


La violencia sexual contra las mujeres, sexo y poder.
La cruel paradoja del caso de Iñigo Errejón, es que el ya exdiputado de Sumar y anteriormente de Podemos, solo ha demostrado coherencia en el momento final, al dimitir de todos sus cargos, renunciar a su acta de diputado y aforamiento, tras reconocer la certeza de las denuncias, y la renuncia a toda defensa pública. Ser juzgado en los tribunales ordinarios de Justicia, junto a la delincuencia común, le dará una oportunidad de redimirse a sí mismo, cuando se enfrente a la totalidad de sus culpas, y pueda obtener el perdón de sí mismo, tras cumplir las condenas que le sean impuestas en un futuro. Al renunciar a demorar el proceso con el aforamiento, podrá resolver con años de antelación, todas sus posibles causas. Y esto, que es el principar valor de su acción final, que evita un mayor sufrimiento para sus víctimas, el suyo propio, y el calvario para su formación, que no es capaz de ser reconocido por los que eran sus «camaradas y compañeros», enfrascados en averiguar quién sabía y quién no, cuando ese ya no es el caso.
La carta de explicación y dimisión de Iñigo Errejón es el texto de una persona atormentada, tanto por su conciencia como por sus actos, sean cuales sean y cuantos sean. En el momento de esta reflexión no es posible saber si estamos en el fondo, o sólo sobre la superficie.
Lo indudable es que en el momento en que su formación política ha tenido conocimiento de los hechos (no de las habladurías), le ha obligado a dimitir y él no ha ofrecido resistencia. Comparen esto con el caso Ábalos, y otros muchos en el partido de enfrente (Rodrigo Rato) y busquen las diferencias y su significado. La mayoría leerá esta reflexión y otras muchas, buscando saber si los suyos tenían razón y si los culpables eran los otros, y unos y otros pueden alternarse según el caso. En nuestro caso, en el del Alminar, el que abusa de mujeres, de niños, de trabajadores, el que desfalca, roba o engaña; deja de pertencer inmediatamente a ese concepto o grupo de «los nuestros». Los nuestros son los que se quedan y no hacen esas cosas. Esa es ya la única esperanza. Sean quienes sean para cada uno los suyos y los de enfrente.
El acoso sexual como signo del Poder
Los dos grandes partidos llevan a sus espaldas, excepto el paréntesis del franquista, dos largos siglos de alternancia y reparto ordenado del país. Manejarse en esas alturas no es nada fácil. En las cuatro primeras décadas de Democracia nadie pudo alterar ese espacio, salvo en el mundo nacionalista.
Cualquier error lleva a la liquidación personal, y cuando no se trata de un error, sino de un presunto delito, entonces políticamente se está sentenciado. En el cargo político no existe la presunción de inocencia porque la política no es inocente. Es una actividad muy erosiva.
Lo que hay que decir también es que los mismos que criticaban los excesos y errores de la Ley del Sí es Sí, ahora no tienen duda alguna sobre el testimonio de la mujer denunciante, que como cualquier otra, debe ser creída desde el principio. En casos anteriores , no muy lejanos, decían, y es un argumento que está en la calle: «que ser hombres es un riesgo en tiempos de leyes comunistas’. Esto es falso, lo que debe ser un riesgo es ser un machista agresivo, abusador y otras cosas peores.
No hay comunistas en España, como tampoco hubo nunca nazis en Ucrania. Unos quedaron extinguidos en 1945 y los otros en 1991. El espacio de la izquierda seguirá existiendo, pero necesita adoptar y definir nuevos parámetros. En este caso, al asumir la culpa desde el principio y dimitir, Errejón ha cerrado el espacio de la culpa sobre sí mismo. Y esto es muy importante. Aunque lo pretendan, la culpa no se extiende ni alcanza a Sumar, Podemos, ni al comunismo inexistente. La culpa sólo afecta al acusado y a/o los pocos que pudieron conocer sus acciones y encubrimiento. Claro que esto sirve también para todos.
Las cosas son malas porque lo son son, no porque lo hagan los nuestros, los suyos o los otros. La violencia contra las mujeres existe, es estructural, existe desde el principio de los tiempos, y se mantiene incólume en cualquier forma de Estado y sociedad. En este momento se matan mujeres en un Estado democrático como México, y en otros tiránicos como Irán y Afganistán.


