Un siglo de violencia machista en Melilla


El crimen de la calle Castelar

Enrique Delgado

Es la primera referencia que tenemos de un crimen machista en Melilla, aunque entonces no se la denominaba así. La noticia es de julio de 1925, hace exactamente un siglo. En el texto de la noticia ni siquiera se emplea la palabra crimen. Todo es tragedia y adjetivos imposibles. La conciencia iba por otros derroteros.

El calor de julio atorra las mentes, sobre todo a una obsesionada, y probablemente enardecida con el vino. Eran las dos de la tarde cuando se escucharon unas detonaciones en el número 29 de la calle Castelar. En esa época, los melillenses estaban familiarizados con el estampido de las armas de fuego. Los vecinos, los transeuntes, y los clientes de los bares de las inmediaciones se congregaron frente a la puerta. Uno de ellos, se acercó «al marido», dice directamente el texto, que con el arma en la mano, no opuso la menor resistencia y se dejó acompañar hasta un agente de la autoridad. Acababa de matar a su esposa y al amante, de precisos disparon en la cabeza.

Se trataba de Aurelio L. S., funcionario de la Compañía Española de Minas del Rif, que tenían arrendadas las habitaciones de la planta baja. Tenían tres hijos de nombres: Africa, Aurelio y Enrique. La mujer asesinada era Leonor Villaverde. Al parecer, según los vecinos, los altercados en el matrimonio eran frecuentes. Él estaba obsesionado por los celos, y regresaba a casa frecuentemente y en horarios distintos, con el fin de sorprender a su esposa, incluso a los pocos minutos de haber abandonado la casa. El veneno de la sospecha, fue al parecer activado por «denunciantes anónimos», que advirtieron tanto al marido, como a la esposa, de que el barrio conocía lo que allí se fraguaba, según relataron los vecinos a los peridistas o en los coloquios y tertulias improvisadas a pie de calle. El otro implicado e igualmente abatido, fue Francisco C., que ocupaba las habitaciones contiguas, y en donde se «consumaba» la infidelidad, según el relato. El amante fue sorprendido debajo de la cama y allí mismo abatido de un certero disparo. La mujer corrió por el pasillo y recibió varios impactos homicidas. Aurelio, consciente de todo afirmó que «había matado a su mujer y a su amante», para añadir que «esa mala mujer le había destrozado la vida». Versión que por supuesto corroboraron los vecinos, afirmando que Aurelio, un buen hombre, «no merecía ser deshonrado de esa manera».

Aurelio. además de su oficio principal, ejercía como cajero en Casa Montes y como contador en la asociación del Tiro Nacional. No sería de extrañar, aunque no se menciona, que realizase ejercicios de tiro, por la precisión de los disparos efectuados. Leonor quedó en estado preagónico, y fue conducida a la Casa de Socorro, en donde se produjo su fallecimiento. El matrimonio era natural de Torrox, localidad a la que acudían en los periodos vacacionales, y de la que se planteó «devolver a sus familiares», dado su comportamiento, pero no pudo hacerlo «por carecer de documentación». Este dato muestra claramente la situación de indefensión jurídica de la mujer, y de subordinación al marido, hace tan solo un siglo en España.

La primera víctima documentada de violencia machista en Melilla

Leonor Villaverde Medina, contaba solo con 38 años en el momento de su muerte. Era natural de Torrox y tenía 3 hijos. En el momento de los hechos, solo hablaba en la casa del vecino, o ni siquiera eso. Según avanza el relato periodísitco, desaparece la noción de cualquier evidencia. El marido regresaba a casa a cada instante. En el caso que nos ocupa, acaba de salir de casa después de almorzar. Al verse sorprendida y dada la actitud violenta de Aurelio, Leonor comenzó a gritar, acudiendo Francisco en auxilio, recibiendo casi de inmediato un disparo fatal. Aurelio realizó hasta 6 disparos, de los cuales al menos tres, alcanzaron a su esposa. En ningún momento el redactor se cuestionó de dónde había salido el revolver, pero al menos dejó el testimonio, en El Telegrama del Rif.

Indalecio, padre de Leonor, pago la sepulura de su hija, por 5 años, pasados los cuales fue llevada al osario general. De los tres hijos nada sabemos, salvo que primero fueron alojados en casa de un familiar, residente en la misma calle. El suceso, estaba destinado a caer en el olvido absoluto, salvo por una casualidad que nos ha permitido encontrarlo. No estaría de más, que esta primera víctima documentada de violencia machista, sea recordado en Melilla de algún modo.

Ante el asesinato de Hannan Outmane


        El género de la violencia contra las mujeres

        Terrorismo machista, violencia de género, violencia contra las mujeres, son expresiones que se evitan en nuestra ciudad, aunque los hechos demuestren que son claros sucesos encuadrados en estas denominaciones. Hannan Outmane cumplió 18 años el pasado mes de julio, tenía una hija de dos años y un largo pasado de violencia y agresiones físicas en el matrimonio.

