El derribo necesario


       Algunos, en su ficción, creen que con haber retirado los símbolos del yugo y las flechas, la doble aspa de los requetés, y el lema de Una, Grande y Libre, un monumento fascista deja de serlo. La ausencia de debate libre, la opinión domesticada, les hace creer que eso es asentimiento. Es más, llegaron a publicar una encuesta absurda en la que el 45% de los arquitectos de Melilla afirmaban estar a favor de mantenerlo. No se dieron cuenta que con ese titular estaban diciendo que más de la mitad o estaban en contra, o les daba igual su derribo. La carta en la manga de la supuesta autoría de Enrique Nieto ni si quiera se atreven a esgrimirla, porque ya hay cuatro ases sobre la mesa, y ese sería el falso. Hay una placa delatora que iguala las águilas. La del monumento, la de las banderas y la de  a qué tipo de héroes rinde homenaje el monumento. Ahora ya sí hemos acabado enero.

Imágenes del pasado III


                 Imagen de Melilla desde el aire

   La clave está en la resolución, en el tamaño de la fotografía, en su resolución, en su calidad. Esta fotografía aérea de la zona centro de la ciudad, en 1982. La hemos mantenido en su tamaño original para que puedan apreciarse todos los detalles. Quien se la descargue podrá apreciar multitud de cosa. Estamos en la ciudad en la que todo se ha fotografiado, desde el aire o desde el suelo, desde el inicio de la fotografía. Otra cosa es que todo esté a buen recaudo, o no se reconozca su existencia, pero está en alguna parte.   El Alminar, pese a todo, tiene su buenos amigos/as y colaboradores.

La plaza húmeda


        Lo que hoy conocemos como plaza de Las Culturas ha tenido diversas denominaciones y usos a lo largo del siglo XX, el de la expansión de la ciudad. En siglos anteriores fue terreno de huertas y de confluencia fluvial de los distintos arroyos que bajaban desde los montes que rodean el peñón rocoso. Esta muy cerca del mar y abierta a los cuatro puntos cardinales. En invierno es  fría y húmeda y muy calurosa en verano.

         La línea de costa sobre la que se asienta Melilla mira hacia levante, uno de los vientos dominantes sobre la ciudad, el más húmedo, el que provoca grandes temporales en el mar y que ha causado grandes daños en la ciudad en el pasado, e incluso derrumbes en el recinto amurallado.

          La plaza de Las Culturas, antaño de Los Carros, recibe toda la humedad del mar través de los fosos de Los Carneros y del Hornabeque, que son auténticos cañones de aire. A veces hay viento cruzado sobre la plaza y la transforman en un lugar inhóspito y frío. En esta situación colaboran las calles de Calderón de la Barca y Pablo Vallescá.

          En mañana húmedas, como la de este último día de enero, el suelo de la plaza aparece mojado. El pavimento elegido no resulta adecuado, porque es artificial e impermeable, por lo que se forman charcos y resulta muy resbaladiza y peligrosa. La ausencia de sombra en verano, en tiempo cálido, la convierte en una plancha, por lo que es solo utilizable a partir de la puesta de sol. Hoy la hemos recorrido entera, para descubrir los misterios y razones de su humedad y del mal micro clima que la caracteriza.

Las escolleras de Noray


La acción humana

     Las escolleras y el dique de abrigo de Puerto Noray son un lugar apacible y agradable para pasear, en los tiempos de sol templado. Allí también se practica la pesa, y quien quiera se puede relajar contemplando el mar, haciendo deporte, pues también se han instalado máquinas de ejercicios y de estiramientos musculares. Es una zona vigilada y de acceso controlado, por lo que en teoría se puede pasear seguro, algo que ya no sucede en muchas zonas de la ciudad. También es un lugar en donde hacer buenas fotografías, si se es un poco más ágil y se decide a subir al dique o a saltar sobre las escolleras.

        Ese salto transforma la visión idílica del lugar en otra más lamentable. Todo tiene dos caras, y toda moneda su reverso. En Melilla, la excelencia convive con la cochambre y lo nuevo con lo destartalado, sin solución de continuidad posible. Ahora mismo no es posible determinar si toda esta basura acumulada detrás de la escollera, en donde el ojo no ve, es consecuencia de la acción incívica humana o consecuencia de los temporales. En cualquier caso la causa estaría en el mismo origen, la contaminación por la acción humana. Todo está sucio y el mar es un depósito de basura. Esto es tan simple como levantar la esquina de una alfombra. Dar un salto y mirar al otro lado.

          Si la mitad de esta basura procede del  incivismo, entonces hay que instalar papeleras, contenedores de recogida de basura, y alguna que otra vez, poner alguna multa. No sería tan difícil.

El regreso del cormorán negro


            Cada años, desde hace varios, una colonia de cormoranes negros llega hasta Melilla procedentes de las latitudes del Círculo Polar, lugar que cobró fama mundial por estar allí situados los campos de trabajo forzado del camarada Stalin.  El cormorán negro es una ave piscívora de gran envergadura, alimentándose en el mar y en los estuarios fluviales.

