El ferrocarril en Melilla


                       Historias de minas y ferrocarriles en Melilla

     Con la indigencia de medios de los archivos melillenses, la labor de José Antonio Cano Martín, historiador aficionado melillense, al recoger una a una todas las noticias relacionadas con el ferrocarril en la prensa de Melilla, durante un siglo (1904-2014), se me antoja una labor casi imposible, y sin embargo, consiguió componer un libro de 600 páginas, con todas las noticias publicadas, y con los textos completos. Toda esta labor se realizó a mano, buscando día a día todos los periódicos publicados durante un siglo, lo que nos da la extraordinaria cifra de 33600 días de búsqueda y anotaciones, sin el auxilio de la digitalización o del conversor de textos.

       Nombres, fotografías, textos, lugares, planos y edificaciones se han preservado del olvido gracias a esta labor titánica. El libro fue editado en 2014 por el Servicio de Publicaciones de la Ciudad Autónoma de Melilla y la UNED.

        Melilla es una ciudad diseñada para la actividad del ferrocarril, por eso se explanaron los distintos cerros y todas las laderas y pendientes por las que el terreno melillense descendía suavemente hasta el mar. El ferrocarril se construyó exclusivamente para la explotación de las Minas de Rif en el monte Uixan, y el mineral de hierro trajo las guerras. La historia del ferrocarril es una historia de hombre y mujeres, de trabajadores, de duras condiciones laborales, de huelgas, de guerra y de enriquecimiento, pero es parte de la historia de La hija de Marte, como acertadamente la bautizara Francisco Carcaño.

           De todo ese siglo de ferrocarril no ha quedado nada en nuestras calles. No hay un museo o archivo del ferrocarril. La mayor parte de los documentos de Las Minas del Rif ardieron en los depósitos municipales. Apenas un puñado de fotos, unas cuantas pilastras repartidas por la ciudad, un pequeño montón de documentos inconexos, y solo dos puentes en las calles. Ninguna locomotora original, ningún vagón de carga o de transporte, pero al menos queda este libro que recoge toda la historia escrita, que como en todo, es solo una pequeña parte de la historia real. Como toda la prensa de la época, estaba sometida a censura.

   Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/02/20/el-ultimo-puente-del-ferrocarril/

Reflexiones sobre una pandemia


La cultura de la higiene y el Covid-19

     Las virulentas epidemias que diezmaron la población europea a lo largo de la Edad Media tenía un elemento que actuaba como catalizador: la falta de la cultura de la higiene, esencial en el mundo romano, y desaparecida tras su caída en 476. Hay que recordar que la mortalidad neonatal y la de las mujeres parturientas se redujo de un modo drástico cuando el doctor húngaro Ignaz Semmelweis en 1847, descubrió algo tan sencillo como la obligación de «lavarse las manos», por parte de los profesionales de la obstetricia.

      En charlas con un profesional sanitario en días pasados, comentamos esa ausencia de cultura de la higiene en la población, que todos damos por sentada y que sin embargo es una práctica que dista mucho de ser seguida por todos/as. En Melilla hay una cultura terrible y es la de toquetear todos los productos antes de comprarlos y echarlos en la bolsa. Productos alimenticios expuestos en la parte superior de los mostradores de bares o establecimientos, sin la protección adecuada. También la de vender trozos de pizzas y empanadas en los quioscos próximos a los institutos de la ciudad, con la total carencia del certificado de manipulación de alimentos. Un capítulo aparte sería el del estado de los aseos, obligatorios en los locales de restauración, en la mayoría de bares y restaurantes de la ciudad.

       Sin embargo, hay un capítulo más preocupante aún, y es la gran cantidad de población en nuestra ciudad, que ni siquiera tiene en sus casas, por ciertas especificidades del desarrollo urbano de la ciudad, esas condiciones que consideramos como higiénicas. Hay barrios de la ciudad, en la que las condiciones higiénicas permanecen ancladas en el principio del siglo XX. Lo peor, es que en las dos últimas décadas y a pesar del gran volumen de dinero que se ha manejado desde el Ayuntamiento, no se ha hecha nada por mejorar esas condiciones. Hay casas insalubres en todas las zonas de Melilla. Y aun así, hay un tercer escalón de insalubridad, el de la población mendiga o mendicante.

                                La población mendiga de Melilla

             Nadie ha hecho nada por ellos en los últimos 20 años, ni siquiera un censo. La ciudad del derroche, de Fitur y de los cruceros,  solo tiene un albergue para personas sin hogar, inaugurado en 2000,  bajo la breve presidencia de Mustafa Aberchán. Desde el Alminar hemos cifrado esa población en un millar de personas, que vive, duerme y hace sus necesidades fisiológicas en las calles, y así durante los 365 días del años. En caso de que una de esa personas necesitase asistencia sanitarias, primero precisaría de ser desinfectada, antes de poder ser atendida.

