Emilio Caramazana Hernández, canónigo de Badajoz


En internet no está todo, es más, cada vez hay menos. Todo está muy seleccionado y depurado. Enlaces que existían hace 10 años, ya no. Por eso me sorprendió la referencia a mi tío abuelo Emilio Caramazana, sacerdote de la diócesis de Badajoz, capellán durante décadas de las Siervas de María, y finalmente canónigo de la S.I. Catedral de Badajoz; en el blog de un maestro jubilado, Juan Francisco Caro, alumno del seminario diocesano, del que era profesor de latín y otras materias. El latín que no solo conocía, sino que hablaba.

En sus recuerdos como alumno del seminario, Juan F. Caro escribió lo que sigue: «D. Emilio Caramazana fue mi profesor de latín y de Lengua Española en los primeros cursos.  Sus clases eran entretenidas. Nos colocaba en corro y nos hacía preguntas. Se subía de lugar cuando se acertaba una pregunta que los anteriores a ti no sabían. Si hablabas más de la cuenta te mandaba a la cola o te hacía retroceder varios puestos. Después se compadecía y empezaba a preguntarle a los que estaban delante para ver si conseguía resarcir al penalizado. Tenía un latiguillo que repetía siempre que algunos se reían y a él no le hacía gracia: “No me río yo”. Las calificaciones las ponía al final de mes según el puesto que ocupaba cada uno en el corro.  Se sentaba en su mesa y colocaba la mano delante de la libreta para que no viésemos las notas que iba poniendo. En una ocasión preguntó al primero de la clase cómo se decía merienda en latín y fue pasando puestos del corro porque nadie lo sabía. Un compañero, que era de Ribera del Fresno se llamaba Juan Báez, estaba deseoso que llegase su turno para responder lo que él creía la respuesta correcta. Cuando le llegó la vez respondió casi gritando: “merendola, merendole”. En ese mismo instante quedó bautizado».

Posteriormente, y sigue activa la referencia, pude leer que asistió como monaguillo al fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer: «Entre sus monaguillos había un seminarista, Emilio Caramazana, que durante las vacaciones de los meses de agosto de 1927, 1928 y 1929 le ayudó a misa». Esto se cuenta en su biografía oficial escrita por Andrés Vázquez de Prada. Ahí se inicia la amistad entre el santo fundador de la Obra de Dios, y mi tío Emilio, que ingresará en la muy selecta Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, o milicia de élite del Opus. Tanto es así, que cada 2 de febrero, aniversario de su fallecimiento, se celebra una misa en su nombre en Roma. Esta era una especial preocupación suya, las misas de asistencia por las ánimas. Algo que me comentó en diversas ocasiones, y para lo que dejó estipulado en su testamento, una considerable cantidad de dinero.

El sacerdote Caramazana y el maquis

Cuando se rinde Madrid en marzo de 1939, parte del Ejército republicano del Sur y de Extremadura estaban intactos. Fueron decenas de miles de prisioneros que fueron a los campos de concentración extremeños, como el de Castuera. Algunos escaparon o ni siquiera se rindieron de modo oficial. Se convirtieron en «los maquis», y su único modo de vida posible era el bandolerismo. Aquí apareció la segunda referencia impactante sobre mi tío, Emilio Caramazana.

Eliseo Camacho publicó en 2015 una historia sobre la relación de su familia con los maquis en 1953, que realizaban por aquella época secuestros rápidos. Al parecer secuestraron a un tío suyo, y tuvieron que pagar 25.000 pesetas de la época. La Guardia Civil citó al abuelo y apresó al «pagador», Germán, pero la madre, Emiliana Rubio, sabedora de su inocencia, decidió interceder por él (con indudable valentía para aquellos tiempos), y se dirigió a la única persona que podía ayudarle, el sacerdote Emilio Caramazana, al que conocía tras su estancia como párroco en Herrera del Duque: Entonces dijo mi madre:» -Conozco en Badajoz a una persona que creo que nos puede ayudar. Esa persona es D. Emilio Caramazana, Capellán Eclesiástico de la Catedral de Badajoz, con quien tengo buena amistad. Al día siguiente mi madre se presentó en Badajoz. Al llegar a la ciudad fue directamente a la Catedral para hablar con D. Emilio. Después de un cordial saludo le preguntó: -¿Qué te trae por aquí señora Emiliana? Te veo muy de luto.-

