Reflexiones desde el barranco de Cabrerizas


Alguien, mucho antes que nosotros

Alguien, mucho antes que nosotros, talló este sílex, pero no lo traían de aquí, sino de la colina del Sílex y la de los Talladores. Estamos hablando de unos mil o dos mil años antes de que la primera expedición fenicia arribara a nuestras costas, al valle de Melilla. Se pueden entender las razones por las que nadie se tomara, en el pasado, la molestia de conocer quién estuvo aquí antes que nosotros. Lo que no se puede comprender es porqué no se hace ahora, cuando son muchas las referencias históricas, y también los indicios sobre el terreno. Se ha buscado el neolítico por toda la periferia, inlcuidos los islotes, pero nunca sobre la propia ciudad.

Lo que está sucediendo en el Barranco de Cabrerizas es «el eterno retorno de lo mismo». Repasando en el origen del Alminar, hace 14 años, encontramos este artículo dedicado a esta zona singular, asombrosamente virgen hasta el mes pasado. Es el 4º artículo de la ya larga historia de este blog (https://elalminardemelilla.com/2011/05/08/el-barranco-de-cabrerizas/ ) Volvimos a recordar la existencia de un proyecto de urbanización para 400 viviendas en la zona, en aquel año y que por diversas circunstancias cayó en el olvido. Sin embargo, no hay idea de construcción que se abandone, por muy descabellada que sea. En la salida de este barranco están las calles de la Cal, Granito y Mármol, y enfrente la urbanización de Tadino de Martirengo y la huerta Embarek.

Los pobladores del barranco de Cabrerizas

Desconocemos los nombres antiguos de la geografía de la comarca de Melilla, incluido el del río de Oro, así que rebautizaremos todos los cerros, salvo el de Camellos y Cabrerizas. Tenemos pues el del Sílex o Constitución, en donde se hallaron estructuras compatibles con asentamientos de la Edad del Bronce, y del que queda solo un pequeño resto, pero suficiente. Lo más significativo y mantenido hasta la fecha, es el barranco del que llevamos escribiendo desde el origen del Alminar. ¿Por qué se ha mantenido hasta ahora? Pues porque se trata de un barranco, con laderas a Hidúm y Cabrerizas, y es muy difícil urbanizar sobre él, y porque hasta hace unas décadas la parte alta era zona militar. Su mayor deterioro se ha producido en los 5 años anteriores, con la invasión del terreno para el vertido de escombros. ¿Quiénes serían los pobladores de los cerros? Probablemente serías pequeños grupos familiares dedicados a la recolección, caza y pastoreo, pues se encuentran siempre restos de animales en los mismos lugares en donde aparecen restos de utensilios de factura humana. Un producto seguro de la zona era la miel, que ya aparece en algunas monedas, el otro era la cañailla, del que se obtenía el color púrpura, muy buscado por los exploradores fenicios. No hay artefactos de metal, o al menos no han aparecido, y el elemento más significativo para la talla, es el sílex u oro neolítico. Esa es la franja en la que nos movemos, o sea, entre 2 y 5 mil años atrás. Hay cuevas y oquedades en el barranco, algunos todavía tapados, que podrían haber servido como habitáculos humanos y de animales, que han estado en uso a lo largo de 4 mil años.

¿Qué otros indicios existen? En la parte media del barranco, por debajo de la zona más plana, entre ambas laderas, existe un muro de piedra seca para contener el terreno, que no tiene que ver con la obra más reciente, de piedra basáltica del Gurugú. Parece un muro para sostener un antiguo camino o calzada, y está macizado con el terreno, lo que indica su antigüedad. No es algo reciente, porque no presenta similitudes con lo anterior existente. Es piedra muy amarilla, caliza traída de otro lugar. Todo eso parece haber aflorado recientemente y está en dos niveles distintos. También hay huesos de animales grandes, y multiples fragmentos cerámicos, y de lascas de sílex de clara fragmentación humana. Y esto solo es una vista sobre el terreno, con una prospección simple. Todo este entorno debe ser conservado y analizado convenientemente, de modo científico y bajo la tutela de universidades. La verdad está ahí fuera.

