




La Democracia es la suma, que no Sumar. Tenemos a 24 millones de votantes, perfectamente divididos en 2 bloques, completamente legítimos y legitimados para gobernar. Se trata solo de ver quién suma más. Al Partido Popular no le salieron las cuentas con VOX, ni al Partido Socialista con Sumar. El resto, también representado, es la amalgama. ¿Cual de las dos sumas es la más representativa? Evidentemente sería aquella que logre sumar a un mayor número de partidos, aunque muchos sean de tendencias opuestas. La amalgama, que algunos llaman Frankenstein, alcanza 1,5 millones de votantes y agrupa a 6 partidos, aunque algunos de ellos sean tan comprometidos como EH Bildu, Esquerra y Junts siendo el más conflictivo por sus exigencias, el último, que ha impuesto unas condiciones sine qua non (indispensables), que estiran hasta el límite mismo, las costuras constitucionales y legales.
Por gobernar se está dispuesto a pagar cualquier precio, y eso lo hemos visto a lo largo de la actual etapa constitucional española, en los periodos de ausencia de mayorías absolutas. La pregunta es si se debe hacer o si merece la pena. Y aquí ya hay que dejar la respuesta abierta. La sensación es que no hay un plan preconcebido para desactivar el polvorín separatista, salvo el de dejar correr el paso del tiempo. Se van a llevar a cabo una serie de medidas de condonación y de perdón político, sobre el propio borde o de la legalidad vigente, que puede salir bien o mal, pero que solo es una apuesta y no un plan. Esto es lo que causa inquietud a la ciudadanía. Sería una obviedad recalcar que es potestad de un gobierno legislar, y que puede crear un nuevo marco legal si quiere, porque por eso se trata del Poder Ejecutivo. Solo que las puertas se abren para todos, incluidos los gobiernos futuros.
Ocurre que PSOE y PP, los partidos emblemáticos del bipartidismo, están atados irremisiblemente a sus extremos (EH Bildu, Esquerra y Junts en un lado) y VOX en el otro, y aunque no se quiera reconocer, VOX ha dado más miedo al conjunto de la sociedad española, que los separatistas. La respuesta es sencilla y es porque los nacionalismos separatistas actúan o pretenden modificaciones en sus ámbitos autonómicos, mientras que VOX busca implantar su visión en el conjunto de la nación, incluidos los territorios autonómicos. Esta amenaza impidió al Partido Popular llegar a cualquier tipo de acuerdo con el Partido Nacionalista Vasco, y por eso no le supone ninguna dificultad hacerlo al Partido Socialista. No es lo mismo pretender acabar con las Autonomías y sus lenguas, que intentar detener las derivas secesionistas.
Una de las apuestas en impar y negro y la otra par y rojo. Da exactamente lo mismo. Una pasará y la otra no. Nos podemos perder por cualquiera de los dos caminos. Pero también existe la posibilidad de que no salga mal, de que este arriesgado movimiento político resulte bien, que el nacionalismo separatista catalán esté en proceso de reflujo, y que todo el nuevo equilibrio legal de resultado, pese a las muchas dudas que suscita. Existen el Poder Judicial y el Legislativo, que se renueva en elecciones generales cada 4 años. En una Democracia un partido político no puede ser acusado de dar un golpe de Estado, cuando solo está conformando una mayoría política con suma de votos, gusten o no gusten algunos de esos integrantes. En una Democracia una mayoría puede ser revocada en las siguientes elecciones, y eso tampoco sería un golpe de Estado. Si todo es ilegal, hay suficientes controles en el Poder Judicial. En una Democracia la calle no puede ser una alternativa al Parlamento.
La crispación es máxima, y la agitación política y social también. No se puede alentar la crispación ciudadana con concentraciones contra una mayoría que acaba de salir de la urnas. Los votos son los que han sido. No existe diálogo de ninguna clase, sino repetir los propios argumentos con el mayor estruendo posible. Ahora todo el mundo demoniza al grupo enfrentado adjetivándolo como fascista o comunista, sin que en esencia lo sean ni unos ni otros. Pueden identificarse tics autoritarios, intransigentes, totalitarios, pero de ahí a calificarlo todo como fascista o comunista hay un trecho muy largo. En España sigue sobrando mucha casta y muchas nomenclaturas. Hay demasiado populismo disfrazado de vitolas de diversa índole, muchas de ellas efímeras. Algunas ya desaparecidas y otras en proceso.
Lo que se nos viene encima es el liberalismo político y económico, y el desmantelamiento de los Estados clásicos. Este es el verdadero peligro. La Democracia es la que precisa ser defendida, pero el solo hecho de presentarse a unas elecciones no convierte a nada ni a nadie en demócrata. Los hábitos democráticos se ejercitan y se promueven.
En el Frankenstein de Mary Shelley no se le presentaba como una idea mala, es más se le denominaba como «el moderno Prometeo». Sin embargo es el resultado lo que le convirtió en algo malo. En Waterloo se acabó con una ambición desmedida, la de Napoleón, que sin embargo en su Directorio salvó a Francia y a su Revolución de la locura homicida del Terror, la época más sangrienta de Francia. Napoleón acabó convertido en alguien del que hubo que deshacerse por sus propios pasos.
Cuidado con la maldición de Waterloo. España no se ha desintregrado en el periodo 2018-2023, ni lo hará a partir de ahora, pese a que algunos trabajan de modo indudable para ese fin. El resultado no puede saberse cuando todavía no ha empezado la partida. España tiene futuro.