             El ácido úrico es el olor más fuerte de los que excreta el ser humano y el único que repele a los tiburones. Si alguna vez cae al mar en una zona infectada de escualos, procure orinarse encima y salvará la vida. Es un consejo de los manuales militares de supervivencia. En nuestra ciudad hay zonas, como el callejón del Tostadero (junto al Hipersol), cuyo olor a ácido úrico espanta con solo pasar por sus inmediaciones. Hay puntos de residencia de población mendicante, que deben ser desinfectados de inmediato, así como el túnel de la Puerta de la Marina y gran parte de la ciudad Vieja. Es un recomendación para la Consejería de Salud Pública, a cuya frente se encuentra el dinámico Mohamed Mohamed, que encontrará siempre apoyo en este modestísimo blog.

  Tienen que llevar a cabo un limpieza de choque en toda la ciudad. Todo suma en la cultura de la higiene. Higiene personal, higiene colectiva en establecimientos e higiene social en la ciudad y junto pondremos la mayor trinchera al Corona-virus. Estamos ante una crisis sanitaria, pero también del modelo de sociedad y ante la crisis final del modelo capitalista de consumo.

 

Mujeres en el Gulag


                               Mujeres que hablan de mujeres

                   Estamos acostumbrados a que los hombres, literatos, ensayistas, novelistas, historiadores, filósofos nos cuenten todo, incluido el mundo de las mujeres, o la parte del mundo que les correspondería relatar a ellas. De cada 10 libros publicados o de éxito, 7 u ocho suelen estar escritos por hombres. La visión y el modo de estar en el mundo no es el mismo en un lado que en el otro. El mundo de las mujeres no es el mismo que el de los hombres. El Alminar se asemeja a un río porque también tiene sus afluentes y manantiales de los que se nutren y acrecientan su caudal.

                  La gran diferencia entre los campos de prisioneros del sistema soviético, conocidos como Gulag, y los campos de prisioneros del nazismo es que los primeros eran de trabajo esclavo, y los segundos simplemente de exterminio. No son comparables ni siquiera en cifras. En el sistema del Gulag murió mucha gente, por miles o incluso millones, también en los desplazamientos entre campos. Todos eran prisioneros políticos y realizaron enormes obras de infraestructura de modo esclavo, pero su finalidad no era exterminar poblaciones por características raciales, ni realizar experimentos genéticos.

                     La diferencia entre los libros de memorias sobre los campos de exterminio nazis, y los del Gulag es también apreciable en cuanto a numero. En los últimos tiempos cada año se publican varios libros sobre las experiencias de supervivientes del Gulag, preferentemente de mujeres. Los más característico son los de Anna Lárina (esposa de Nicolai Bujarin), y Nadezhda Mandalstam. Sin embargo, entre los relatos de las mujeres surge también los retazos de la vida. Narran el horror indudable e innegable de los campos de trabajo, sobre todo de los encuadrados en el Circulo Polar, en la región de Kolymá (el infierno helado). La supervivencia en los campos nazis era ínfima.

                   En Los Hornos de Hitler ( Hitler´s Oven) de Olga Lengyel lo que se narra es el horror puro y duro, sin concesiones para nada; mientras que en Lo que no puedo olvidar, de Anna Lárina, sí aparece la vida, la supervivencia, la solidaridad entre mujeres, como clase, para sobrevivir a un espanto de esas características. Las mujeres rusas eran desterradas con sus hijos a los campos, o tenían hijos allí, y había que vestirles, alimentarles y cuidarles. En los campos soviéticos no se mataba a los niños, como en los nazis, y esta es también  una diferencia decisiva. En los últimos tiempos, y al dictado de la maquinaria ideológica imperante y dominadora,  se quiere equiparar el nazismo con el comunismo, sin que admitan demasiadas analogías. Para que no quede duda alguna, diremos que los campos de los Jemeres Rojos en Camboya eran de exterminio, y Pol Pot uno de los personajes más infames de la historia, que sin embargo no se diferencia mucho de Leopoldo II de Bélgica, quien sin embargo no suele estar en las listas habituales de genocidas.

        El último de los libros publicados sobre los testimonios de mujeres en el Gulag es el de Monika Zgustova, Vestidas para un baile de nieve, con novedosos e impactantes testimonios de mujeres supervivientes de los campos de Stalin.

