Mártires de Monte ArruitBarranco del Lobo, Héroes anónimos Tumba del General Guillermo PintosLa luz en el mausoleo Fosas comunes represliados de 1936
Importan, o deben importar, todos los muertos. No se debe olvidar a nadie. La ciudad de Melilla, a lo largo del siglo XX, desencadenó tres acontecimientos devastadores para el conjunto del país, siempre en el mes de julio. Sin embargo, solo dos de ellos tienen impacto, eco, y reflejo en el cementerio de la ciudad.
En julio de 1909, el Ejército de España, con el general Guillermo Pintos al frente, se intentaba en la hendidura que divide el monte Gurugú. Iniciaron el camino desde la llanura de Beni Enzar. Desde las alturas, viendo toda la maniobra, les esperaba Ouchen, el lobo, señor o caid del barranco que lleva su nombre. Barranco del lobo- Ouchen. Lo siguiente fue la conmoción nacional, la crisis política y la negativa de «los quintos» a una nueva recluta forzosa, en Barcelona. Se estaba iniciando la Semana Trágica, un nombre propio en nuestra historia.
Poco más de una década después, en 1921, estallará la mayor crisis social y política sufrida por la España contemporánea, la hecatombe de Annual. 10.000 soldados perdidos, el Ejército Oriental al completo, en el espacio de una semana. No solo no sobrevivieron los solados, tampoco el país resistió una tragedia de ese calibre. Biografías políticas y militares se acabaron en aquel aciago mes, otro julio más. Miles de madres perdieron a sus hijos en una situación e incursión absurda, que desbordó los planes autorizados.
El sobrio panteón de Margallo y el siempre espectacular y sobrecogedor de Los Caídos de África, que recoge y da sepultura inmortal a «los masacrados de Monte Arruit», esperan siempre en silencio a los visitantes. Ambos monumentos «imponen» mucho al visitante. En los muros, decenas de placas albergan historias y nombres de los allí enterrados, y que también explican lo sucedido.
Hemos visitado ambos lugares en soledad y completo silencio, cuando ya se habían apagado los ecos de los homenajes oficiales. Los muertos yacen ya en paz absoluta.
Pero, siempre lo hay, hay un tercer acontecimiento que tiene como protagonista a Melilla, y del que no existe un solo lugar conmemorativo, pese a que los efectos y consecuencias alcanzan al presente, a ese mismo presente en el que escribimos estas líneas. No referimos a la rebelión militar de Julio de 1936. Hay que recorrer el cementerio, acompañado de guías, para encontrar las tumbas de algunos de sus protagonistas y a la vez víctimas. Pero en realidad no hay nada, ni la más mínima mención. Todo está desperdigado e inconexos. Por eso decimos que importan «todos los muertos», su recuerdo y vigencia. Es la principal deuda de este cementerio.
Para «todos ellos», nuestro sincero y eterno recuerdo y nuestras oraciones. Que en Paz y Recuerdo Descansen.
Juan José ImbrodaOrtiz, 4º presidente de la Ciudad de Melilla, se ha convertido en el defensor del memorial a los soldados y militares caídos en 1921, y en defensor de la estatua de Francisco Franco, que es una estatua erigida a la memoria y exaltación de su figura personal, en lo que se denomina como franquismo tardío. La estatua de Franco dictador no tiene defensa posible. No merece la pena. Ha estado demasiado tiempo, de modo indebido, presente en las calles de nuestra ciudad. La otra opción, está en su derecho de pedirlo y proponerlo, pero también tuvo dos décadas para hacerlo.
Dice el 4º Presidente de Melilla que «los socialistas ya gobernaron dos veces y no retiraron la estatua«, lo que por un lado es cierto y por otro contiene su propia respuesta. Ahora los socialistas gobiernan por 3ª vez en España, y por 2ª vez en la Ciudad Autónoma y por eso mismo, esta vez la van a retirar. A la tercera va la vencida o la definitiva. No es algo pues, que pueda extrañar , es más, resulta lógico.