       Hannan Outmane, nacida en Farhana, cumplió con todos los pasos que recomiendan las Consejerías de La Mujer y con todo lo indicado en los protocolos de Violencia contra las Mujeres. A Hannan Outmane le fallaron las instituciones, esas mismas que editan las  guías. Cuando llega un caso como este, las instituciones se vuelven rígidas y las autoridades insensibles.   Los lemas y las concentraciones se nos tornan como farsas, porque Hannan ya está muerta, y ello lo avisó, y lo decía a quién quisiese oírla o tuviese unos minutos para escucharla. Me lo dijo en todas las ocasiones en que pude hablar con ella, desde el pasado mes de julio, cuando relaté su historia en El Alminar  y en el diario Melilla Hoy*, en el mes de julio pasado.  Si no existiese ese artículo, hoy muchos podrían seguir enmascarando la ineficacia de las instituciones en este caso.  Sin embargo el artículo existe y allí está todo expresado. La tragedia quedó escrita y anunciada con antelación suficiente, tanta como para haber tomado medidas que quizá hubiesen podido evitar esta muerte. Lo principal era haberla creído y trasladado fuera de Melilla, en donde podría haber esperado con tranquilidad su documentación.

    Cuando la conocí venía acompañada de José Adongo, un inmigrante camerunés llegado a Melilla en 1992, y que ahora reside en la urbanización de Las  Palmeras, me pidió unos minutos para poder explicarme el caso de estas dos jóvenes mujeres (18 y 22 años), primas y acogidas en aquel momento en un piso para mujeres maltratadas, o víctimas de violencia de género. No habían conseguido documentar el maltrato físico, por haberse producido en Marruecos, o por no haber podido salir de sus casas para presentar las denuncias.  Sin embargo, eran objeto de acoso continuo por parte de sus parejas, residentes en Melilla. Ambas estaban pendientes de que se aceptase su solicitud de residencia, por ser víctimas de violencia de género o machista, caso que contempla la Ley.

         La que más peligro corría era Hannan Outmane, la joven mujer asesinada de modo brutal. Era constante objeto de acoso y amenazas por parte de su ex pareja.   Su miedo era constante, y por eso siempre se hacía acompañar por un amigo o un familiar en sus desplazamientos por la ciudad.  Intentaba rehacer su  vida, aunque con una tranquilidad pasmosa, siempre comentaba que tenía claro que tarde o temprano su final sería la muerte. En las tres veces que pude verla, nunca perdía la sonrisa o la esperanza de lograr una vida feliz, aunque tenía claro que para eso debería  obtener la residencia y salir de Melilla . En una de esas ocasiones le indiqué la dirección de un amigo y abogado, para que pudiese orientarla sobre los pasos legales a seguir.  Los ciudadanos crean redes de protección y ayuda, mientras las autoridades responsables viven en su mundo de ediciones, eslóganes, y representaciones.

            Al no poder documentar los malos tratos, tuvo que abandonar el piso en donde estaba acogida y quedó en situación de desprotección. Además,  su ex marido la seguía por todos los centros de acogida en donde estaba y le gritaba desde la calle que o salía de ellos  o la mataría en cualquier momento. Dentro o fuera, de modo voluntario o forzado, quedó en situación de desamparo absoluto, sin documentación, que se demoró mucho, y en la ciudad, al alcance de las ansias feminicidas de su marido y presunto asesino. Hannan Outmane debió ser trasladada junto a su hija fuera de la ciudad, dada la evidente situación de peligrosidad en la que se encontraba, y que percibía cualquiera que hablase con ella, salvo para quienes debieron asistirla y ampararla.

    Todo lo que se diga suena ya a palabrería política hueca y sin alma. Se la acogió, pero las estancias en los pisos tienen sus límites temporales. Se la protegió, pero no lo suficiente. Se la escuchó, pero no la creyeron.  Las leyes, como decía Montesquieu tienen espíritu,  y no puede aplicarse la literalidad solamente al débil.

                Cuando se quiere aparecer a  la víctima como la culpable

      La violencia homicida contra las mujeres tiene sus pautas, y el tratamiento informativo para ocultarla también. Se tarda en aceptar que es un caso más de terrorismo machista. Se intenta diluir la responsabilidad del asesino con información que pretende desacreditar a la víctima, de la que se juzgan hasta sus intenciones. La realidad es que cuando una mujer da el paso de denunciar a su pareja ante la Justicia, es que ya el desastre está próximo, y el peligro es una evidencia para casi todos.

         Si alguien escribió en un informe, luego  publicado en prensa que: » esta mujer quiere aprovecharse de las ventajas de ser considerada una mujer maltratada», es que nos encontramos frente a las tinieblas de la frialdad administrativa más absoluta.  Si los que redactaron esa frase y las autoridades que se ampararon en ella y la dieron por buena, bajaron la guardia frente a Hannan Outamne por este motivo y piensan ahora en la consecuencia final (la que ella anunciaba siempre), se enfrentan ahora a algo que no les volverá a dejar tranquilos nunca, porque este final estaba escrito, desde el mes de julio.

PD: A su prima y amiga, Karima H., que la acompañaba en el artículo y que convivía con ella en el centro de acogida, le acaban de desestimar el recurso de reposición, a la denegación de su petición de residencia, por violencia de género no demostrada.

Nota*: https://elalminardemelilla.com/2014/07/24/la-violencia-contra-las-mujeres/