La Iglesia de Melilla atraviesa tiempos y momentos difíciles. La falta de sacerdotes está obligando a cerrar templos y a comprimir los horarios de los oficios religiosos. Se esperaba que el obispo de la Diócesis impusiese un cambio de orientación en la dirección de la iglesia melillense, tras su última visita pastoral de noviembre, en la que entre otras cosas, reinstauró el culto al Cristo de Limpias en la Iglesia de San Agustín. Sin embargo, no se cumplió ninguna de las expectativas. La marcha de sacerdotes ha sido superior a la de las llegadas, con lo que se han tenido que reducir los oficios religiosos o misas. Esta última Semana Santa el obispo malacitano ha sido criticado por no acudir a la visita que El Cautivo realiza al Hospital Civil de Málaga, y le recordaron públicamente, su obligación de estar al lado de los afligidos. La exhortación del Papa Francisco en el año de La Misericordia, obliga a abandonar la mesa y la compañía de los poderosos, para trasladarse junto a los pobres y a las periferias. Los nombramientos diocesanos se producen por goteo y todo parece estar paralizado. No solo el mundo político parece no saber qué camino tomar.
A esta difícil situación de la que todos hablan, pese a la férrea doctrina de silencio impuesta, se unieron las daños de la naturaleza, con él gran terremoto de Melilla del pasado 25 de enero. La parroquia castrense que estaba remontando y ocupando un lugar preponderante en la comunidad cristiana de la ciudad, resultó la más afectada por el movimiento sísmico, lo que cercenó su evolución, debida en gran medida a la labor de su párroco, Francisco Sierra, al que se conoce como el peregrino, dada su gran afición a los viajes de peregrinación a distintos lugares del mundo, entre los que destaca Tierra Santa, a donde ya ha acudido más de 50 veces. Ha formado una de las comunidades más activas y participativas de la ciudad, y cuenta con un amplio grupo de peregrinación. El último viaje se ha realizado a Irlanda, en donde visitaron la catedral de San Patricio. Cada año realiza al menos dos peregrinaciones. Mientras unos llenan sus iglesias, otros las vacían, o las mantienen a duras penas.
La iglesia del Sagrado Corazón, ante el vacío de fieles y la falta de sacerdotes, suspendió su misa de las ocho de la mañana, y también la última de los domingos, la vespertina. Parte de ese vacío se ha suplido con el traslado de la misa mayor de la parroquia Castrense al templo Arciprestal. La iglesia de Batería Jota ha quedado reducida a un oficio semanal, y también ha reducido su actividad la de San Francisco Javier, la antigua capilla del hospital de Cruz Roja. Sta. Mª Micaela, al pertenecer a la comunidad Paúl, no sufre esas restricciones. Los no muy numerosos fieles de diario, van de un lugar a otro para poder oír una misa. Oficiar una misa al día es una obligación es una obligación para todo sacerdote. La situación está algo paliada por la actividad del obispo emérito monseñor Buxarrais, que oficia una misa diaria desde noviembre de 2011. La parroquia castrense, tuvo que suspender su tradicional misa matinal, y esos fieles han migrado hacia la parroquia del Centro Asistencial. La Iglesia Patronal está ya casi fuera de la ruta de culto, salvo los actos oficiales.
San Agustín pierde una campana
Mientras tanto, la iglesia de San Agustín, la que ha perdido la campana, por corrosión o viento, se ha convertido en una superparroquia, que ha tenido que unificar los archivos propios y los de Santa Mª Micaela, mientras que su único sacerdote, ejerce la también la labor de vicario parroquial de las iglesias Arciprestal y de la Patronal. Los colaboradores laicos de los archivos parroquiales escasean y por eso permanece cerrados la mayor parte de la semana. No hay comunicación entre la Iglesia y sus fieles, porque no existen encargados de difundir las noticias, encuentros o actividades que pudieran ser de interés. La Cofradía del Rocío sigue en manos de una gestora 14 años después de su intervención, no reconocida, y la de La Divina Pastora no consigue obtener su rango de Hermandad.
Año de La Misericordia
El presente año 2016, ha sido declarado Jubilar por el Papa Francisco, única persona que puede hacerlo. Al menos tres iglesias deben colaborar en el Jubileo extraordinario, pero en Melilla solo una lo lleva a cabo, la del Sagrado Corazón, que abrió una puerta que jamás fue santa o del perdón, para el inicio del año jubilar, y que luego cerró para siempre. En todas las ciudades, las iglesias jubilares aparecen ornadas con estelas, salvo en nuestra ciudad. El abatimiento parece dominarlo todo. Es justo lo contrario lo que pretendía el Papa Francisco, con su exhortación Evangelii Gaudium.
El Papa Francisco I no quiere iglesias cerradas ni vacías, situaciones ambas demoledoras para la fe, la poca que queda y que todavía resiste. No quiere caras largas, ni acedia egoísta, ni pesimismo estéril, ni grupos apropiándose de las iglesias, que deben ser de todos. No quiere arribistas que hagan carrera en los pasillos eclesiales y que arrebatan y se apropian de una gloria, que solo pertenece a Dios. Quiere cercanía al necesitado, abandonar el centro de las ciudades y dirigirse a las periferias, alejándose de la mesa y compañía de los poderosos, para compartir todo con los que menos tienen. Quiere alegría, culto a la verdad y el anuncio del evangelio. Hay que decir basta a las recompensas a los prebostes, para obtener luego influencias y posiciones con ellas. El evangelio es palabra y hechos, huyendo de la mundanidad y de sus dulces trampas.