La mudanza de la fortuna


Edificio Collado y Joyería Madrid

   La fortuna es mudable, el azar es  caprichoso y la gloria esquiva. Desde este edificio y esta calle, la avenida principal de la ciudad, se vio pasar la vida y los principales acontecimientos de nuestra historia moderna. Hoy, muchos de estos nombres ya no nos dicen nada, porque son muy pocos los que los recuerdan y también, las fotos escasean. El edificio fue rehabilitado y cuidado por Juan A. Collado Rodriguez, a cuya familia pertenecia. Las vidrieras son obra de Carlos Suárez Cabeza, según los datos proporcionados por su última propietaria, Asunción Collado.

         La suerte y la fortuna de los que vivieron en este edificio, también ha mudado. Hace cinco años que la familia Madrid desalojó su última vivienda en la ciudad, y partieron hacia otro destino. Cambios en la propiedad del inmueble, algo muy común en estos tiempos, ha llevado a que un Banco se haya hecho cargo de él. Pocos recuerdan que aquí hubo un hotel o una joyería, en el número 4.

         La burguesía melillense se asentó sobre el llano, y sobre él surgió el gran ensache modernista. Un diseño moderno de las calles y avenidas. Edificios bellamente ornamentados, comercios, hoteles, teatros, parques y cafeterías, convirtieron el nuevo centro del llano en el corazón de la una urbe nueva e ilusionada. Tras 4 siglos de encierro en la ciudad histórica, un futuro luminoso parecía abrirse paso hacia Melilla.

   El edifico Madrid está prácticamente intacto en su interior. Un sol dorado recibe a los visitantes en el mismo portal de entrada. Los suelos, los pasamanos, los mármoles de los escalones, las vidrieras, así como otros muchos detalles, permanecen tal cual fueron creados hace un siglo. Junto a ellos, había otros innumerables detalles de la vanidad moderna, de los que ninguno merece la pena ser reseñado.

   Lo hemos podido ver durante un instante, con la luz solar entrando en las estancias vacías. En el tiempo del desalojo. Un pequeño viaje en el tiempo, en el interior del edificio, que por si solo, merece un artículo individual en El Alminar. Sic tránsito Gloria mundi.

El último puente del ferrocarril


             Las necesidades militares, y la explotación del mineral en cercanos montes de Uixan, conformaron un modelo urbanístico específico de ciudad. Desde el puerto, desde el antiguo cargadero del mineral, hay un eje de comunicación directo hasta la frontera, y antes hasta el mismo interior de Marruecos. El transporte de las tropas y la carga del mineral eran dos necesidades perentorias que condicionaban el modelo urbano de Melilla. También estaban las necesidades de comunicación del centro urbano con lo que se denominaba como campo exterior, e incluso los fuertes allí instalados, y también las canteras, de las que se extraía material de construcción y de defensa. Los barrios exteriores de la ciudad era muy humildes e insalubres. La mortandad infantil y las enfermedades infecciosas hacían estragos en la población. Todo lo que rebasaba la línea del Río de Oro era tierra hostil y de pobreza. Hay un libro de Francisco Narváez, sobre el intento de articular la comunicación en la ciudad mediante una línea de tranvías, llamados de sangre por el tipo de tracción, o sea, animal. Nada de eso fue posible. Melilla es la ciudad de los proyectos perdidos. Las necesidades bélicas, la escasez de recursos económicos, y los vaivenes políticos provocados por los conflictos armados, dieron al traste con mucho de esos proyectos. El desarrollo de la ciudad solo ha sido posible en paz, y con La Democracia. El libro de Narváez no se limita solo a recoger el intento de establecer una línea de tranvías en la ciudad, sino que también lo sitúa en el contexto social y político del momento, y describe las duras condiciones de vida de la población más pobre, totalmente anónima y que también contribuyó a forjar su historia. Son cosas que no suelen ser reflejadas. Parece que nuestra historia se ha limitado siempre a heroicidades y a las hazañas bélicas. Melilla ha tenido muchos héroes anónimos, hombres y mujeres, que soportaron penosas condiciones de vida, y sin los cuales, nada hubiese sido posible.

             De aquel pasado queda muy poco, pese a ser bastante reciente. Además de lo conocido en el centro urbano, en el exterior queda solo estos dos pilares del antiguo ferrocarril de Horcas Coloradas, y un pequeño resto del trazado de la línea.