Recurrimos al código penal y a los reglamentos, que no lo describen todo, ni lo tienen en cuenta todo, para poder opinar o posicionarnos sobre una acción inadmisible del presidente suspendido, de la Real Federación Española de Fútbol, en la ceremonia de entrega de premios de la final del Campeonato del mundo femenino y no encontramos una definición satisfactoria.
En viejos y antiguos tratados morales de comportamiento y de ética pública, encontramos las frases adecuadas para describir las acciones del representante del fútbol español, en una jornada que debió ser solo festiva y de gloria, que está enturbiada irremisiblemente por su impudicia. No se habla de otra cosa desde entonces.
Tocarse el propio miembro viril masculino, con delectación y de modo obsceno, a solo 3 metros de S.M. la Reina de España Doña Letizia, y a solo dos de S.A.R. la Infanta doña Sofía, y frente al resto del mundo, conllevaría la dimisión inmediata, o la destitución vía Decreto Ley, de tan impúdico y bestial personaje, dominado por una furia y euforia incontrolable. Transgredió de modo consciente, cualquier límite de comportamiento público. Lo sorprendente, es que no haya existido unanimidad en todos los sectores sociales y políticos, en exigir la destitución del descontrolado Rubiales, y hayan sido significativos los apoyos recibidos por este personaje. Estos apoyos, velados, firmes o dubitativos, fueron los que le permitieron emprender una huida hacia adelante, en donde pisó más charcos y rompió más cristales, en vez de pedir el perdón público y mundial, y dimitir inmediatamente después.
La impudicia consiste en tactos, tocamientos, besos impúdicos, palabras y gestos obscenos, hechos de manera torpe y grosera, en comunidad, con delectación y satisfacción personal, sin respeto alguno a la intimidad de los presentes, o incluso invadiendo el espacio íntimo y personal de otras personas, caso de la futbolista Jennifer Hermoso. No solo se recreó en la acción, sino que mostró al mundo su nulo respeto a la obligada distancia personal y corpórea, en un acto público, y en la obligada deferencia del cargo que ostentaba en ese momento. Las posteriores explicaciones en las que culpó de su propia acción a la futbolista, mostraron su ausencia de arrepentimiento y la carencia de límites morales o de frenos éticos. Su ósculo no fue inocente, sus torpes tocamientos «in partibus secretioribus» tampoco, aunque no hubiera gran conmoción de la carne. El personaje estaba fuera de sí, mientras todos los demás se comportaban como personas.
Los secretos del mundo del fútbol
De todos los deportes practicados por los humanos, el único que ha generado un industria universal es el fútbol, y es una de las actividades más rentables y lucrativas, pero no solo en los altos cargos de las federaciones nacionales e internacionales. Los dirigentes regionales, autonómicos y provinciales conforman una nomenclatura, muy opaca por lo general. En el mundo del fútbol corren ríos de dinero, que compran voluntades y espíritus. Esa es la explicación de los aplausos a la autojustificación de la fechoría de Luis Rubiales, y las desafecciones posteriores, pero llevadas a cabo con sordinas en las trompetas. No vaya a ser que el personaje vuelva y pase factura a los desafectos.
La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se convirtió en entidad privada para escapar del control público en sus ingresos y gastos. El caudal monetario federativo fluye como los ríos, desde las alturas a la desembocadura y tiene sus propios afluentes o patrocinadores. Los sueldos y dádivas son vertiginosos. Se compran y venden campeonatos del mundo, se alteran votaciones, se trasladan campeonatos nacionales a sedes emirales se venden partidos o parte de ellos, se apuesta por todo, hasta por un penalti antes del fin de la primera parte. Cualquier cosa porque el dinero manda y ordena.
Ahora ya es una cuestión de Estado. La obscenidad fue cometida delante de la S.M. la Reina de España. A Luis Rubiales solo le espera la destitución. Él, por su propia idiosincrasia es incapaz de comprender el alcance de lo que hay hecho, incluida la jugadora Jennifer Hermoso. Es una cuestión de decencia y dignidad pública.
Nota: Pese a su notoriedad, y pese a que está grabado por medio mundo, no hay vídeos o fotografías de gran resolución de los tocamientos impúdicos del todavía presidente del futbol español. Es el tiempo de la censura universal. Solo queda loque quieren que veamos.