la pretensión de reconocer perfectamente la realidad, la presunción de haber formulado ya un juicio definitivo sobre las cosas hacen que su corazón se cierre y se vuelva insensible a la novedad de Dios», a la realidad del espíritu, añadimos.

              Aparte de los libros de Pablo Blanco Sarto, el mayor estudioso de Ratzinger, existe un interesante libro sobre su pontificado, escrito por Roberto Regoli y presentado entre el cardenal español Antonio María Rouco y el ayudante personal del que fuera Papa Benedicto XVI, monseñor Georg Gänswein. Se reeditarán muchos libros, otros no, y no todos pasarán o podrán encontrarse en los formatos digitales. Así seleccionan y condicionan nuestra memoria.

Joseph Ratzinger seleccionaba cuidadosamente cada cosa que publicaba o se publicaba sobre él. Por eso es importante tener los libros anteriores a su fallecimiento. Lo que se haga a partir de ahora ya no tendrán ese control. Eso sí, su obra, inmensa quedará para consulta, estudio, auxilio y también indiferencia. Nada puede afirmarse de modo absoluto. Detrás de la creencia más firme o de la incredulidad, persistirá siempre la sombre de la duda y eso es algo que no puede evitarse. Incluso para aquellos que un día profesaron o profesan aun lo más parecido a una fe, el marxismo, del que también se puede hacer apostasía.

En un libro de reflexiones para día del año, Ratzinger lo expresaba así: «igual que el creyente se esfuerza por no dejarse ahogar por el agua salada de la duda que el océano le lleva continuamente a la boca, también el no-creyente duda de su incredulidad, de la real totalidad del mundo que él ha decidido explicar como un todo. Jamás estará seguro del carácter total de lo que ha considerado explicado como el todo1..»

Ahora mismo solo podemos dejar constancia del hecho, pero ya hay coincidencias y similitudes que precisan de análisis. Habrá más porque Silvestre I es ya santo, como lo será Benedicto XVI que al fallecer, recupera su plena condición de Papa, a la que renunciara voluntariamente.

Nota: (1)Fe, Esperanza y Amor. Editorial Herder. https://elalminardemelilla.com/2012/05/29/el-vaticano-y-la-grieta-del-diablo/

José Manuel Cabo, la personalidad total


Es difícil encontrar en una ciudad a alguien que haya abarcado tanto, y que haya estado presente y dejado huella en casi todos los ámbitos de la sociedad. Quien no pertenezca a su entorno familiar, lo ha conocido como amigo, como alumno, como conferenciante, como científico, como compañero de trabajo, como profesor, como catedrático, como activista ecologista, social, político y cultural.

Aunque se dice coloquialmente que nadie es insustituible, lo que es cierto en parte, es también un hecho que hay «personas irremplazables» para una sociedad, y José Manuel Cabo Hernández, era una de ellas. Todos/as podemos ser sustituidos, aunque no en lo personal, en algún momento dado, pero los lugares vacíos que deja José Cabo, son tan numerosos, que difícilmente serán reemplazados. Su repentina desaparición, tras regresar de un viaje ese mismo día, y asistir a una conferencia de la que era impulsor, sobre clima y migraciones, ha conmocionado a Melilla. Todo ha sido demasiado abrupto e inevitablemente definitivo.

Tras jubilarse como doctor y profesor de la Universidad de Granada en Melilla, se encontraba en una etapa óptima en lo personal, y de gran actividad pública. Difícilmente se puede encontrar a alguien que se considerase enemigo, rival o adversario suyo. José Cabo era una persona que solo hacía amigos/as, y que actuaba con una limpieza absoluta. No hay nadie que pueda testimoniar una sola falta, por leve que sea, y esto dice mucho de la personalidad que hoy ha desaparecido. Era la personalidad total, expansiva y continuamente creativa.

El grupo ecologista Guelaya, del que era presidente, la ya extinta asociación cultural Ateneo, COCISSFRA (Colectivo Ciudadano para la Supresión de Símbolos Franquistas), el grupo local SEO Birdlife, el Movimiento en Defensa del Arbolado en Melilla o la formación política Podemos, le recuerdan bien como fundador, o como integrante de las mismas. No existía un solo segmento de la actividad en defensa de la naturaleza, de los derechos y defensa de los inmigrantes, y de la lucha y concienciación contra el cambio climático, en el que no estuviese presente. Su ausencia se hará muy notoria por muchas cosas, y por tantas causas

José Manuel Cabo era un melillense comprometido con su ciudad, a la que nunca pensó abandonar, tras el fin de su actividad laboral. Tras sus viajes académicos o de ocio, en los que siempre encontraba una motivación científica, regresaba puntualmente a su ciudad natal y vital. Esto es algo que cada vez se echa cada vez más en falta, la vinculación afectiva y efectiva con la ciudad. El concepto de Melilla no solo como tierra de paso, sino como misión y dedicación. La ciudad que tanto aporta a muchas personas, merece recibir una dedicación equivalente. La dedicación de José Cabo con su ciudad era completa, tanta que por una de esas cabriolas del destino, su regreso a Melilla coincide con el de su fallecimiento.