             Suele anidar en los acantilados y se desplazan en grupos grandes. Como siempre, la acción humana estuvo a punto de extinguirlos en algunas zonas, pues los consideraban competidores para la pesca. En algunas zonas de Noruega se cazan al igual que las perdices en España, pues está considerada un ave cinegética. En otras zonas se consideraban un buen augurio y su presencia era considerada como un signo de buena suerte.

            Hoy los hemos visto pescando en las aguas de la bahía melillense, desde el dique del puerto deportivo. Se introducen en el agua y recorren una gran trayecto en busca de los peces, llegando a estar más de medio minuto bajo el agua, y reapareciendo a gran distancia de la zona de inmersión. La naturaleza siempre ofrece imágenes bellas.Quien regresa es siempre bienvenido.

        Nota:https://elalminardemelilla.com/2015/01/19/cormoranes-en-melilla/

La leyenda del hospital fantasma


Dolors Montserrat i Montserrat, Ministra de Sanidad,  en Melilla

     El nuevo hospital universitario de la ciudad de Melilla está paralizado desde abril de 2012. Son cinco años completos con las obras abandonadas, 60 meses. Los recortes exigidos por Bruselas a España en 2011 se centraron en la Sanidad y en la Educación. No hay otro motivo para paralizar una obra a la que le quedaban menos de dos años para concluirse, y que tenía librado el presupuesto. La modificación del proyecto fue la excusa técnica sobre la que se montó la razón política, porque un hospital no solo es concluir el edificio, es dotar la áreas, disponer de los recursos para cada una, y realizar un nuevo catálogo de puestos de trabajos. Esto era algo que el recién gobernante Partido Popular no estaba dispuesto a hacer. Las modificaciones de proyectos en cualquier obra, son algo consustancial en España. Esa no pudo ser la razón.

       En todo ese embrollo ocurrió que quien decidió la dotación de esta infraestructura vital para la ciudad, el gobierno de Rodríguez Zapatero no supo transmitir a los ciudadanos la razón política de la paralización. También es cierto que aunque hubieran sabido explicarlo nadie les hubiese creído. Como decía una canción de Barricada. «una mentira agradable es más fácil de creer». Lo de la modificación del proyecto acabó calando en la opinión pública, como la lluvia fina.

       Esa paralización de 5 años ya ha retrasado la obra 10, porque al menos serán necesarios otros 5 años para concluir el proyecto (quedaban dos), y al menos otros tres más para que las áreas básicas comiencen a estar operativas. El caso es que lo que pudo haber estado ya funcionando, y todo el conjunto hospitalario en proceso de traslado, no lo estará al menos hasta el año 2021. El daño hecho a la sanidad en Melilla ha sido muy grande.

          En 1991, cuando el entonces Ministro de Sanidad Julián García Vargas inauguró el hospital Comarcal, Melilla contaba con 59576 habitantes*. La cifra de población veinte años después es de 86.026. Esta es la razón de la saturación, y de la masificación del actual hospital. Cuando se inaugure el nuevo quizá los cálculos estén también por debajo de las necesidades.

               La Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat debe fijar una fecha para el inicio de la obras, y otra para su puesta en funcionamiento. Es una necesidad vital para una ciudad en la que la infraestructura sanitaria está en mínimos históricos.

      Fuente: *www.ine.es

 

Una insólita profecía sísmica de 1977


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                    El 1 de febrero de 1977, el diario de la cadena de comunicación del Movimiento Nacional, El Telegrama de Melilla, insertaba un artículo de la agencia Pyresa (también vinculada a la red de difusión de propaganda de la dictadura franquista) firmado por Rosario Izquierdo, en el que se afirmaba con rotundidad que en 50 años se produciría un gran movimientos sísmico en España. El horizonte de esa predicción, basado en datos que ella misma explicaba en el artículo, situaba el posible movimiento sísmico entre 2007 y 2027, pues afirmaba que cada 30 años era probable que se produjera uno de una magnitud apreciable. El terremoto de Lorca en 2011 entraba dentro del límite mínimo de la predicción, 30 años. El de Melilla de 2016 puede situarse dentro de la zona media del arco de la predicción.

              La entrevista se desarrolló con un técnico del entonces Instituto Geográfico y Catastral de Madrid, sr. López Arroyo. Uno de los temores del técnico era que se construía sin demasiado aprecio a la normativa sismorresistente vigente en aquella época, y mostraba su preocupación por las zonas turísticas, o de costa. Sobre todo, insistía el sr. Arroyo, era necesario catalogar a la península como una zona sísmica en su conjunto, y no considerarla exenta o de baja intensidad sísmica. También afirmaba que los valles de los grandes ríos españoles, como el Ebro o el Gualdalquivir, como una de las zonas de mayor riesgo. En el último trimestre del año pasado, una comarca del valle del Guadalquivir ha tenido una apreciable actividad sísmica, la de Peal de Becerro.

                 El 28 de febrero de  se registró un terremoto de 7,3 en el cabo de San Vicente, que tuvo a las ciudades de Huelva y Sevilla como las más afectadas. En Huelva se derrumbaron 18 viviendas, 4 en Isla Cristina