Amianto en destrucción


Este no es un tema que guste a los gestores de la ciudad, presentes o pasados. La verdad es que les gustan muy pocos temas, salvo los que tengan que ver con inauguraciones, obras nuevas, fiestas (de cualquier comunidad), actos religiosos, eventos (únicos o duplicados), viajes, barcos nuevos, y un largo etcétera. La parte menos atractiva de la gestión es la de mantener, vigilar y reparar, pero es la más importante de cada área correspondiente. Las obras sin fin son huidas hacia adelante sin final posible.

El que hemos vuelto a encontrarnos con el amianto, tema y asunto sobre el que se ha extendido una densa capa de silencio, pese a su peligrosidad, y a lo cerca que estamos de este material venenoso, que hizo mil millonario a todos los que se relacionaron con su fabricación y venta. Cuarteles, naves industriales y ganaderas, azoteas, techumbres diversas, e incluso aparcamientos, se cubrieron con los chapones de uralita, el mal silencioso y eterno.

Las planchas de amianto se tornan peligrosas cuando se manipulan, se perforan con taladros para sujetarlas, algo que hicieron centenares de obreros y soldados en Melilla, cuando se fragmentan y cuando exceden su periodo de vida útil, que está cumplida desde el año 2000, cuando se prohibió su fabricación y venta.

Estos son los aparcamientos de la antigua zona militar de la Hípica, en lamentable estado desde hace dos décadas, en las que que incluimos los cuatro últimos años. Empezamos a escribir sobre el amianto en 2017, y desde entonces hemos publicado más de 10 artículos, dando a conocer la situación y estado hasta de la última plancha de uralita existente en Melilla. Las conocemos todas y están más cerca de lo que algunos imaginan.

Estas placas de uralita de los últimos aparcamientos de la Hípica, están situadas en un lugar por el que pasamos todas y todos, en algún momento a lo largo de la semana o del mes. Se ve que hace poco impactó algún vehículo contra las barras que sostienen las placas y configuran el aparcamiento, utilizado como refugio por los sin techo melillenses. El impacto ha alterado el equilibrio de un material que ya estaba en estado de deterioro, y que ahora se encuentra en su situación más peligrosa para la salud individual y pública, o sea, roto y apunto de venirse abajo con el consiguiente esparcimiento de sus letales e invisibles partículas.

Si no escribimos esto hoy mismo, esa ruina estaría en la misma situación hasta las elecciones de 2027 (como lleva desde el 2000), en el mismo grado de desidia dominante. Sin embargo, tras el accidente, un gobierno atento y pendiente hubiese acordonado todo el perímetro del aparcamiento, hubiese envuelto con plástico todas las placas, y hubiese ordenado su retirada controlada inmediatamente, para proceder al traslado de las mismas hasta el almacén misterioso en las que se guardan. No se ha logrado resolver eso en todas las áreas de gestión. Ahora ya sí se va a hacer algo, pero este no puede ser el modo. No son, o somos los ciudadanos, los encargados de estas cosas, y mucho menos un modesto, longevo y a veces cansado blog. El amianto mata.

Nota:https://elalminardemelilla.com/2017/11/15/la-llegada-del-amianto/

El garaje de San Juan en Melilla


 

        En realidad este garaje no tiene nombre, yo le llamo de San Juan porque está situado en las inmediaciones del Torreón y los almacenes de San Juan, que actualmente ocupan el Club Scorpio y la AEM (Asociación de Estudios melillenses). En los primeros años de la década de 1990, cuando se construyó ese aparcamiento público, aparecieron unos restos de muralla y también unos antiguos hornos de Intendencia (de los que nuestros expertos desconocían su existencia). Hasta hace tres años no me había interesado por su presencia, aunque sí conocía su existencia. Pensaba que unos hornos del siglo XVIII o XIX no eran mas que eso, unos hornos. Sin embargo era una deuda pendiente y decidí acercarme allí y fotografiarlos.

      Me dejaron una grata impresión los restos, sin embargo me extrañó no ver por allí una mínima placa que informase de la datación o procedencia de los restos, como sí ocurre en las murallas del siglo XVII descubiertas en Málaga en el aparcamiento de Marqués de Larios. Allí sí se informa y sí se dice lo que es, tanto en el interior como en el exterior. En Melilla nada, y eso que aquí existe la Fundación Melilla Monumental, supuestamente encargada de la conservación y difusión de los vestigios históricos, y cuyo coste anual se acerca al millón de euros, el de La Fundación.

      Las bóvedas de los hornos y las chimeneas son fácilmente reconocibles, sin embargo, ese resto de muralla no cuadra con el resto de la construcción, parece que hay edificaciones superpuestas, incluso de siglos diferentes, pues los materiales no son los mismos. Los materiales se reutilizan, las construcciones se superponen. Otras cosa que llamó mi atención fueron los silos, que son bastante profundos y el pensar si han sido excavados o no, si proceden de la época de los hornos o si son anteriores y posteriormente reutilizados.

          Lo peor no es que todo está sin señalizar, es que está mal conservado, que muchas partes se están desmoronando y que en Melilla, en donde hay un agujero, en este caso una bóveda, el lugar se convierte en basurero o en una «papelera monumental».

    Aquí dentro no podemos echar la culpa a nadie, porque es un lugar vigilado, osea que si esto está lleno de basura, los únicos que transitan por la zona son los ciudadanos  que acuden a aparcar o a retirar sus vehículos.   Es lamentable que en Melilla cualquier cosa acabe de esta manera. Es descorazonador que las entidades supuestamente protectoras del Patrimonio no sean capaces de gestionar estas cosas, pese a los abundantes presupuestos que manejan. Aquí, aparte de limpieza, debería estar todo correctamente señalizado, identificado y sobre todo, datado y conservado, porque los hornos se están desmoronando.

Plaza del apar-caos


    Los trabajadores y funcionarios de Las Torres del V Centenario (a las que nadie llama así), sufren como nadie los efectos de aparcar en la Plaza del Consejo de Europa (a la que nadie conoce por ese nombre). La modalidad de aparcamiento en esta plaza es la de «barra libre» y consiste en aparcar el coche en las zonas habilitadas al efecto y luego rezar para que nadie te tapone la salida. Los rozones en los parachoques, los golpes y los estado de infarto son normales cuando descubres que tu coche se ha quedado encerrado, o cuando despues de completar el giro resulta que alguien ha cegado la vía del carril de salida y tienes que dar marcha atrás y buscar la salida por otro lugar. Tampoco es extraño que  a veces esté cerrada incluso la zona de entrada. El aparcamiento es caótico y sería peor si no estuviesen allí «los gorrillas», que como pueden regulan un aparcamiento dejado de la mano del destino y de la suerte.

         Todo sería más fácil si se pintase, «de modo duradero» , tanto las plazas de aparcamiento, como los carriles de giro y circulación y se señalase tanto la entrada como la salida. Si se pintasen las plazas en sus dimensiones lógicas, habría al menos un 20% más de plazas, que las que se demarcaron con las  invisibles losas suelo, que en teoría son de diferentes colores (verde y salmón).