Permanecerá aquí con nosotros, y en todos y cada uno de los espacios en los que se proyectaba. Su trabajo científico queda ya ahí como legado, aunque hubiese precisado de 20 años más. Sin embargo, el azar o el destino le han sido esquivos. En nuestros muchos debates sobre la influencia del destino en los aconteceres humanos, de los misterios, y la posible interpretación de los signos en los acontecimientos que nos rodean, él siempre respondía de modo invariable: «Mi trabajo consiste en negar todo eso». Pese a todo, este inesperado final precisa de una explicación, que encontraremos o no.

De momento, ya tenemos un nombre más para el nuevo callejero melillense, para el nuevo pabellón deportivo de la Universidad, si es que la ciudad nos sigue importando del mismo modo en que le importaba a José Cabo. ¡Que descanse en paz por siempre!

Negra espalda del tiempo


Javier Marías, el escritor intimista

Bajo el foco de la muerte, acaecida en Madrid el 11 de septiembre, apenas unos días antes de cumplir los 71 años, cobran un sentido nuevo, algunas de sus novelas, como la que da título a este artículo. A diario, en distintas bocas, y como gran conclusión solemne, escuchamos la sentencia que todo lo puede: «el tiempo coloca a cada uno en su sitio», pero que realmente no es cierta, porque entre otras cosas, al tiempo no le importamos nada, es más, no nos tiene ni en consideración. ¿Cuál sería el lugar de un escritor tan diferente como Javier Marías? No puede responderse, pero éste no, ni en este momento. La pandemia del Covid, oficialmente acabada, y de la que ya casi ni se refieren las estadísticas, se sigue cobrando nuevas vidas, algunas tan significativas como la suya.

En Negra espalda del tiempo, Javier Marías intenta deshacer algunos enredos creados por una novela anterior Todas las almas, que recrea el ambiente de Oxford, ciudad en la que pasó 2 años como profesor. Sin embargo, la novela es muchas cosas más, porque intenta precisar nuestra capacidad o imposibilidad para describir la realidad, o escribir sobre ella, sin que se desprendan sobre el texto retazos biográficos, alteraciones, confusiones.

«Creo no haber confundido todavía nunca la ficción con la realidad, aunque sí las he mezclado en más de una ocasión, como todo el mundo, no solo los novelistas, no solo los escritores». Al intentar contar algo, lo deformamos: «porque la palabra -incluso la hablada, incluso la más tosca- es en sí misma metafórica y por ello imprecisa», escribía en la obra mencionada, en 1998.

Quizá la proximidad del nuevo milenio, o algún acontecimiento no precisado, le llevó a ocuparse sobre la trascendencia de la obra, de la novela, sobre el propio autor: «Su final quedará también fuera, y seguramente coincidirá con el mío, dentro de algunos años, o así lo espero. O puede que me sobreviva ese fin como nos sobrevive casi todo lo que emitimos o nos acompaña o causamos, duramos menos que nuestras intenciones. Dejamos demasiado puesto en marcha y su inercia tan débil nos sobrevive».

«Los libros que escribimos pero también los que solo compramos y una vez leímos o permanecieron cerrados hasta el final en su estante y proseguirán en otro sitio su vida de espera a la espera de que otros ojos más ávidos o sosegados». También, pero esto ya no lo escribió, los libros esperan en sus estantes a que un nuevo acontecimiento, una manera diferente de leerlos y entenderlos, aporten un significado que en su momento no entendimos, ni vimos.

Al escribir sobre texto y nombres ya olvidados, les damos nueva vida, otra oportunidad: «O dicho de otra manera, seré memoria suya sin haberlos visto y sin que ellos pudieran preverme en su tiempo ya perdido, seré su fantasma». Esto es lo que hacemos al escribir o recordar a quienes no hemos conocido.

«La ciudad de Oxford, donde casi nada se ignora, y lo que se ignora se crea y si no se inventa. Qué peligrosas las voces con crédito, las autorizadas, las que nunca mienten, como si aguardaran el día en que de veras valga la pena o les toque hacerlo, y entonces persuaden sin ningún esfuerzo de lo más fantástico o ponzoñoso. Puede que la mía vaya siendo una de esas, por la edad y algún escrito. Pero yo nunca miento». Una formidable advertencia escrita hace un cuarto de siglo. Lo que nos sobreviva, es algo que no podemos saber.