Monumentos y Mausoleos
Pese a que cuenta con buenos asesores en materia africanista e histórica, el senador y ex presidente Juan José Imbroda, mezcla monumentos y mausoleos, dos categorías totalmente distintas. Los monumentos recuerdan hechos específicos, como La carga de Taxdirt en 1909, o genéricos, como el de los Héroes de las Campañas (1931), que está en la Plaza de España, y que en realidad puede considerarse como un monumento al soldado desconocido. Sin embargo, este monumento, el más hermoso estética y conceptualmente de la ciudad, sí homenajea a todos Los Caídos españoles en todas las Campañas de Marruecos, desde que empezaron las Guerras de África. Implícitamente incluye a los soldados y militares muertos en la más sangrienta de todas, la de 1921, por eso tiene esa denominación.
Estos dos monumentos son, uno específico y excluyente, y otro genérico e inclusivo. El de la Plaza de España, con su bellísimo friso de la Madre Patria, es el monumento matriz de Melilla. Quizá el único que hace referencia a las miles de madres españolas, que perdieron a sus hijos en las Guerras de Melilla.
A los que sucumbieron por la Patria
El Mausoleo o Panteón de los Héroes de las Campañas, cuya construcción se inició el 7 de enero de 1911, con la presencia del Rey Alfonso XIII en Melilla, es un túmulo funerario que consta de capilla, cripta, osarios, nichos y bóveda. Fue costeado con las aportaciones de una suscripción popular llevada a cabo en toda la nación. Su bendición e inauguración se produjo el 8 de junio de 1915. Desde esa fecha se fueron trasladando hasta él, a todos los restos de soldados y militares caídos en combate, de las diversas guerras y combates sucedidos hasta esa fecha, en toda la zona Oriental del Rif.
Tras la catástrofe de 1921, y dados lo miles de restos anónimos, sin posibilidad de identificación, que se fueron encontrando diseminados por todo el territorio, se abrieron dos grandes zanjas, en las que se iban inhumando los restos de los soldados que se iban encontrando, a la par que se recuperaba el territorio perdido.
Monte Arruit tuvo un cementerio propio, denominado La Cruz, en la que se enterraron los más de 3000 restos humanos procedentes de la masacre homónima. Si en Annual, Igueriben u otros lugares puede hablarse de caídos en combate, en Monte Arruit, no. Fue la masacre inmisericorde de un Ejército que se había rendido y depuesto las armas, en espera de que se respetasen sus vidas. La Cruz de Monte Arruit albergó todos esos restos hasta el año 1948, cuando los cementerios de la región oriental rifeña comenzaron a ser trasladados hasta Melilla.
Los muertos españoles en esta localidad marroquí, están enterrados en la cripta principal, bajo la lápida con el célebre soneto de Goy de Silva, desde 1950. En la parte superior se encuentra una lápida con la lista de todos los cementerios exhumados. Por tanto, a los caídos en 1921 se les rinde memoria y agradecimiento en al menos dos lugares, en un monumento y en un mausoleo. Siendo muy puntillosos, se podría decir que lo único que no existe, es una lápida específica que hable de los muertos de 1921. Sin embargo, la mitad del cementerio de Melilla es puro recuerdo a los caídos en las campañas militares.
El monolito de Monte Arruit
El monolito de Monte Arruit, es una piedra que lleva grabado el soneto de Goy de Silva, y que estuvo sobre la cabecera de la Cruz del cementerio. Es por tanto una piedra sagrada, que sin embargo recibió muy mal trato público. Colocada por el 1er Presidente de Melilla, Ignacio Velázquez, en la plaza de España, fue objeto de vandalismo y de deterioro constante, hasta que tras una campaña ciudadana, llevada a cabo en el Foro del diario digital Meliya.com, se consiguió su restauración y traslado al cementerio, durante el mandato de Juan José Imbroda (2000-2019). El monolito fue donado tras una suscripción popular del diario ABC.
