



La cafeteria y bar Panda era la más antigua del centro de la ciudad, en su emplazamiento y nombre original. Se encontraba en los bajos comerciales surgidos tras la demolición del teatro Monumental, allá por los inicios de la década de 1980. Fue un asunto escabroso donde las haya y del que nunca se sabrá toda la verdad. Fue el pistoletazo de salida para la demolición del «Modernismo melillense».
Fue también uno de los primeros establecimientos de hostelería bajo la titularidad de una mujer. A lo largo de estos años ha cambiado tres veces de propietario y sufrido otras tantas remuneraciones internas. Un poco más adelante en la calle, estaba el legendario «Los Candiles«, otro local de tertulias y conspiraciones, pero desaparecido ya hace mucho, casi hasta de la memoria.
La tertulia era la característica de la cafetería Panda. No sólo se iba a tomar café o a desayunar. La disposición de las mesas, enfrentadas las unas hacia la otras, facilitaba el ambiente para la charla, que podía versar sobre de cualquier tema. Los que íbamos allí habitualmente, comentábamos cualquier tipo de asuntos. Al ser un local pequeño se trababa conocimiento pronto, por lo que luego ya resultaba dificil permanecer en silencio, y más con Sergio, su último propietario, que interpelaba constantemente a sus clientes asiduos. Allí se iba a desyaunar, y también a charlar, compartir o debatir temas, en total orden y armonía, independientemente de la adscripción política. Los clientes del Panda procedíamos de todos los sectores económicos de la ciudad, por lo que para cualquier problema o duda, siempre había alguien que pudiera resolverla o procurar un consejo. Los propietarios y trabajadores de los negocios y establecimientos cercanos solían desayunar allí, incluidos algunos de los trabajadores más jóvenes del banco de Santander, o Mimón, el vendedor de la ONCE más próximo. Los locales del pasaje Avenida nutrían también la variopinta composición de la clientela del ya desaparecido Panda.
La siempre cambiante legislación vigente obliga a constantes actualizaciones a los propietarios de pequeños negocios. Aunque su último reforma era reciente, precisaba ya de algunas adaptaciones, pero lo que decidió su suerte fue el traslado de su último arrendatario, a un establecimiento hostelero de de mayor empaque. Pero sobre todo, persiste la maldición del Teatro Monumental. Ningún negocio, local o uso ha tenido allí continuidad. La cafetería Panda era la última de Filipinas. La guerra ya estaba perdida desde hacía mucho, pero resistían.
Esta vez no ha pasado la que otras. Lentamente fuimos capturando instantes de esas tertulias y tertulianos, para que al menos quede eso.