El Industrial, la saturación de un barrio


Urbanismo sin orden ni concierto

Desde la plaza de la Goleta hasta la de Adolfo Suárez, y con los límites del Paseo Marítimo y la calle de García Morato, el antiguo barrio del Industrial conforma un rectángulo de aproximadamente 1 km2 , en el que habitan casi 8000 personas. La densidad de población se obtiene sin necesidad de operación matemática alguna.

Es el barrio comercial y residencial más importante de Melilla, además de estar ubicado junto a las playas de la ciudad, lo que le convierte en un destino obligado en la temporada estival. Pese a la magnitud de las cifras, solo cuenta con un pequeño parque infantil de apenas 100m2. Tiene colegios, supermercados, un Teatro-Cine, un centro de salud, la sede de Correos, y sobre todo, una pésima planificación del tráfico rodado. Todas las reformas que se han realizado no han hecho otra cosa que empeorar el tránsito por el barrio.

Las familias que viven allí, las que se acercan a realizar compras, o a disfrutar de las playas, tienen derecho a hacerlo en coche, entre otras cosas, porque no todo el mundo puede desplazarse a pie o en bicicleta. Los peatones tienen por supuesto el derecho a desplazarse con comodidad por su entorno. Sin embargo, y como paradoja, está exento del «transporte urbano». No llega hasta él, ni tiene posibilidad de llegar, ningún autobús urbano (COA), ni tampoco existe una sola parada de taxis en todo su perímetro. Para abundar más en esta saturación, los pasos de cebra han disminuido, y se ha creado un carril de bicicletas, por detrás de la línea de aparcamientos en una posición peligrosa y de escasa visibilidad, en la calle marqués de los Vélez. Esto quiere decir, que un peatón debe estar atento a dos tipos de tráfico distinto, si quiere cruzar esa calle. Todo un despropósito.

El nuevo mantra de la ciudad es el de «hay que ganar terreno», pero no se dice que es para la construcción, no para el ciudadano. Hay terreno de sobra para duplicar la superficie edificable en Melilla. De hecho, se están levantando, o edificado 100 nuevas viviendas en el barrio, en donde antes solo existían casas bajas unifamiliares y almacenes del antiguo industrial. Es más, hay dos enormes solares, uno ya expedito, que multiplicarán en años próximos el efecto de saturación, porque no se van a añadir ninguna nueva obra de esparcimiento urbano, o zona deportiva colectiva, que atenúe esa saturación.

Las terrazas de las cafeterías se expanden sobre las aceras, provisionalmente, sin límite alguno, y pierde espacio el peatón. Se proyectan calles mixtas, peatones y coches sobre calzada única, y al final el espacio de aparcamiento se ocupa o por más terrazas, o por mobiliario urbano, dificultando el abastecimiento de los comercios. También se cierran calles al tráfico y se dificulta el acceso de los residentes, al que se obliga a recorrer casi todo el barrio, para poder cambiar el sentido de la circulación, o para acceder a otra zona del barrio.

¿Cuá es el fin de todo esto? Crear la necesidad de que la Ciudad Autónoma arrende o compre el garaje fantasma de los bajos de los antiguos talleres Montes, ocupados hoy por un supermercado. Con todas estas reformas no solo se dificulta la vida cotidiana del barrio. Se impide también el acceso de cualquier vehículo de emergencias (policiales, bomberos, sanitarios). El transporte público excluido, por supuesto.

Campanas e iglesia de La Divina Infantita


                              El bien suena y el mal vuela

Enrique Delgado

               La búsqueda constante y la casualidad, hacen que a veces se compongan los hilos del recuero. Hay muy poco escrito, muy poco fijado. Había muchas fotos y datos pero todo fue desapareciendo. Las religiosas esclavas de La Inmaculada Niña o Divina Infantita, llegaron a la ciudad en 1921. El Desastre de Annual hizo que el nombre de Melilla diera la vuelta al mundo. Es una advocación de origen mexicano, pero fundada en España por un almeriense, el padre Federico Salvador Ramón.

              Su primer colegio y convento se construyó casi en el mismo lugar que ocupa actualmente, en el barrio del Industrial, en donde han permanecido desde su llegada a la ciudad. Su primera capilla, con frente de espadaña y mirando hacia la calle se inauguró y bendijo durante las fiestas del barrio del año 1929, el día uno de septiembre. La capilla residencia y colegio se construyeron sin estilo arquitectónico determinado, pero el proyecto de la capilla originales del capitán ingeniero militar Francisco Carcaño, y éste sí es un importante dato olvidado.

