




El lugar inmutable
Hace 45 años que abandoné esta plaza, de El Salvador, y este barrio. En Segovia además de a la propia ciudad, se pertenece al barrio, con lo que existe una doble vinculación. Aunque no haya vuelto por allí, salvo en este fugaz paso, yo pertenezco, en algún modo a «El Salvador«, el barrio atravesado por el Acueducto, y que le da una fisonomía particular. Es un nombre potente, el máximo posible, y que también lo une con uno de los países de América Central, El Salvador, porque los nombres también se transportan, tanto en el tiempo como en el espacio, y luego se proyectan. Unos pueden olvidarse, otros se mantienen.
¿Qué es lo inmutable? Lo inmutable es la piedra, y lo escrito. En el entorno de la plaza de El Salvador, todo permanece inalterado desde que me fui de alli en 1979. No ha cambiado ni un ladrillo, piedra o adoquín, en todo este largo lapso de tiempo. Por eso es muy fácil regresar y conectar con los recuerdos, que en este caso son muchos.
La vorágine transformadora se ha adueñado de las ciudades, pero no de Segovia ni de sus barrios históricos. En el Salvador sigue en pie el Instituto en donde daba clases Antonio Machado, o el café de la plaza, El Gato, en donde desayunaba. Los recuerdos de cualquiera que haya vivido allí, son los mismos que los del gran poeta , los mismos de todos los que nos antecedieron, en los últimos 1000 años. Nadie ha visto imágenes diferentes allí. El lugar es inmutable. Aquí no hay «plataforma unica», solo una plataforma inalterable desde la conquista de la ciudad en 1085, momento en que los nombres empezaron a bajar hacia el sur, hasta la plaza homónima en Sevilla, que lleva el mismo nombre que ésta.
Son muchos los cientos de horas pasadas en esta plaza, entre 1971 y 1979. El atrio, la puerta de acceso a la catequesis frente el Instituto de Formación Profesional, el pasadizo lateral del cerro del Salvador, y el crucero y sus escalones, en donde pasábamos las horas como si fuésemos gárgolas, un día tras otro, sobre todo en fines de semana. Permanece todo, incluso la fuente en donde bebíamos agua.
La iglesia de El Salvador
La conquista llega a Segovia en 1085, dentro de las campañas de aproximación y toma de Toledo en el mismo año, y a partir de esa fecha la reconquista, iniciada por Alfonso VI. Probablemente aquí estarían las defensas exteriores de la Segovia musulmana, de la que se dejaron muy pocos vestigios, aunque los hay. La torre del Salvador alberga restos pétreos anteriores, y una línea de claro aparejo califal, e incluso una ventana de ladrillo. Son los mismos vestigios que en la cercana iglesia de San Justo. Ambas son posteriores al siglo XII, de estilo románico. El Acueduto estaba semiderribado, y reutilizado su material, casi de principio a fin, como afirman algunos autores, en lo poco que se ha investigado.
Las piedras guardan los recuerdos y las historias, y hablan a quienen sepan escucharlas y entenderlas. La verdad siempre está ahí fuera, inmutable, como las piedras.
Nota: https://elalminardemelilla.com/2012/01/31/en-memoria-de-jose-jordan-cerezo/