             En Rusia existe la Organización de Derechos Humanos Memorial, que lleva décadas publicando los nombres de todos/as los represaliados en la época de Stalin, así como la de todos los prisioneros y desterrados/as. Están publicando y digitalizando todos los expedientes de prisioneros, de los juicios y rehabilitando la memoria de todas las víctimas.

 

 

 

 

Reencontrando a Encarna León


 

              Escribir exige  libertad y a la vez implica servidumbres, porque  no siempre se vive lo que se quiere, ni se consigue aquello que se anhela. La vida está llena de antítesis y de opuestos, entre los que a menudo hay que escoger.

         Aunque había leído cosas, nunca me había adentrado con profundidad en la poesía de Encarna León. La encontré en la pasada Feria del Libro y mantuve con ella una breve pero productiva charla, en la que me indicó que la edición de su obra entre 1984 y 2010, casi su obra completa, El Color de Los Ritos, contaba con un estudio introductorio de mi admirado profesor de Literatura José Luis Fernández de La Torre.

        Encarna León y mi profesor de literatura del Instituto. No podía concebir una tentación mayor, a la que sucumbí de modo casi instantáneo. Compre el libro y me lo firmó su autora. Lo primero que me vino a la cabeza es que el que fuera director provincial de Cultura en Melilla, entre el final de la década de 1980 y principios de 1990, no le dedica un estudio introductorio a cualquier obra. Hasta ahora, y que yo sepa, solo lo ha hecho con Miguel Fernández, un grande de la poesía contemporánea española.

                                     Recreando un tiempo

           «El mundo cantado» es el título que Fernández de La Torre escoge para dar forma a su soberbia introducción, en donde muestra su erudición, y su conocimiento casi completo sobre la literatura en castellano. Sin embargo, y sin enmendarle la plana al que todavía considero mi profesor, aunque también sea amigo, creo que le sería más ajustado el de «recreando un tiempo», porque Encarna León recrea el tiempo en el que convivió entre los grandes, con cimeras cumbres como el aludido Miguel Fernández,  y la académica Carmen Conde, ambos equiparados con la titularidad de un centro educativo, dedicados a la pervivencia de sus nombres y de su obra. Además, Encarna León recrea el tiempo en que convivió literariamente con Jacinto López Gorgé, Pío Gómez Nisa, Juan Guerrero Zamora y Antonio Abad.

         Para describir a Encarna León, Fernández de la Torre se lanza sin solución de continuidad a la búsqueda de sus influencias, entre las que destaca por encima de cualquier otra la del poeta, la de amigo, la del maestro e introductor, Miguel Fernández, del que su obra está completamente atravesada o transida. También señala, de modo original, las dedicatorias de sus libros, en las que está presente en sus primeras creaciones el poeta Walt Whitman, continuando luego con Luis Cernuda, Pedro Salinas, para volver definitivamente a ese padre literario que es Miguel Fernández, y del que no puede separarse. Su obra deriva de aquella, a la que está indisolublemente unida.

       De esos grandes maestros, toma muy grandes influencias y recursos, que despliega en una panoplia de imágenes literarias, descripciones, en las que intenta poner color y sonido a sus vivencias, emociones y recuerdos. Es una poetisa del «yo», en lo que tiene de racional y de irracional a la vez. Intenta describirse y explicarse a sí misma a través de imágenes escritas, a la vez que muestra esa parte de su espíritu a los demás, sin desvelarse demasiado, porque es a su vez, una autora muy intimista.

                                            Artificios de otoño

             El irreversible otoño alcanza a cualquiera. No vale revelarse contra la muerte, o hacer preguntas sobre la irreversibilidad del paso del tiempo. El otoño llega y nos va dejando solos. «Este contemplarse por encima de los cotidiano es la necesidad de escribir, de re-presentar, de sobrevivir al instante de lo vulgar o, de manera más abstracta, de la desdicha, ese ámbito en el que ahora no hay lugar para el elogio, excepto la empatía con el propio yo», dice Fernández de la Torre.

            En la dura faz del existencialismo no cabe la transcendencia. No hay más allá. Quedamos abocados al eterno presente con un pasado que se va alargando y haciendo más lenta la vida, más pesada. No hay un puente hacia la mística. Se nota en ambos, introductor y autora la carga existencialista, pese a un intento de incursión en la poesía religiosa, que coincide con su lectura del Pregón de Semana Santa en 2003. En este caso, es una poesía dirigida hacia las imágenes, que no transciende.

        Representaré siempre a Jose Luis Fernández de la Torre entre las densas humaradas de Benson & Hedges, con los dedos metidos en el cabello, mirando de soslayo, y  diciendo: Sr. Delgado, ¿qué tiene que decir del Siglo de Oro español?. Pues esto mismo.