                         Las campanas olvidadas de La Divina Infantita

            La pequeña congregación de la Divina Infantita esconde la historia de un milagro asombroso, en época de gran mortandad infantil en la ciudad, y uno de los escándalos judiciales más espectaculares de la historia de Melilla. Tenemos datos tanto de una como de otra cosa pero ahora no podemos escribir acerca de ello. Todas estas cosas me fueron reveladas por José Vacca (q.e.p.d.) y en principio no le creí, al menos en las proporciones que él lo contaba. Sin embargo, un día, varios años después de su fallecimiento en 2007, encontré el rastro judicial de ese formidable escándalo judicial, que pasó sin pena ni gloria entre el acontecer de la ciudad, pese a sus espectaculares proporciones.

        No sé en qué momento se transformó por completo el aspecto de la residencia, capilla y colegio de las religiosas de la Inmaculada Niña. Todo rastro del pasado fue alterado y borrado. Incluso las campanas fueron retiradas y ya no tañen desde entonces. Se encuentran depositadas en la azotea de la moderna residencia de las religiosas, y han sido objeto de constante atención por parte de coleccionistas, que han pretendido llevárselas, con la excusa de conservarlas y restaurarlas. Las traemos hoy aquí, al Alminar, con objeto de protegerlas. Al identificar en donde están y mostrarlo al mundo entero, ya nadie se intentará apropiar de ellas. Hasta ahora han sido defendidas con celo por parte de las hermanas de la Divina Infantita, y por algunos custodios voluntarios entre los que se encuentra José Luis Blasco.

                Son tres campanas de bronce, de tamaño mediano y pequeño;  y que podemos mostrar en su emplazamiento original gracias a una foto perdida de archivos fotográficos sin propietario. Solo una de ellas está datada, en el año 1923, y tiene una efigie del Sagrado Corazón de Jesús. Esta campana está coronada por  una cinta de ángeles en su parte superior. La más grande de ellas o principal, tiene un crucifijo grabado en su parte delantera y otro Sagrado Corazón en la parte posterior. Ésta última campana no lleva datación ni otras marcas. La tercera y más pequeña está totalmente lisa y no lleva nada significativo labrado. Todo puede haber sido borrado, o quizá no. También guardan rastro de haber sido pintadas en color beis claro.

La desaparición del viejo Industrial


     El Barrio del Industrial de Melilla atesoraba gran parte de la historia de la ciudad. Durante algunas décadas, nuestra ciudad, al igual que las grandes capitales tenía dos equipos de fútbol rivales, con aficiones netamente diferenciadas, la UD. Melilla  y el CF Industrial, al que también se conoció por el equipo de «los soldados». La década de 1980 conoció la paulatina desaparición de las grandes naves de salazón de pescado, reconvertidas durante algún tiempo en las primeras discotecas de Melilla. Era un barrio marinero, con el olor característico de la salazón del pescado. Cientos de mujeres melillenses trabajaron en esta industria. Junto a las naves industriales existían también casas matas, de carácter humilde, en la que vivían trabajadores o gentes de mar, siempre con las losetas de la Virgen del Carmen en la puerta.  La desaparición es tan completa, que ha perdido hasta su nombre. Es raro encontrar a quien diga  que «vive en el industrial», lo normal es llamarle ya Paseo Marítimo, o con los nombres de las calles y urbanizaciones. La composición social ha cambiado mucho. En este barrio, y en una tienda de «ultramarinos» que no he logrado identificar, se originó el culto al «Cristo de Limpias». Al morir la dueña se trasladó el busto al cementerio y posteriormente a la Iglesia de San Agustín (hasta su desaparición), que es de la que depende la administración eclesiástica del barrio.

            Hoy quedan muy pocos vestigios de aquel pasado, y algunos de los pocos que quedan,  presentan un aspecto desolador. Un almacén inactivo, otro en funcionamiento (el de Wenceslao García), y unas pocas manzanas de casas, ruinosas unas y habitadas todavía otras. Es una extraña mezcla en donde conviven la excelencia de edificios nuevos y un comercio moderno, junto a la ruina y la cochambre de anteriores viviendas y almacenes.  Es la resistencia a la desaparición, cuyo edificio más emblemático es el de los Talleres Montes. Es uno de los últimos lugares en donde pueden verse tejas en muestra ciudad. Sólo quedan aquí y en apenas dos o tres casas del barrio del Real.