La visión desde un búnker


       El búnker en Melilla

       El búnker es un refugio, pero también está asociado a posiciones de inmovilismo político y social. ¿Cómo se ven las cosas desde un búnker?. Lo vamos a mostrar. Melilla es una ciudad bunkerizada en muchos aspectos. Hay una ruta de refugios militares a lo largo del perímetro fronterizo, y también de trincheras. El campo de visión en un refugio así es muy reducido, por lo que deben estar emplazados en lugares, altos y con gran campo de visión. Debe haber varios y que unos estén a la vista de los otros, para cubrir los puntos ciegos. Dicen que en la década de 1970, un Comandante General con ardor guerrero, tuvo a las tropas en disposición de combate durante algún tiempo. La misma construcción de búnkeres en superficie ya denota un concepto arcaico de la táctica militar, pues desde el fracaso de la Línea Maginot en 1940, frente a la Guerra relámpago, nadie volvió a utilizar este tipo de sistema de defensa.

           El Ejército de Franco era atrasado y guerra civilista, partidario de los frentes estables y prolongados, y de la guerra de desgaste frente al adversario. El que un militar español los mandara construir en 1970, dice mucho de la mentalidad imperante en el ejército español, en aquella época. Algún día, alguien caerá en la cuenta que la calle Ejército Español (franquista), debería trocar su nombre por el de Las Fuerzas Armadas, denominación moderna y democrática.

               Toda sociedad, todas las personas, somos en principio reticentes a los cambios, pero cuando alguien o una ciudad completa, se opone a cualquier transformación que la modernice en apariencia y concepción, entonces se dice que está bunkerizada. Esto es lo que ocurre en Melilla. El Búnker se resiste a dejar paso a la nueva sociedad, a las nuevas caras y a los nuevos tiempos. Las diferentes nomenclaturas y oligarquías políticas que dominan y sojuzgan la ciudad, siguen queriendo mantener a ultranza sus privilegios y prebendas.

            Vivimos bajo un concepto de Melilla que ya no existe, que murió en la década de 1960. Hay una vida y una ciudad artificial, en la que los mismos nombres no varían desde hace mas de 30 años. Todo ha cambiado, menos ellos. En búnker no hay otra ideología que la de resistir. Están desfasados.

Reformar el callejero de Melilla


 

               Nombre que sobran en las calles de Melilla

      Un viejo axioma del bunher franquista melillense dice que: » Quien toque a Franco en Melilla pierde las elecciones». Sea cierto o no, el caso es que consiguieron meter el miedo en el cuerpo a la clase política local y tras la derrota del socialista Gonzalo Hernández en 1991, nadie mas se ha atrevido a hacerlo. No quiero pensar que el traslado de la estatua ecuestre de Franco desde el Tercio a Gaselec, haya podido  influir en el descalabro socialista de las pasadas elecciones municipales, en las que obtuvieron los peores resultados que se recuerdan.

        El Presidente Juan José Imbroda acaba de ganar las elecciones y de formar gobierno, por lo que ya no puede tener miedo electoral alguno. Por tanto, obviando el asunto de la estatua de Franco al pie de la muralla de Melilla (que ya pienso que no se va a mover jamás), creo que hay nombres que sobran en el callejero de Melilla y uno de ellos es  José Antonio Primo de Rivera.

         Una calle tan céntrica y a la vista de todo el mundo, no puede llevar el nombre de uno de los responsables ideológicos de La Guerra Civil española. José Antonio, su siniestra Falange, su alineamiento con el fascismo (uno de los sistema políticos más perversos), no puede seguir dando nombre a una calle de Melilla y mucho menos ser enaltecido con un recuerdo inmerecido.

         Los nombres de falangistas del Barrio de La Libertad pueden consensuarse con sus familiares sobre su retirado a o no y algunos otros  de los que ya no existan familias en Melilla, pueden retirarse sin mayor inconveniente, como la calle del Tte. Sánchez Suárez, que hace límite con el solar de Isla de Talleres. Otro nombre que sobra clarísimamente del callejero es el del falangista Onésimo Redondo, que da nombre a la plaza en la que se ubican los bloques de viviendas dedicados al martirizado ex concejal y ex sacerdote Diego Jaén Botella.

          Descartado ya el coste electoral de la medida de cambiar el callejero, y para que sobre nadie acabe recayendo la supuesta carga electoral de la medida, sería conveniente el crear una Comisión Municipal, integrada por todos los grupos políticos y decidir nombre a nombre, sobre quién debe caerse o no del callejero. Es una medida que exige Melilla, porque las víctimas inocentes de aquella brutal represión,siguen también  teniendo familiares en Melilla y nadie jamás les ha preguntado su opinión, ni las ha tenido en cuenta.  Por lo demás, yo nunca he creído ni creo en ese viejo axioma del bunker franquista.