Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay tan oculto que no llegue a descubrirse, ni nada tan escondido que no llegue a saberse, porque lo que digáis de noche se escuchará en pleno día, y lo que dijísteis al oído se pregonará desde las azoteas. Lucas 12, 1-7
Toda muerte es segura. Muchas muertes sorprenden, algunas hacen enmudecer. Cuando hoy, día de San Lucas, me ha llegado la noticia del fallecimiento de Juan José Medina, confieso que no lo podía creer. Tampoco que esta foto que le hiciera junto a la sede del partido Populares en Libertad y sede de su televisión, El Vigía, fuese la última vez que lo iba a ver en vida. Nadie podía imaginarse un final tan abrupto, tan inesperado.
Juan José Medina fue miembro fundador de la Unión del Pueblo Melillense, el partido que creara Pepe Imbroda (qepd). Fue amigo personal de la familia, aunque su última y más larga militancia fuese en el Partido Socalista. Muchos no podían comprender semejantes saltos en su vida, pero el nexo de unión de todo eso era la lucha infatigable contra la corrupción y el abuso en el Poder. Contra esta circunstancia, Juan José Medina era absolutamente intolerante.
Fue director del Faro de Ceuta y del Telegrama de Melilla, desde el que denunció de manera inmisericorde «los excesos de la etapa final del gobierno de Ignacio Velázquez». Cuando fue relevado, por presiones políticas de su cargo en El Telegrama, creó su propio medio de comunicación, al que llamó El Faro. Su contribución ideológica fue trascendental para la presentación de la moción de censura que acabó con el Gobierno de Ignacio Velázquez.
También fue Director gerente de la Televisión de Melilla en dos etapas diferenciadas. Su gestión hizo pasar a esta televisión de una mera gacetilla de loa al poder ejerciente, a la Televisión actual. El armazón de la presente televisión se le puede atribuir sin duda alguna. Cometió excesos, era intransigente en muchas ocasiones, pero porque él identificaba su labor, con la de un adoctrinador en su concepto personal de la libertad de expresión y de la práctica de la política. Cuando detectaba la corrupción, el abuso de poder o la doble moral, era implacable.
Esto le llevó a ser destituido por aquellos mismo a los que él contribuyó a encumbrar en la cima del poder político de Melilla, y cuando se dio cuenta de que estos gobernantes, cometían los mismos excesos de aquellos a quienes derribaron, su situación al frente de la televisión local se hizo insostenible.
Volvió a empezar desde cero, con una televisión, El Vigia, que en origen era solo visible a través de internet. Su empuje le llevó a ser alojado dentro de Cablemel, plataforma que le volvió a situar en medio de un plató televisivo. En su etapa final volvió a una amistad sincera con Ignacio Velázquez, porque en su opinión, el remedio (el imbrodismo), llegó a convertirse en algo peor que la enfermedad a la que se combatía.
Juan José Medina se ha convertido en «un mártir» de la libertad de expresión y de la lucha contra la corrupción, sea del color que sea. Ha muerto en el día de San Lucas y el jueves se leyó en las iglesias su anatema. Ahora ya sé que todo se sabrá, por mucho que su voz se haya apagado. La trascendencia de su figura y aportación a la vida política de la ciudad tardará algunos años en ser valorada en su justa medida.
Que tu reposo sea apacible.