El melillense antecesor


La historia en el barranco de Cabrerizas (Enrique Delgado)

Cazadores, recolectores, nómadas o sedentarios. Durante miles de años la lucha por la supervivencia humana no admitía contemplaciones. Cualquier circunstancia imprevista podía significar la aniquilación individual o colectiva. El asalto a otro grupo o tribu debía ser un procedimiento habitual. Una característica que sorprende en los poblados humanos de la Edad del Bronce, es la gran envergadura de sus murallas de defensa y delimitación. Esa cronología aparece por primera vez en La Ciudad Antigua de Rusadir (1991), obra de Enrique Gozalbes Cravioto: «hace algunos años aparecieron en la barriada melillense de la Constitución restos de cabañas datables en la Edad del Bronce»(3000 AC.). Antes que él, también habían estudiado la zona y escrito sobre ella Paul Pallary, Angelo Ghirelli y Carlos Posac Mon. El eminente profesor Gozalbes reeditará la Prehistoria Norte Marroquí de Ghirelli, en edición del Archivo General de Ceuta en 2018, que se convertirá en su obra póstuma. Todos los autores y estudiosos coinciden en manifestar como evidente la presencia humana antecesora en el entorno del campo de Melilla, así como en la propia ciudad.

Sin embargo, esa evidente presencia coincide con la notable ausencia de restos, salvo las manofacturas de herramientas de silex, el gran material neolítico por excelencia. Solo una notoria presencia humana en la región melillense, explica el establecimiento de una factoría o colonia fenicia hacia el 1000 aC., siendo los primeros de los que dará cuenta la historia, pese a la ausencia de hallazgos significativos. Los fenicios son los inventores de comercio, pero ni escribían ni daban cuenta de sus rutas y localizaciones, para mantenerlas en secreto. ¿Qué cosas podían intercambiar con los nativos melillenses? No hay respuesta posible, según el profesor Gozalbes Cravioto. Podríamos especular con que podrían abastecerse de agua, abundante en la comarca, buscar refugio, productos alimenticios, dada la fertilidad de las tierras circundantes. Todo lo demás, el emplazamiento de Rusadir en el peñón calcáreo de Melilla la Vieja, o de las tribus circundantes no está seguro, salvo una zona, el poblado antiguo de Cabrerizas.

La ciudad y los cerros

Sin embargo, la orografía de la comarca, la tupida vegetación mediterránea, los cerros y los arroyos, favorecerían esa presencia humana, necesaria para el establecimiento del comercio. Al menos la zona de la Constitución, Camellos, San Lorenzo y Cabrerizas sí han aportado vestigios de asentamientos de población. La remoción del terreno por las necesidades de la guerra, y la construcción de líneas de ferrocarril modificaron todo el entorno hasta hacerlo irreconocible. Los hallazgos se iban sucediendo en modo paralelo a su destrucción y laminado. En varias ocasiones han aparecido enterramientos, incluso en los años inmediatamente anteriores, pero seguidos de su ocultación absoluta. No hay informes de datación de los mismos, o fotografías consultables . Supuestamente están en el Museo Arqueológico Nacional, pero no hay información disponible sobre los mismos.

Los cerros ofrecían dos cosas, la primera seguridad, la segunda vigilancia. Cualquier movimiento en el mar era inmediatamente detectado y la población podía esconderse de oleadas no amistosas. Cualquiera que suba a una de ellos y mire en dirección al mar, se dará cuenta de la imposibilidad de acercarse a Melilla sin ser detectado. Además, las formaciones calizas que conforman el territorio melillense ofrecían la posibilidad de ampliar y ocupar las oquedades naturales, que servían de refugio ocasional e incluso de habitat.

El Neolítico en Melilla

El profesor Enrique Gozalbes escribió el único libro sobre historia antigua de Melilla, y en él se lamenta sobre el poco interés en documentar un tiempo todavía desconocido, en la historia de la ciudad. Se trabaja sobre todo lo escrito con anterioridad, sin aportar hallazgos nuevos. Apenas hay nada sobre la parte que más interesa, la ciudad púnica, pero el vacío es enorme en todo los que puedea hacer referencia al «antecesor melillense», que está ahí desde el 4000 AC., sin arriesgarse demasiado. Un hacha de piedra, una lascas, algunas puntas de flechas, unos pocos utensilios y ya está.