                   Cualquier instante de la vida humana   
                   es nueva ejecución, con que me advierte
                   cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.    

Voces de Chernobil


 

         El premio Nobel de Svetlana Alexievich

     Tenemos la primera edición del único libro publicado en España de Svetlana Alexievich. Llegó a las librerías españolas 20 años después de la explosión por sabotaje, del reactor 4 de Chernobil, junto a la ciudad de Pripyat. Calculo que no se debieron  vender mas de 1000 ejemplares en todo el país. Ahora, en medio de la época de las trilogías basura, se le concede el Premio Nobel a la autora de uno de los libros más profundos que haya podido leer hasta la fecha. Intentan venderlo como «la crónica del fracaso de la Unión Soviética», como si su modelo opuesto, el mundo occidental y capitalista no tuviese sus raíces metidas en la podredumbre más profunda y en el fracaso más clamoroso.

     Es una narración exquisita de personas sin rostro, de los héroes anónimos de Chernobil, los denominados como  «los liquidadores», el grupo humano que demostró la mayor valentía posible.  Se enfrentaron a la muerte radiactiva sin una sola duda o vacilación. Son las voces y testimonios de cientos de personas que 30 años después de la catástrofe, ya hayan desaparecido. El relato tiene páginas, párrafos, de una belleza plena. El capítulo dedicados a «los liquidadores» es sublime. No se puede ser más valiente, y si hay una definición de héroe, esa es la de ese grupo de personas, que inmolaron sus vidas para cubrir un reactor nuclear ardiendo.

       Resaltaré dos párrafos, dos escenas, dos momentos excelsos del libro «Voces de Chernobil». La primera es una reflexión sobre el propio hecho de la escritura, de la necesidad de dar testimonio en un mundo en el que a casi nadie le importa nada. La segunda escena es una descripción de la propia explosión, de la noche incendiada de Chernobil, vista desde la ciudad de Pripyat. Hace apenas unos pocos días comparábamos unas imágenes del antiguo y abandonado hospital militar de Melilla, con la ciudad dormitorio de la central nuclear.

                    Monólogo acerca de para qué recuerda la gente

       «Todo continuará igual, seguiré como antes riñendo al cochero, me pondré a refunfuñar como siempre. Entonces, ¿para qué recuerda la gente. ¿Para establecer la verdad?. ¿La justicia?. ¿Para liberarse y olvidar?. ¿O porque comprenden que han participado en un acontecimiento grandioso?. Y todo eso a sabiendas de que los recuerdos son algo frágil, efímero; no se trata de conocimientos precisos, sino de conjeturas sobre uno mismo. No son aún conocimientos, son solo sentimientos«.

   Monólogo acerca de lo que no sabíamos: que la muerte puede ser tan bella

             «He olvidado decir que vivíamos en Pripyat, junto al reactor. Hasta hoy tengo delante de mis ojos la imagen: un fulgor de un color frambuesa brillante; el reactor parecía iluminarse desde dentro.. No era un incendio como los demás, sino como una luz fulgurante. Era hermoso. Si olvidamos el resto, era muy hermoso. No había visto nada parecido en el cine, ni comparable.. Al anochecer, la gente se asomaba en masa a los balcones. Vivíamos en un noveno piso, era una vista espléndida. En línea recta había unos tres kilómetros. La gente sacaba a los niños, los levantaba en brazos. ¡Mira! ¿Recuerda esto!. Y fíjese que eran personas que trabajaban en el reactor. Ingenieros, obreros. Hasta había profesores de física. Envueltos en aquel polvo negro. Charlando. Respirando. Disfrutando del espectáculo».

     Nota:http://englishrussia.com/2015/02/10/the-looters-of-chernobyl/

                    https://valistarworld.wordpress.com/tag/liquidadores-de-chernobyl/

El maestro de Ruiponce


 

                          Vega de Ruiponce es un municipio de Valladolid que en la década de 1960 tenía apenas 500 habitantes, en la actualidad no llega a las dos centenas. Mi padre, que era natural de Palencia, siempre decía que: un pueblo pequeño, es una cárcel grande. Esto es precisamente lo que refleja Santos Calleja en su primera novela, que titula como: La Casa de los Tres Escalones. De Castilla y su seco y duro clima se dice que seca el carácter y curte la piel. Solo quien haya vivido en un Castilla o conozca la vida de los pequeños pueblos, puede imaginar la precisión de lo narrado por este maestro palentino afincado en Melilla. No hay ninguna concesión a la galería. Está solo lo que tiene que estar.

