





En el 570º aniversario de la Caída de Constantinopla y otras reflexiones
Hasta el 28 de mayo de 1453 los 4000 defensores de Bizancio aguantaron el asedio de las tropas del sultán Mehmet II. Curiosamente, la disposición de Melilla con la ciudad en el centro y el campo exterior rodeándola, es muy parecida a la de la antigua capital bizantina. Dividiendo ese campo exterior, en donde estaban las huertas, se extendía el valle del río Lico. Al fondo de ese valle, a unos 5 kilómetros del centro de la ciudad, se asentaban las murallas terrestres de Constantinopla, constantemente reformadas y que resistieron todos los asedios durante mil años. Las triples murallas, con fosos y puertas formaban un conjunto (que recorría todo el perímetro exterior) difícil de abatir y traspasar, pese a que las fuerzas otomanas eran 10 veces superiores. Al menos 100.000 atacantes frente a poco más de 7000. Aislada en medio del campo, cercada por tierra y mar, la ciudad era ya todo lo que queda del otrora espléndido Imperio Bizantino. Los primeros cañonazos del asedio se oyeron el día 6 de abril. Extraeremos de aquí diversas conclusiones.
La primera es que todo tiene su final, nos guste o no. Los ciclos históricos no tienen una duración determinada ni pueden fijarse. Mil años acaban igual que cuatro, pero todo lo que tiene principio tiene también final, y esta es una ley inexorable. ¿Cuál es la diferencia? La grandeza o no del final, que es el recuerdo que queda fijado. Rara vez la historia concede una segunda oportunidad. Bizancio, la antigua Constantinopla no la tuvo. A las 5 de la mañana del día 29 de mayo, la defensa de la ciudad ya se había hundido, y los jenízaros caminaban ya por el valle del Lico en dirección al centro de la capital bizantina, porque a veces el Poder también se hunde, se desmorona, y no sufre un traspaso tranquilo.
En los mismos días (28, 29 y 30), estamos viviendo el desmoronamiento de un Poder, no un cambio, como sí fue el de 2019. En aquellos días se vivió un cambio porque la aritmética electoral, que es la que manda, hizo posible otras cuentas y sumas, aunque no gustase y nunca se aceptase. Sin embargo, lo que entonces creímos como final solo era un paréntesis, porque la historia tenía reservada una segunda oportunidad a la fuerza derrotada en aquella ocasión.
En 2023, a 570 años del hundimiento y conquista de Constantinopla, estamos viviendo al hundimiento irreversible de las fuerzas que sumaron hace cuatro años, y esta vez, ya lo aseguramos, la historia no ofrecerá una segunda oportunidad a ninguno de los derrotados el 28 de mayo, el que también fue último día de Bizancio. Constantino XI Paleólogo sucumbió luchando en las murallas de Constantinopla, en esas primeras horas de la madrugada del 29. Junto a él cayeron algunos de sus más allegados colaboradores. Las leyendas sobre el regreso de los griegos a la que fuera su capital, se sucedieron a partir de entonces. De hecho la profecía se cumplió en parte, y Grecia volvió a administrar Estambul durante la 1ª Guerra Mundial, aunque el culto cristiano ortodoxo nunca regresó a la catedral de Santa Sofía. De hecho, la antigua capital bizantina, apenas es una pequeña parte de la que fuera capital turca hasta el 13 de octubre de 1923, cuando fue relevada por Ankara.
Melilla, parábola final
En una democracia la soberanía reside en el elector, que uno a uno suman todos sus votos. La actual mayoría es inapelable, 15.555 votos que suponen el 52,67% de todos los que ese día se acercaron a las urnas. Nada puede hacerse ante esto. Las cifras del Partido Popular son parecidas a todas las elecciones celebradas desde 2003, siempre 15 concejales y entorno a entre 14 mil y 16 mil votos, salvo en 2015 y 2019. En teoría, los peores resultados se produjeron en las dos anteriores comparecencias electorales locales mencionadas, cuando los números del voto por correo ya eran significativos. Este tipo de voto puede maquillar o pulir un resultado electoral, pero no transformarlo radicalmente, salvo que se abuse de él. El último resultado electoral digno para el PSOE fue en 2007, con 5 concejales y casi un 20% de votos recogidos. En cuanto a población, Melilla es un territorio muy estable y por ellos los resultados se mueven en unas cifras similares con techo y suelo electoral, independientemente del periodo de años. La otra fuerza alternativa en liza, CPM, obtuvo en 2007 resultados idénticos al partido socialista, e iguales a los actuales. Es como si hubiésemos regresado al pasado, pero en el futuro.
Cada ciudad tiene sus claves, esto parece evidente. La realidad histórica nos dice que Constantino Paleólogo pudo salvar su ciudad antes, pero su política de alianzas no resultó la adecuada para buscar apoyos. El Papa de Roma y su poderoso ejército, exigía poner fin a las discordias dogmáticas entre católicos y ortodoxos para prestar su ayuda. El orgulloso Basileo de Bizancio lo rechazó, y cuando decidió la unión y aceptó el rezo común en latín y griego en la catedral de Santa Sofía, en la tarde noche del 28 de mayo, ya era tarde, demasiado tarde. No inclinó la cabeza ante el Papa como señal de respeto, y la acabó perdiendo ante los jenízaros, que la llevaron en una pica ante Mehmet. Eso sí, Constantino Paleólogo supo reconocer el fin, se despojó de sus ropajes e insignias imperiales, se despidió de sus sirvientes, de amigos, de leales y de sus oficiales, y murió confundido como uno más entre sus soldados, junto a la puerta de Blanquernas.
La desunión y el exceso de orgullo siempre se pagan. El final siempre te alcanza aunque lo retrases. A lo mejor quien tiene una segunda oportunidad es Melilla.
Nota: Fotografías de The Hidden Face of Istanbul, The Bizantine Legacy y Yasin Karabacak