Sin embargo, el barranco de Cabrerizas constituye la zona menos batida por la guerra y el urbanismo. Si se le recorre de abajo a arriba, sin mirar la obra moderna, podemos imaginar que vemos un panorama parecido al que vieran los nativos melillenses. Existe en el barranco un elemento fundamental, las cuevas neolíticas, excavadas a lo largo de los siglos. El tallado de las mismas albergan las pruebas de su factura y de su antigüedad. Aparte está la enorme cantidad de material disperso y a simple vista. Con una excavación científica, los datos surgirían por centenas. Incluso existen cuevas ocultas a la vista, y prácticamente sin alterar. Ya en época moderna, José María Tomassetti Guerra, publicó en 1996 un estudio sobre Las industrias líticas de Sidi Guariach, dentro del entorno de Melilla.

Un terreno abierto siempre descubre y muestra sus secretos. El antecesor está ahí, los restos de sus útiles labrado lo indican claramente y señalan en su dirección.

Asalto al barranco de Cabrerizas


Enlosando la naturaleza

Fue el terce artículo de la historia del Alminar, un 8 de mayo de 2011, de hace ya 13 años. La especulación intentaba asaltar uno de los pocos espacios naturales vírgenes del territorio melillense. Quería canalizar el barranco, y construir encima, en medio del entorno natural. El proyecto no se llevó a cabo, pero los constructores nunca se olvidan de las cosas. Ha pasado mucho tiempo, y el asalto actual va en serio, de hecho, ya ha comenzado. Hubiese sido suficiente con evitar que se hubiese convertido en un vertedero ilegal de escombros, como casi todo el entorno natural de la ciudad, lo que se llamaba el campo de Melilla. Desde que podemos dar cuenta de las cosas, la propia existencia del Alminar, el deterioro ha ido en aumento constante. El gran problema del barranco es que por allí no va nadie, y por eso apenas tiene defensores, salvo este blog y algún puñado más, lo que facilita el asalto y destrucción de un entorno natural.

El clima no es algo que se puede controlar. Nunca hace el tiempo que se necesita. Inmersos en el cambio climático, a periodos de sequía extraordinaria le siguen los de abundantes aguaceros. Si los barrancos y torrenteras están urbanizados y enlosados cuando llegan las lluvias torrenciales, las consecuencias serán muchos mayores, o catastróficas. Lo acabamos de padecer en la Comunidad Valencia y en el ya tristemente célebre barranco de Torrent.

El poblado histórico de Cabrerizas

La obra ha comenzado con la alteración del perfil del terreno, para crear bordes y líneas rectas, que habrá que sujetar con muros de piedra y cemento, o lo que es lo mismo, la degradación del terreno. Con el tiempo y las lluvias (que llegarán) se producirán derrumbes y desperfectos, pero eso garantizará el mantenimiento del negocio de las obras. Sin embargo, lo primero que se ha destruido son las ruinas históricas del poblado bereber de Cabrerizas, que por cierto, no le interesan a nadie. Es una zona arqueológica de primer grado, que no tenía catalogación alguna y por lo tanto, estaba desprovista de cualquier protección. Y esto no es algo que nos hayamos inventado, pues está señalado en el diario del capitán Francisco de Miranda, héroe melillense y colaborador posterior del Libertador de América, José de San Martín. Lo normal, en un paseo atento por el barranco, es encontrar en superficie, junto a todo tipo de restos contemporáneos, gran abundancia de fragmentos cerámicos antiguos, trozos de asas, bordes de vasijas, e incluso restos óseos. Alterar todo eso con palas excavadoras, sin miramientos, supone perder decenas de datos del pasado melillense. Además, insitimos que se ha empezado por la zona más sensible, incluída en la cartografía militar de 1970 con la denominación de «ruinas del poblado bereber de Cabrerizas«.

