El día del levantamiento del asedio


19 de marzo de 1775

El 9 de diciembre de 1774, tras haber declarado previamente la guerra a España, apareció en las inmediaciones del fuerte de San Lorenzo, el sultán de Marruecos Sidi Mohammend Ben Abd-Allah, con la intención de poner fin a la presencia española en Melilla. Dos hechos resultaron trascendentales, uno el inmenso poder de la artillería española, que seguía siendo de las mejores del mundo, aunque el Imperio español empezaba a declinar. Para estar fuera de su alcance había que situarse bastante lejos, restando eficacia a los disparos de la artillería marroquí, el otro fue el sistema defensivo abaluartado, que resulto decisivo.

Ningún cañón de la época podía elevar el ángulo de disparo por encima de los baluartes. Aparte, las balas todavía no eran explosivas, solo proyectiles de piedra o metal, lo que limitaba mucho el posible daño sobre las defensas. La única posibilidad para rendir una ciudad era ponerla bajo asedio y rendirla por hambre. Si se observan las proporciones de las defensas abaluartadas de Melilla, se comprende la imposibilidad de conquistar la ciudad mediante un asalto, o por la destrucción de sus murallas, que aún así tenía uno de sus puntos más débiles entre los baluartes de san José el de san Fernando.

Las fuerzas del Emperador de Marruecos alcanzaban los 20.000 hombres, pero tenían una artillería deficitaria. No podían acercarse a la plaza de Melilla, y necesitaban disparar sobre la ciudad desde la altura, para conseguir dañarla. Los morteros, la fusilería, las minas y el bloqueo terrestre provocaron grandes daños en la ciudad, que sin embargo y con muchas dificultades logró ser abastecida por mar. La población civil fue evacuada el 12 de diciembre. El bloqueo marítimo no existió, como en Constantinopla.

La misa del levantamiento del Sitio de Melilla

El 16 de marzo de 1775, vista la imposibilidad de la rendición de Melilla mediante el bloqueo y fracasado el intento de conquista, el Sultán Mohammed Ben Abd-Allah, dio por finalizado el cerco y comenzó a retirar sus tropas. El día 19 de marzo evacuó las inmediaciones de la ciudad el último contingente marroquí, por lo que pasó a considerarse este día como el del “Levantamiento del Sitio”. El 2 de septiembre de 1775, se acordó celebrar una misa anual cada 19 de marzo, como recuerdo y homenaje a los que defendieron la ciudad, y a los que murieron en su defensa. Es una efeméride indudable de la historia de Melilla, y una obligación  ineludible la celebración de la misa. Nada más. No es incompatible con nada. No es necesario que sea un día festivo y ya es una efeméride muy lejana.

El baluarte

El baluarte puede considerarse un avance tecnológico de los ingeniería militar del siglo XV. conocido como la trace italienne*. La muralla plana y longitudinal siempre podía ser batida por la artillería y provocar su derrumbe. El baluarte, con sus flancos, revellines, fosos, carpas y contraescarpas, sus coronas, puntas y ángulos, resistían cualquier tipo de ataque con artillería, y asalto frontal, salvo que se quisiese quedar atrapado en los fosos, sin posible salida y a merced del fuego desde la altura. Esto es lo que ocurrió en Melilla entre 1774 y 1775. Una técnica constructiva y de defensa muy moderna y desarrollada, frente a un sistema de ataque medieval y obsoleto. Constantinopla sucumbió en 1453, porque tenía unas murallas potentes pero medievales. De haber contado con un sistema abaluartado, Mehmet II no la hubiese conquistado nunca. El baluarte tenía una fácil defensa.

Sin embargo, el primer ejército del mundo, el español, se encontró con el mismo problema en las campañas de Flandes. El asalto español sobre Maastrich en 1579, fue el último que consiguió el triunfo, por el sistema de asedio y rendición por hambre, tras un brutal asedio de 4 meses, impuesto por el más poderoso ejército de la época.

A partir de ahí el sistema de baluartes se desarrolló con rapidez, y las guerras se convirtieron en penosísimas campañas de asedio e intentos de rendición por hambre. Muchos asedios de los Tercios españoles fracasaron del mismo modo en que fracasó aquí, el sitio impuesto por el Emperador Sidi Mohammed.

Todavía en 1800, con la Grande Armèe de Napoleón, seguía vigente el sistema de asedio bárbaro y demolición a cañonazos de las defensas de las ciudades. El último gran sitio con derribo total y entrada al asalto, fue el de Zaragoza en 1809.

Nota:*Geoffrey Parker; El ejército de Flandes y el Camino Español.

Napoleón y La Grande Armée


       Es cierto que resulta curiosa la existencia en nuestra ciudad de una calle dedicada al Gran Corso, a Napoleón. Un melillense afincado ya en Málaga mantiene una larga batalla para desposeer al general y Emperador francés de es honor en el callejero melillense. Es algo de lo que ya hemos escrito. En el puente de La Constitución, pude fotografiar el Arco de Triunfo que Napoleón erigiera a La Grande Armée, el ejército con el que pretendió liberar a Europa de las últimas tinieblas medievales que todavía reinaban en Europa, y que fue finalizado con posterioridad a la derrota de Waterloo. El arco abre el paso a los jardines de Las Tullerías.

      En realidad Francia desencadenó una gran guerra europea, casi un antecedente de la I Guerra Mundial. Derrotado en Rusia, en el paso del Beresina, en Bailén, y finalmente en Waterloo, Napoleón fue desterrado a la isla de Elba.

             Su acción demostró cosas de las que todavía puede sacarse lecciones, la primera es que no se puede trasladar sistemas sociales, como La Democracia, a otros pueblos o países mediante la guerra. Cada pueblo, cada sociedad, necesita su evolución. La política de la Comunidad Internacional ha demostrado en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y en tantos otros lugares, que nada se ha aprendido de los errores de Napoleón. Muchas veces, como en el caso de España en (1808-1814), los pueblos demuestran que prefieren sus tinieblas (Fernando VII), que las pretendidas luces que ofrecen los invasores (José Bonaparte).

           La otra lección, es que la victoria y la derrota se deciden en un estrecho margen, como en el caso de Waterloo. A veces sucede también que quien pierde acaba ganando, y quien cree haber vencido acaba perdiendo. Hay una última cosa y es que para vencer no es condición necesaria tener razón, ni defender la causa justa. Solo es cuestión de dinero y apoyos. Esto ya lo dijo el español más valiente, Miguel de Unamuno, frente a Franco y Astray en 1936: «Venceréis pero no convenceréis, venceréis porque habéis demostrado tener suficiente fuerza bruta». Hay que sacudirse estas tinieblas que tenemos encima. Las fuerzas de La Ilustración, parecen darnos una nueva oportunidad.