La mendiga de Orsay


             «Siempre habrá pobres entre vosotros», dijeron hace mucho; pero nunca imaginamos que acabaría habiendo tantos, cada vez en mayor número  y cada vez más pobres y más desprotegidos. Estas son las excelencias del sistema capitalista, el más dañino de todos, y que todavía algunos se atreven a loar. La realidad es que el sistema capitalista y su ahijado político el neoliberalismo, precisan de la pobreza, países pobres a los que esquilmar y de otros a los que empobrecer.

                    París es una ciudad de muchas cosas, y también de pobres, como inmortalizara Victor Hugo en dos grandes novelas: Nuestra Señora de París y Los Miserables. La profunda carga del retrato de Hugo precisó de la edulcoración de Disney, y de los musicales de Hollywood, en los que casi da alegría ser pobre, pertenecer a La corte de Los Milagros, o ser el príncipe de los locos.

              Cuando vi a esta mendiga, de aspecto medieval y en posición antinatural, pensé de inmediato en las novelas mencionadas. Varios siglos después, la pobreza no solo no se ha erradicado, sino que se ha aumentado. París, al igual que muchas otras ciudades, están llenas de mendigos y de gentes apartadas del sistema. No se trataba de los clásicos figurantes o de mimos que se ganan la vida fingiendo ser estatuas. Es una mujer pobre real, sin nombre y ya sin pasado. Los ricos cuando hacen donaciones, de lo que les sobra, concentran todas las portadas de la prensa y todos los comentarios y parabienes de la sociedad, a la que probablemente han esquilmado.

          El primer día me sorprendió la dura imagen, el segundo ya estaba preparado y llevaba «la limosna» en el bolsillo, porque ella seguía en el mismo lugar. Escribe Víctor Hugo en Los Miserables: nadie conoce el partido que ciertos seres débiles, que han envejecido en la miseria y en la honradez saben sacar de un cuarto. Llega esto hasta ser un talento.

                 Esta es la imagen de la mendiga de Orsay (Museo del Impresionismo y antigua estación de ferrocarril). Nadie suele contar estas cosas de sus visitas, pero El Alminar está para esto, para sacudir las conciencias y removerlas. El señor Magdalena, Jean Valjean, Fantina, siguen conviviendo entre nosotros. Gracias a la mendiga de Orsay, he vuelto a releer la novela de Víctor Hugo, el primero que convirtió a los miserables y sus vidas en sus personajes centrales. Es bueno recordar estas cosas en Navidad.

Nuestra Señora de París


           No hay ningún aspecto que pueda destacarse por encima de otro en una ciudad como París.. En cada viaje, en cada momento, se prestará más atención a unas cosas que a otras. Todo es París, y París es todo. Por eso, ante la dificultad de la elección, una opción es escoger lo primero que se ha visto o lo más clásico. Si hay un nombre que resuena en el mundo entero, es el de la catedral gótica de Nuestra Señora de París, inmortal por sí misma y por la novela homónima de Víctor Hugo. El genial escritor francés fijó por primera vez la atención de la humanidad lectora, en la vida de los desheradados de la fortuna, tanto en ésta novela como en otra igualmente conocida «Los Miserables». Sus personajes son también inmortales.

            Notre Dame (Nuestra Señora) es un símbolo del poder de Francia, pero también lo es de la vida de aquellos que no tuvieron fortuna alguna. Representa ambas cosas y por eso la hemos escogido para reiniciar la marcha del Alminar, tras los turbulentos acontecimientos de los últimos días, y de los que también hemos dado cuenta.

              La grandeza de Francia como nación es incuestionable. La monarquía de Francia fue muy poderosa y muy absoluta. Igualmente La Iglesia francesa tuvo y sigue detentando un gran poder, tanto como para rivalizar con Roma y haber llegado a ser sede Papal. Todo esa magnificencia se plasmó en espectaculares edificaciones, que siguen sorprendiendo por sus enormes dimensiones. Sin embargo, ahí estuvo Víctor Hugo para mostrar al mundo entero, que debajo de todo Poder y magnificencia, siempre hubo pobres, miserables y desheredados, que con el correr de los siglos, en un día glorioso para La Humanidad entera, alumbraron La Revolución Francesa, que es un patrimonio del mundo entero.

   Todo Poder que se crea inmortal acabará desmoronándose tarde o temprano. Quién más alto suba, se precipitará igualmente con más estruendo. Todos estos espléndidos edificios son una muestra de ello.