Una flotilla de patrulleras en Beni-Enzar


El Dique Sur es el Finis Terrae melillense, un lugar que apunta a la intersección de la bahía de Melilla, de Melilla, divididas entre los puertos de España y Marruecos. Es un lugar único, frontera entres dos mundos, lugar privilegiado para el ocio de los melillenses. Enclave privilegiado para la pesca, para los amantes de la fotografía, de los paseos, de las carreras junto al mar o de las puestas de Sol. Lo único que está prohibido es el baño. Ver la entrada de los buques de pasajeros, o de los barcos de pesca, resulta una actividad enormemente relajante. Hasta el pasado 8 de octubre estuvo aquí el barco insignia de la Armada de España, el buque multipropósito Juan Carlos I.

Es habitual ver la entrada de las patrulleras de la Armada española o de la marina marroquí, y hemos dado algunas veces cuenta de ello. Lo que no es normal es ver una flotilla completa de patrulleras de la Marina Real de Marruecos. Hemos podido contar al menos 6, además de lanchas de desembarco y de otras pequeñas embarcaciones de transporte. Al frente de ellas se encuentra la patrullera guía, con los emblemas y banderas de Marruecos. Las patrulleras, de facturación española, son de al menos dos clases distintas.

¿Cuándo han entrado? ¿Cuál es el motivo de esta agrupación? Como hay obras en el muelle exterior, para evitar las corrientes y la entrada de arena al puerto de Beni-Enzar, no han atracado en el dique exterior y de carga, en donde se las suele ver habitualmente, sino en el interior, el que es paralelo a la carretera de acceso y a las vías del tren, en las que se transporta el mineral de hierro y carbón, de modo constante. Está incluso más alejado que los muelles de los barcos de pasajeros, que son muy visibles desde el dique Sur. Al estar más alejados, la flotilla de patrulleras pasaba desapercibida, ese es el motivo por el que los barcos de guerra llevan ese color gris, que casi los invisibiliza de la visión directa.

Marruecos está luchando contra la emigración masiva por el mar hacia las ciudades de Ceuta y Melilla, que erosiona su imagen de país moderno y democrático en el mundo árabe. Se ha tomado en serio este tipo de emigración, y desde las costas salen las pateras en dirección a Almería. Esta sería la versión blanda. La intermedia se encaminaría hacia la constitución de una «base» de la Marina Real para la reparación, descanso o el avituallamiento de sus embarcaciones. La tercera opción sería una respuesta gestual a la reciente visita del buque insignia de La Armada, el portaaeronaves Juan Carlos I.

En el Reino de Marruecos todo es interpretable, pero a decir de los analistas experimentados, nada se hace sin sentido, ya sea real o figurado. Las embarcaciones estaban visibles a una observación atenta, pero tampoco demasiado expuestas.

Uso y significado


El significado es el uso en el lenguaje. Usamos las palabras que conocemos, porque los significados que no conocemos no nos serían útiles. Lo que es más útil es aquello que más se utiliza y que todos/as conocen el significado. El criterio de utilidad es lo que da sentido al uso. Si algo no se usa carece de utilidad.

Sin embargo, esto no va sobre lenguaje y significado, sino sobre el carril de bicicletas. Que existan no quiere decir que se esté construyendo una ciudad sana y que defienda al peatón, es más, muchos tramos ni siquiera se utilizan, porque quien los realizó no pensaba en eso, sino en entrar en los programas de subvenciones por la construcción de carriles para bicicletas. El uso no era determinante. Ninguna ciudad destruye sus propias arterias urbanas.

Si decimos que el conjunto del Paseo Marítimo, el barrio del Industrial y el del Hipódromo constituyen una de las zonas más pobladas de la ciudad, y con mayor desarrollo comercial, no estamos afirmando algo que sea desconocido. Lo que sí es sorprendente es que se esté destruyendo la circulación rodada, en una zona de la que hay que entrar o salir, porque es una zona residencial, e incluso laboral.

Cuestiones sobre el carril de bicicletas

Era una obra necesaria, pero fue una obra apresurada, mal ejecutada, porque sobre todo fue una obra electoral, ese fue su verdadero sentido. Ahora se obliga al peatón residente o paseante en la zona, a atravesar dos tipos de circulación, la de los vehículos y la de las bicicletas y patines eléctricos, y ya ha habido atropellos, alguno de ellos graves. En ciudades la velocidad máxima para bicicletas y patines es de 10 km/h, pero aquí es de 30 km/h y el carril a veces parece un velódromo. Afortunadamente, la mayoría de los ciclistas tienen más cabeza que quienes les construyen los carriles.

Uso, desuso y utilidad

Hay un tramo utilizado, que es el que enlaza la plaza de España con el recinto de la Hípica, el resto no vale nada. El problema es que cegaron un carril de salida del Paseo Marítimo, para hacer progresar un carril que no lleva a ninguna parte, y carece de uso. La delimitación del carril, con las ruedas viejas, se come 30 cms. de la calzada, lo que dificulta la maniobrabilidad de los vehículos aparcados , y restan la amplitud suficiente para que por allí pasase un autobús urbano que llevase a la gente hasta la misma playa, porque eso sí sería movilidad urbana sostenible.

Sin embargo, lo que tiene menos sentido es que la prolongación del carril de bicicletas no siguiese hacia la zona de casetas de la hípica y el Dique Sur, que es la verdadera zona que habría que haber dedicado a un verdadero carril bici. La pintura roja es un sucedáneo, algo así como las huevas de lumpo al caviar. Peatonalizando la zona baldía, creando un gran aparcamiento, se hubiese prolongado en 1,5 kms. el propio carril y se hubiese creado una verdadera zona peatonal y saludable. Toda esa obra no valdrá para nada y desaparecerá del mapa, el día que Defensa abandone el Cuartel de Caballería.

Mientras llega la posibilidad del gran mordisco urbanístico, hay que que seguir alimentando al tiburón tigre de la construcción, aunque sea a base de chanquetes. Prefirieron colapsar la salida de un barrio residencial de primer orden, antes que tocar la zona tabú de «las casetas de la Hípica». Existen dos formas de equivocarse, una es cometiendo el error, la otra no corrigiéndolo. Estamos en esta última.