



Memoria, historia y recuerdo. Proceso contra Miguel Hernández.
Es un lugar diferente, el Centro de Historia y Cultura Militar de Melilla, con una parte noble y otra moderna. En ambas se pueden consultar libros, realizar trabajos o cualquier otras actividad intelectual. Cuenta con un interesante fondo bibliográfico procedentes de las antiguas bibliotecas de los acuartelamientos melillenses, y también con todas las publicaciones recientes patrocinadas por el Ministerio de Defensa.
Hace apenas unas semanas se ha publicado un nueva Ley de Memoria Democrática 20/2022 de 19 de octubre, que amplía la de Memoria Histórica de España 52/2007 de 26 de diciembre. Es evidente que la historia no puede ser modificada, pero sí su memoria, recuerdo e interpretación. El Archivo General e Histórico de Defensa fue creado por Real Decreto el 18 de noviembre de 2011, dos días antes de la convocatoria de las elecciones generales de ese año. Fue quizá uno de los últimos dictados por el gobierno de Rodríguez Zapatero. Desde entonces, con más voluntad que medios económicos, el Ministerio de Defensa empezó a concentrar toda la documentación de la que disponía, centralizándola y procediendo a su digitalización. En principio, casi toda la documentación es accesible a los investigadores calificados, y también a los usuarios comunes, a través de medios digitales. Por su parte, el Ministerio de Cultura ofrece el Portal digital PARES de Archivos Españoles. La Biblioteca Nacional ofrece un amplísimo catálogo publico, tanto de recursos bibliográficos, como de la prensa escrita en todo el territorio español. Salvo en muy contadas excepciones, como esta de la que escribimos, la situación en nuestra ciudad es la antítesis absoluta. Apenas existe nada digitalizado, y mucho menos de acceso público. Solo una vez dentro de los archivos, se puede tener acceso a algo, a parte, pero casi nunca a todo. Esto resulta vital, para poder escribir y contar las cosas tal y como sucedieron, contando con fuentes documentales originales. La digitalización del Telegrama del RIF no es completa ni de acceso libre, y la de otros periódicos como El Popular, no existe, pese a que está en la biblioteca de Tetuán.
El proceso a Miguel Hernández
Junto con Federico García Lorca, el alicantino Miguel Hernández Gilabert es el poeta más representativo de la Guerra Civil Española. Frente a la brutal muerte del primero, Miguel Hernández opone la dureza del cautiverio y del martirio, en el otro lado de la balanza de la represión política. Consultar libros empieza ya a resultar un placer extraño en la inmensidad del mundo digital, pero también es cierto que no todo ha pasado al mundo informatizado. Hay cosas que solo se encuentran ya, en su primitivas ediciones de papel, y muchas desaparecerán sin que nadie llegue a recordarlas.
Dentro de ese proceso de informatización de archivos y de causas sumarísimas instruidas contra militares, colaboradores, y personas significadas de la II República, el Ministerio de Defensa ha presentado, junto con la Universidad de Alicante, el proceso sumarísimo incoado a Miguel Hernández, en una edición escrita y elaborada por Juan A. Ríos Carratalá. No fue solo un proceso, fueron varios, que concluyeron con su condena a muerte, posterior conmutación y muerte en la cárcel por tuberculosis. Los procesos represivos del franquismo fueron tan fraudulentos como los de los tribunales populares llevados a cabo por «las chekas», solo que los primeros todavía no son reconocidos así por todos, y ya han sido necesarias dos leyes de Memoria, mientras que los segundos son un sinónimo de proceso fraudulento. Esa es la consideración que hay que cambiar en la mente de todos los ciudadanos españoles interesados en el tema, y la equiparación que hay que conseguir. Este proceso de equiparación de la memoria sigue resultando muy necesario, aunque sigue siendo muy tardío. Es algo que debió iniciarse en 1992, con la modernización de la imagen de España.
Los juicios sumarísimos eran procesos judiciales en los que la sentencia ya estaba dictada antes de iniciarse el procedimiento. Todo la información a recabar tenía como objeto la confirmación de la acusación y no la posibilidad de su inocencia. Sorprende la dureza del lenguaje con respecto al poeta: individuo, encausado, agitador, y la de comisario político, que siempre negó.