El maestro de Ruiponce


 

                          Vega de Ruiponce es un municipio de Valladolid que en la década de 1960 tenía apenas 500 habitantes, en la actualidad no llega a las dos centenas. Mi padre, que era natural de Palencia, siempre decía que: un pueblo pequeño, es una cárcel grande. Esto es precisamente lo que refleja Santos Calleja en su primera novela, que titula como: La Casa de los Tres Escalones. De Castilla y su seco y duro clima se dice que seca el carácter y curte la piel. Solo quien haya vivido en un Castilla o conozca la vida de los pequeños pueblos, puede imaginar la precisión de lo narrado por este maestro palentino afincado en Melilla. No hay ninguna concesión a la galería. Está solo lo que tiene que estar.

                            Ruiponce es el primer destino del maestro Don Antoniano, y antes de pisar el pueblo ya recibe las primeras advertencias de Tarsicio, el barbero del pueblo: tenga cuidado con las lobas con piel de cordera, que son muy peligrosas. En los pequeños pueblos todo el mundo cree saber la vida de todos, pero nadie  llega nunca a comentar nada en voz alta. Sin embargo, las insidias, las envidias y la maledicencia, enturbian la vida de todos y es imposible escapara a sus venenosas acechanzas. Los odios y los rencores se guardan sin destilar durante décadas, hasta que se presenta la ocasión de saldar cuentas que uno creía pasadas y saldadas. En Ruiponce las personas son lobos para otros lobos y fieras para otras fieras, en palabras del barbero, que no advertía en vano.

                        Santos Calleja Ibáñez emplea las palabras justas y precisas para describir la asfixiante atmósfera del pequeño pueblo, contra la que tendrá que luchar desde el primer momento, el pusilánime y dubitativo Antoniano, un ex hermano Marista que recala el pequeño pueblo vallisoletano, en su primer destino como maestro. En los pueblos existen facciones invisibles que desde que se pone el primer pie, intentan que el foráneo se dedica por una u otra. Es imposible vadearlas y navegar entre sus aguas, porque si no se tiene el valor para ser malo ni firmeza para mantenerse en el lado bueno, uno, cualquiera, acabará siempre mal. Le ocurrió primero a Anselmo, el primer párroco y luego al pobre, en todos los sentidos, maestro.

                        La gente, las personas, creen saberlo todo de todo el mundo, pero en realidad no saben nada. Esos son los surcos sobre los que se siembra la maledicencia, que el autor, parece conocer muy bien, así como los rituales de la Misa, versículos evangélicos y los salmos. El único camino para vencer a la maledicencia y a la calumnia, es cerrarle las puertas y los oídos, evitando que la sombra de la duda se asiente en el alma. Eso es contra lo que lucha Antoniano y a lo que no conseguirá vencer.

                        Si actúas como si tuviese Fe, tendrás Fe, eso es lo que dice una vieja máxima eclesiástica. Antoniano, hermano Marista en Cuba, perdió la Fe, tanto en lo divino como en lo humano, en el claustro del convento de la isla caribeña. Desprotegido de cualquier certidumbre, se enfrentará solo a los vapores tóxicos que destila su casera, la bruja Clementina, que tiene un gato al que llama Satán, y una aldaba en forma de escorpión. La lucha contra el diablo está presente desde el primer momento, igual que la presencia de la Cruz. Como dijera Don Quijote: Ten cuidado Sancho, que detrás de la Cruz siempre está el diablo. Los enemigos del alma son tres: el mundo, el demonio y la carne. Antoniano no estaba preparado para subir ninguno de esos tres escalones.

                     Los versos finales de la novela, muestran claramente lo que ha sucedido: Todo es mentira, falsedad y dolo, todo en la sombra por la espalda hiere; solo el amor de los padres no tiene engaño, ni doblez, ni muere.

                     PD: el libro puede comprarse en las librerías de Melilla.

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3 comentarios en “El maestro de Ruiponce

  1. Esa atmósfera agobiante y en ocasiones opresiva es común en casi todos los lugares pequeños. Ya sean pueblos o ciudades, el ambiente se torna enrarecido, las suspicacias, envidias, etc…Yo pasé mi infancia a caballo entre la capital y un pequeño pueblo situado en el corazón de Andalucia. Mis abuelos maternos eran de allí y la casa familiar era el lugar de encuentro de veranos, vacaciones y temporadas. Tendría entonces unos 150 habitantes, incluso hoy menos debido al éxodo rural. Y es cierto que ocurrían cosas insólitas, y enfrentamientos entre vecinos, difamaciones, etc… Es curiosa la vida en estos pueblos. Nunca había oído hablar de este municipio vallisoletano. Muy bonitos los versos del final, es verdad que los padres nunca fallan.

  2. Y siguiendo con el tema de este tipo de libros, dos muy buenos, «La vida rota» también en un pueblo con las desigualdades sociales de la España de principios del XX. Y «El árbol de la ciencia» de Pío Baroja.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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