El único monumento ausente en el cementerio
El único monumento, o placa conmemorativa que falta, deliberadamente, en el cementerio de Melilla es el que haga referencia y homenaje, a los 300 melillenses abatidos durante la represión franquista. Todo lo demás son ganas de confundir, y de crispar el ambiente social y político de la ciudad. La fosa a la que fueron arrojadas todas estas víctimas, sigue sin recuerdo alguno, 80 años después. Esto sí nos preocupa.
En la plaza de España, en un lugar no adecuado, sin protección alguna, se encuentra un monolito, que rememora la hecatombe de Monte Arruit en 1921, cuando tras la rendición de lo que quedaba del ejército español, fueron pasados a cuchillo 2996 militares españoles, según el recuento de las calaveras realizado durante el traslado de los restos a Melilla en la década de 1950. Lo primero que hay que decir es que los restos óseos de todos los muertos, están perfectamente custodiados en el cementerio de Melilla.
Durante la etapa del Protectorado, existió un camposanto en Monte Arruit al que se conocía como La Cruz, en donde reposaron los restos de los soldados españoles entre 1921 y 1950. Esta piedra o monolito, es un reproducción realizada por El Telegrama del Rif para conmemorar aquel luctuoso suceso. No se trata de la piedra original que cubría los restos de los españoles. El texto puede verse actualmente en el Mausoleo de Las Campañas de África, sobre la cripta que alberga a los enterrados en Monte Arruit. Se trata de un poema firmado por Goy de Silva y publicado en el diario ABC.
La piedra se está deteriorando de modo paulatino, no debería ni estar en ese estado ni pertenecer ahí más tiempo. Es un monolito que ha conocido diferentes emplazamientos. Tras la independencia de Marruecos, la piedra estuvo en ese lugar en los años 50 y 60 del pasado siglo. En los años 70 fue llevada al antiguo Museo de Melilla y vuelta a colocar en el mismo sitio durante el periodo de Ignacio Velázquez. No tiene sentido que siga más tiempo en ese lugar. Nunca se ha sabido realmente qué hacer con ese monolito.
Nota:En estos días circula por al red un power point con fotografías del monolito y de la hecatombe de Monte Arruit, por este motivo subo el tema a El Alminar.
Ante la proximidad de la fiesta de Los fieles difuntos, crece el recuerdo de aquellos que ya no están físicamente entre nosotros. El cementerio de Melilla recibe miles de visitas y se rememora a aquellas personas con mayor renombre en las pasadas épocas. La espectacularidad de los panteones militares del cementerio melillense, siempre se llevan los máximos honores y visitas. Debe ser así, porque no deben ser olvidados los nombres de aquellos miles de soldados, que fueron obligados a luchar en guerras que no eran suyas y en un territorio que nunca les perteneció, en defensa de intereses económicos de los que nunca se beneficiaron, porque eso eran «las guerras de Marruecos». Nuestra obligación es recordar sus nombres, la de los olvidados.
Pero hay otros olvidados, sobre los que ya pesa la mas espesa capa de silencio. Son aquellos enterrados en el cementerio cristiano de Nador y que quedaron allí para siempre. Las autoridades del Consulado Español en Nador, llevan varios años recuperando los restos de los cementerios de Cabo de Agua, Segangan, Monte Arruit, Zaio y Zeluan. Han agrupado todos los restos en tres fosas comunes y así se ha evitado el deterioro de esos extintos cementerios y también el saqueo de las tumbas en busca de posibles objetos de valor. Es una medida que ha dignificado la custodia de los restos humanos de ciudadanos españoles fallecidos en esas ciudades, durante la época del Protectorado español en Marruecos.
El cementerio de Nador sigue contando con un vigilante y con la supervisión de las autoridades consulares españolas. También cuenta con la labor de custodia que llevan a cabo los padres paúles en la localidad de Nador. En esas fosas anónimas hay enterrados «represaliados» republicanos, caídos por la sed de venganza de las autoridades franquistas. A todos esos hombres y mujeres, sepultados doblemente, les dedicamos nuestro recuerdo, desde El Alminar de Melilla.
Blog de Julio Alejandre, autor de las novelas Reporte de una boda y un entierro, Las islas de Poniente y La corona del marReporte de una boda y un entierro.