                            Ruiponce es el primer destino del maestro Don Antoniano, y antes de pisar el pueblo ya recibe las primeras advertencias de Tarsicio, el barbero del pueblo: tenga cuidado con las lobas con piel de cordera, que son muy peligrosas. En los pequeños pueblos todo el mundo cree saber la vida de todos, pero nadie  llega nunca a comentar nada en voz alta. Sin embargo, las insidias, las envidias y la maledicencia, enturbian la vida de todos y es imposible escapara a sus venenosas acechanzas. Los odios y los rencores se guardan sin destilar durante décadas, hasta que se presenta la ocasión de saldar cuentas que uno creía pasadas y saldadas. En Ruiponce las personas son lobos para otros lobos y fieras para otras fieras, en palabras del barbero, que no advertía en vano.

                        Santos Calleja Ibáñez emplea las palabras justas y precisas para describir la asfixiante atmósfera del pequeño pueblo, contra la que tendrá que luchar desde el primer momento, el pusilánime y dubitativo Antoniano, un ex hermano Marista que recala el pequeño pueblo vallisoletano, en su primer destino como maestro. En los pueblos existen facciones invisibles que desde que se pone el primer pie, intentan que el foráneo se dedica por una u otra. Es imposible vadearlas y navegar entre sus aguas, porque si no se tiene el valor para ser malo ni firmeza para mantenerse en el lado bueno, uno, cualquiera, acabará siempre mal. Le ocurrió primero a Anselmo, el primer párroco y luego al pobre, en todos los sentidos, maestro.

                        La gente, las personas, creen saberlo todo de todo el mundo, pero en realidad no saben nada. Esos son los surcos sobre los que se siembra la maledicencia, que el autor, parece conocer muy bien, así como los rituales de la Misa, versículos evangélicos y los salmos. El único camino para vencer a la maledicencia y a la calumnia, es cerrarle las puertas y los oídos, evitando que la sombra de la duda se asiente en el alma. Eso es contra lo que lucha Antoniano y a lo que no conseguirá vencer.

                        Si actúas como si tuviese Fe, tendrás Fe, eso es lo que dice una vieja máxima eclesiástica. Antoniano, hermano Marista en Cuba, perdió la Fe, tanto en lo divino como en lo humano, en el claustro del convento de la isla caribeña. Desprotegido de cualquier certidumbre, se enfrentará solo a los vapores tóxicos que destila su casera, la bruja Clementina, que tiene un gato al que llama Satán, y una aldaba en forma de escorpión. La lucha contra el diablo está presente desde el primer momento, igual que la presencia de la Cruz. Como dijera Don Quijote: Ten cuidado Sancho, que detrás de la Cruz siempre está el diablo. Los enemigos del alma son tres: el mundo, el demonio y la carne. Antoniano no estaba preparado para subir ninguno de esos tres escalones.

                     Los versos finales de la novela, muestran claramente lo que ha sucedido: Todo es mentira, falsedad y dolo, todo en la sombra por la espalda hiere; solo el amor de los padres no tiene engaño, ni doblez, ni muere.

                     PD: el libro puede comprarse en las librerías de Melilla.

Alminares en el horizonte


             El Alminar de Melilla desea a todos un Feliz Año Nuevo

       Son las últimas luces del año 2013 y con ellas queremos desear a todos nuestros lectores, colaboradores y comentaristas una Feliz Año Nuevo. A un año le sucede otro, a cada 31 de diciembre le sigue un 1 de enero. Todo se sucede de modo continuo sin que podamos evitarlo. El ritmo del tiempo no se detiene ante nada.  Así es y ha sido desde el principio de los tiempos. Diciembre es el mes en el que la penumbra comienza a detenerse, tras el solsticio de invierno. La luz solo se reduce en once minutos a lo largo del mes.  Son paradojas porque el solsticio del mes de diciembre marca el inicio del invierno astronómico en el hemisferio norte, y aun así desde el 21 de diciembre la luz del día está empezando a imponerse sobre la tiniebla nocturna. Es un atisbo de ilusión, de esperanza, en una año que va a ser también muy duro. Estamos ante una involución social en toda regla decretada por el neoliberalismo y los años del mundo.

       La cuestión es resistir y cómo hacerlo, pero para eso trabajamos desde El Alminar, al que algunos ya quieren talar: Por mucho que la luz decrezca, por más que quieran intentar oscurecerla, en el horizonte siempre se verá El Alminar y se escuchará la llamada del almuédano, eso sí, para quien quiera verla y escuchar su llamada.  Nosotros, D.m., seguiremos aquí, para todos aquellos/as que se tomen el trabajo y la molestia de seguir con nosotros.