Cabrerizas y su cábila, conformaban uno de los asentamientos históricos de la zona, y era una de las que se alternaba en la guardia y custodia del entramado de Lal-la Zurzut (Higuera sagrada), del que también hemos escrito en este blog. La llegada de los españoles y su potentísima artillería, obligó al refugio de los lugareños tras la loma de Santiago, en denominación castellana. En la zona existe también una abundante presencia de silex tallado, el material neolítico por excelencia, junto con la existencia de cuevas naturales del macizo calcáreo, pero con claros indicios de ampliación y utilización humana. La presencia de poblaciones en el entorno melillense está documentada desde hace al menos 5.000 años (estudios de Bravo, Bellver y Posac). Así pues, al daño ecológico a una zona, que pese a todo se había mantenido casi inalterada, se une el daño a la historia y pasado del entorno de Melilla.

El barranco de Cabrerizas, un entorno natural

En la turbulenta historia melillense, son pocas la zonas que no han sido explanadas y modificadas por las necesidades bélicas, las urbanísticas, o las de extracción de materiales. Melilla, ciudad de colinas y de arroyos, ha visto modificada su orografía por necesidades muy diversas. Normalmente se establecian nuevos barrios sobre las cimas de los cerros (Camellos, Reina Regente, Mª Cristina) y sus laderas, pues el sentido común llevaba a dejar expeditos los cauces de arroyos y torrentes, Este es el motivo por el que permanecía inalterado el de Cabrerizas, que es el acceso a la zona más elevada de la ciudad, la meseta de Rostrogordo. Pese a todo, se ven restos de antiguos pilares de puentes, restos de muros de contención o o de antiguas balsas de agua. Es una zona natural a preservar y así lo escribimos en 2011. Además y lo decimos en 2024, es una zona histórica a conservar y estudiar. Ya no es nada porque la destrucción y la alteración han empezado por ahí. Las fotos de 2011 prueban que la utlización como escombrera y vertedero se ha llevado a cabo en los 10 últimos años. Entonces estaba solo olvidado.

No habíamos escrito nada en todo este tiempo, precisamente para no llamar la atención sobre la zona, confiando en que el olvido la protegería, pero no ha sido así.

Nota:https://elalminardemelilla.com/2011/05/08/el-barranco-de-cabrerizas/

Trara y las higueras


 

 

               Quisieron acabar con las fuentes de Melilla, ese era el plan, y luego enturbiaron las aguas, o sea, mezclaron el agua de los manantiales clásicos (Yasinen y Trara). Bien porque se agotaron los manantiales, o porque mezclaron las aguas con las de la desaladora. El caso es que la gente dejó de acudir a las fuentes y estas perdieron su vida clásica, la de decenios. Era un agua muy buena, sobre todo para los guisos y también para beber. El agua de Trara era un clásico en Melilla.

                 La fuente de Trara es legendaria en la ciudad, y uno de los puntos más altos de Melilla, 84m de altitud, solo superados por la meseta de Rostrogordo. Las higueras buscan el agua y también los riscos, pues suelen verse mucho en zonas escarpadas. Con el florecimiento de las higueras empieza el calor; «de brevas a higos el calor estará contigo». Este año el mes de mayo ha sido suave y las higueras están iniciando su floración en tiempo: «Por san Bernabé las brevas empiezas a ver y por san Juan  a comer».

                Hemos vuelto a Trara y al barranco de Cabrerizas. La fuente está muy deteriorada y vacía, mientras que la higuera está rebosante, buscando el agua, tanto que desborda el muro y lleva el espacio yermo. En esta zona que encierra muchos secretos del pasado, se puede ver muchas higueras en los bancales y en las cortaduras, como si defendieran su codiciado fruto, que ofrecen dos veces al año, y que pese a la confusión generalizada, no son lo mismo: «digo y redigo que la breva no es higo» y ya es conocido su orden: «Entre el higo y la breva, la segunda es la primera».

            Sin embargo sobre las higueras hay advertencias: «Dicen que la sombra de la higuera no es buena, y que la del nogal trae mucho mal». La sombra de la higuera es baja, porque aunque frondosa, el árbol no suele ser alto y las ramas pueden llegar a tocar el suelo. La savia de la higuera produce reacciones alérgicas en la piel fitofotodermatosis, por ello, si alguien se queda dormido debajo de una higuera y suda, puede tener reacciones alérgicas muy agudas y que tardan bastante tiempo en quitar. En algunos casos puede ser hasta graves.