Mi marido ha fallecido hace algo más de dos años, pero el motivo de mi visita es otro. En mi pueblo los maquis han secuestrado y con amenaza de muerte a mi hijo y a mi hermano, y para que los dejaran libres hemos tenido que pagar un rescate. La persona que ha llevado el dinero está aquí en la cárcel y la guardia civil de mi pueblo ha puesto en el atestado que es un “presunto enlace”, pero no es así. Es una buena persona que lleva muchos años trabajando en la casa de mi padre, nos quiere y le queremos como de familia, incluso a arriesgado su vida para salvar la de mi hijo y la de mi hermano, por eso tengo que hacer todo lo que pueda por él… pero no sé el qué, y vengo a pedir ayuda. Por favor, ayúdame. -D. Emilio vio a mi madre muy nerviosa, apurada, con lágrimas en la cara. Comprendía que tenía que hacer algo por ayudarla, estuvo un momento pensando y dijo:-Voy a llamar al gobernador civil, con quien tengo muy buena amistad, y veremos si podemos conseguir algo.-D. Emilio llamó por teléfono al secretario del gobernador y después de identificarse le dijo que deseaba hablar con el señor Gobernador. Pocos minutos después llamó el secretario a D. Emilio y le dijo que el señor Gobernador le esperaba en su despacho. D. Emilio y mi madre se ponen en camino; al llegar a la puerta del Gobierno Civil estaba la escolta, y al hacer el saludo militar al Capellán éste dijo: -Esta señora viene conmigo». Tras 40 días de investigaciones, Germán fue puesto en libertad. No era lo usual, ni en esa época. ni por ese motivo, ni que un sacerdote intercediera en estos casos.

Sacerdote en Badajoz y la amistad con el Padre

En Badajoz han pasado muchas cosas (Sagrajas, La Albuera), siendo la más reciente y de la que menos se sabe, la tiene que ver con la Guerra Civil. Emilio Caramaza cantó misa el 2 de julio de 1936. Escrivá le había dicho que fuese cura de pueblo, pero eso tuvo que esperar. Primero fue destinado como capellán castrense del Regimiento de Castilla. Al acabar empezó a recorrer los pueblos de la provincia: Fuente del Maestre, La Albuera, Puebla de la Calzada, Nogales, La Garrovilla, y otros que no hemos podido documentar. Regresado a Badajoz, fue capellán de las Siervas de María durante 32 años, Beneficiado de la Catedral y finalmente canónigo honorario desde 1987, hasta su fallecimiento el 2 de febrero de 1992.

Mantuvo correspondencia con el Padre Escrivá de Balaguer durante muchos años. Al menos existían 20 o más cartas en sus archivos. De esto da prueba la única carta conservada en poder de la familia. Al fallecer y quizá pasado un mes, se presentó en una de las casas familiares un edecán de la Obra de Dios, con la exigencia y mandato de volver, sin excusa alguna, con todas las cartas del Padre, dirigidas al sacerdote Caramazana, como era conocido en Badajoz. ¿Qué había en ellas como para que fuese un deber de la Obra acercarse hasta un domicilio ajeno? Por supuesto que no extendió oficio o nota de haber recogido nada.

La única carta existente, firmada pro el propio Escrivá dice lo siguiente: «Muy estimado en Cristo. Recibí tu carta y te agradezco tu felititación por la ordenación de tres nuevos sacerdotes, así como tus oraciones por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Si vienes por Madrid tendré mucho gusto en hablar contigo de los asuntos que te interesan. Os recuerdo con mucho cariño. Josemaría Escrivá». Madrid 1944

Tampoco era usual que el fundador de la Obra de Dios escribiese a nadie de modo tan directo, ni que te recibiera personalmente.

Como último dato trascendente diré  que fue compañero de seminario y sacerdocio,  del muy venerado sacerdote Rafael Sánchez,  conocido como el «padre Rafael‘.

Nota: Escribimos todo para que permanezca, porque el algoritmo pone o quita, según el número de menciones que detecte, y para luchar contra la tendencia al borrado. Lo que queda escrito ahora, permanecerá para siempre y atraerá nuevos enlaces. Lo que importa es que lo que cuenta sea verdad, aunque no sea completa, porque eso es imposible.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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