            El refranero es una acumulación de sabiduría popular, que si bien no tiene una eficacia del 100%, rara vez suele estar equivocado. Hay refranes opuestos, pero también hay que ver a qué zona o tiempo se refiere el refrán, y porque muchas veces, en acontecimientos de la vida, de una misma acción puede salir dos reacciones opuestas, o de un mismo hecho darse dos interpretaciones diferentes.

      Nota:https://elalminardemelilla.com/2014/09/25/enturbiando-las-fuentes-de-trara/

 

 

 

Rebaños ovinos en Melilla


 La interpretación de una Orden Ministerial   

          Melilla cuenta con una cabaña de al menos un centenar de borregos, ovejas y cabras que deambula por casi toda la ciudad. Desde el pasado mes de noviembre no hay  ningún nuevo caso conocido de «fiebre aftosa en Marruecos». La próxima fiesta del Sacrificio será el día 11 de septiembre, por lo que la alerta sanitaria puede continuar vigente o haber desaparecido. Mientras tanto, es posible ver en algunas zonas de la ciudad, pequeños rebaños de ganado ovino y caprino, por lo que es posible que la fiebre aftosa, no contagiosa para los humanos, llegue hasta nuestro perímetro, sin que haya entrado un solo borrego. Si para la todavía lejana fiesta del Sacrifico sigue vigente la alerta, habrá que tener en cuenta que ni uno solo de los borregos que lleguen a la ciudad, podrá volver a la España continental europea.

         Ceuta y Melilla son parte integrante del territorio nacional, repetir esto resulta cansino, y por tanto se encuentran afectadas por la parte primera del Decreto:

Artículo 2. Prohibición de importación de animales vivos y productos animales y de origen animal.

1. Queda prohibida la entrada en el territorio nacional, incluyendo Ceuta y Melilla, de animales vivos de las especies porcina, bovina, ovina y caprina, así como de los productos animales y de origen animal, incluida la paja y el heno, con excepción de los productos de la pesca y la acuicultura, procedentes de Argelia, Libia, Marruecos y Túnez.

           Curiosamente, también están afectadas por su excepción:

2. La entrada de équidos procedentes de Argelia, Libia, Marruecos y Túnez en el territorio nacional, incluyendo Ceuta y Melilla, solo será posible cuando:

a) Junto con el certificado de acuerdo al modelo establecido por la legislación de la Unión Europea, vengan acompañados con una declaración adicional firmada por un veterinario oficial, en la que se indique que los animales no proceden de una explotación en la que existan animales susceptibles a la fiebre aftosa, y la explotación se encuentre situada en una zona en la que en un radio de 10 kilómetros no se ha producido ningún foco de la enfermedad.

      Lo que queda claro es que si hay un certificado veterinario desde la zona de origen (Marruecos), y también del expedido en el momento de la entrada, frontera de Melilla, los borregos podrán entrar. Lo que resulta más claro aún, es que los borregos que lleguen a la ciudad desde explotaciones peninsulares, no volverán a salir de aquí.

               Mientras tanto, los rebaños melillenses, disfrutan de una cómoda existencia, ajenos a una alarma demasiado anticipada y de ambivalente interpretación, aunque deja claro que si en un radio de 10 kms a contar desde la frontera de Melilla, no hay casos de fiebre aftosa, podrán entrar los borregos marroquíes, previo certificado veterinario.

Las higueras de Trara


        Melilla es una ciudad de higueras.  Ahora que nos estamos fijando en ellas las encontramos en todas partes. Estas son las que están más al norte de la ciudad, muy cercanas al depósito de agua de Trara, y cerca de la fuente homónima. Están sobre el mirador natural del barranco de Cabrerizas, también conocido como Barrio de Colón. Es la zona más alta habitada de la ciudad, ya que se encuentra sobre una cota de 84 metros de altitud.

        La higueras proporcionan una sombra abundante y sobre todo embriagan con  su olor. En donde hay una higuera se deja notar por su aroma, que alcanza incluso aunque se esté a varios metros de distancia. Estas están en la zona norte de la ciudad, son casi las últimas, pues más allá solo está el reino de los pinos. Son las higueras más extremas y situadas en el punto más elevado. Dentro de lo que es el depósito de agua de Trara, también hay dos higueras, que no solo proporcionan sombra, sino también sabrosos frutos. Primero las brevas, al inicio del verano y en su final los higos. Hay refranes relativos a sus frutos que dicen: con brevas vino bebas, y con higos agua y vino. Sin embargo, nada debe beberse tras tomarlas: sobre brevas, nada bebas.

          Sobre el mismo mirador del barranco hay tres higueras y junto al borde de la calle México hay otras dos, muy grande y de gran sombra. No existen en las parque de la ciudad, solo se pueden encontrar las silvestres, en patios de casas y en antiguas huertas. Muchas de las que fotografiamos hoy, no existirán en apenas unos años, pues se encuentran en patios de casamatas, que en el futuro serán derruidas para construir viviendas. La especulación y la extensión del cemento acabarán con todo. Este barranco es una zona que debería estar protegida, cuidada e incorporada al cinturón verde de Melilla.

             Un absurdo que no vamos a dejar de señalar, es que esta calle se llame de la Vía Láctea, cuando su nombre debería ser el «de la fuente de Trara» o del «barranco de Cabrerizas«.

¿ Quién fue el soldado Bueno Espinosa ?


                        El monumento del soldado desconocido

    Si hay alguna ciudad de España en la que su cementerio esté integrado en la vida de la ciudad, esa es Melilla. Todo melillense cristiano, acude al menos media docena de veces al año al cementerio, por uno u otro motivo. Pero además, están los «viernes» melillenses, en los que se acude al cementerio a recorrer las diferentes rutas de las tumbas milagrosas o de «favores». En esas rutas hay una serie de tumbas que son visitadas por casi todos y otros distintas, según con quien se vaya.   

    Hay un monolito o pequeño mausoleo, que destaca por la gran inclinación de la columna que sirve de recuerdo y conmemoración de la muerte del soldado Fernando Bueno Espinosa. En el callejero de la Asociación de Estudios Melillenses, editado en la etapa de José Luis Blasco como presidente, se pueden recoger los pocos datos que sobre este soldado existen. El monumento o monolito, que consta de una columna partida apoyada sobre un basamento labrado e inclinado, fue costeado por los jefes y compañeros del «Batallón Disciplinario de Melilla», al que pertenecía este soldado.

      En la parte frontal hay una lápida, partida e ilegible en un tercio de la misma, en la que  está inscrito el nombre de Bueno Espinosa y también un poema o largo epitafio como dedicatoria. Debería intentarse recuperar todo el texto antes de que se pierda. Ya ni siquiera puede verse la fecha del fallecimiento, que parece se produjo en el Barranco de Cabrerizas en 1892.

        Está colocado en una posición privilegiada que hace que siempre se vea, se vaya a la parte del cementerio a la que se vaya, pues está en el camino central. Está claro que con el paso del tiempo, todo nombre, toda gloria, por muy grande que esta haya sido,  está destinada a perderse y disolverse en el tiempo. Si he traido esta tumba a El Alminar, es porque no se trata de ningún muerto en acción de guerra, ni en batalla heróica alguna. Se trata de un simple soldado peninsular, fallecido en unas circunstancias extrañas, dicen que fue encontrado muerto por apaleamiento en Cabrerizas.

            Según Gabriel de Morales, el más grande historiador que haya tenido Melilla, muerto trágicamente en Annual, Fernando Bueno Espinosa murió al intentar perseguir a dos prisioneros fugados y vigilados por el Batallón Disciplinario. Al parecer rebasó los límites de Melilla en la persecución y fue capturado por los rifeños, que lo mataron por apaleamiento. Su cadáver fue objeto de intercambio entre los cabileños y la plaza de Melilla. Murió el 31/03/1982.

        Está integrado en la ruta de los viernes, y se depositan claveles rojos en su tumba. En un tiempo también se le consideró milagroso. Tiene una calle dedicada en Melilla.