El final del temporal


        El temporal de viento de poniente ha azotado Melilla entera. No ha habido lugar en donde no se hayan notado sus efectos. Si hay un lugar especial en donde se puede apreciar un temporal sin peligro, es junto al faro. Desde allí y durante cuatro siglos, generaciones enteras de melillenses, presidiarios y guarnición, esperaran algún cambio en sus vidas, algún acontecimiento que pusiera fin al largo, larguísimo encierro de los 400 años. Desde esa atalaya y a la vista del cabo Tres Forcas, esperaron algún auxilio, alguna embarcación con noticias o víveres. a veces en una angustiosa espera de unos auxilios que nunca llegaron, o que se tuvieron que dar la vuelta ante sus mismo ojos. Durante 400 años esta roca era todo y el peñón era toda Melilla.

        El Alminar es tanto sus 1174 entradas y sus 9877 comentarios, como sus días de silencio, que también son muchos. En ocasiones todo se para y lo único posible es mirar, porque también es necesario observar para poder seguir escribiendo y aún así, la gente sigue acudiendo día tras día al Alminar aunque no se escriba, y algunas personas comentan y opinan aun cuando no haya nada nuevo. En esos días se rebusca en las profundidades del blog y se descubren entradas ya olvidadas, o algunas cobran un nuevo sentido, a la luz de sucesos recientes.

        La vida política está detenida en la ciudad desde el pasado 26 de febrero, fecha del segundo grupo de registros de la Operación Ópera. La conmoción fue inmensa. El silencio desde entonces es absoluto. A algunos puede ya solo quedarles de vida política  lo que tarden en sustanciarse el sumario y las acusaciones. Una vez que se abra esa caja de Pandora, ya será imposible cerrarla. Todo puede haber cambiado ya, aunque en apariencia todo siga igual. Estamos ya en Cuaresma, tiempo de ayuno y de penitencia.

Conocimiento prohibido


             Es el conocimiento el que paraliza la acción. Cuando se llega al final, al límite mismo de las cosas y se ve su verdadera esencia, entonces ya no hay  acción posible. Todo se detiene. Es la certeza la que desarma por completo.  Mientras se viva con la ilusión de poder cambiar las cosas, se puede estar activo. Cuando se ve a donde conduce el camino, o a dónde nos quieren llevar, la acción se torna más complicada.  Nuestras acciones pueden paliar muchas de las consecuencias  de tantos años de desafueros y de hecho, hay decenas de personas entregadas a causas humanitarias, a la solidaridad, a la ayuda social, que mitigan y mucho los terribles daños que el «sistema capitalista» inflige al mundo. En los llamados países desarrollados, son decenas de millones de personas las que viven al margen del sistema, auxiliados mediante  la asistencia social. En Estados Unidos, 40 millones de personas están en la exclusión social, en España son 8 millones y todavía hay quien defiende este estado de cosas.

          Se dice, y todo el mundo se sabe la cifra, que las 8 décadas de experiencia comunista en los países que adoptaron este sistema, causaron 100 millones de víctimas, entre la población civil. No se dice, ni se sabe la cifra, ni la comenta economista alguno, que las políticas económicas criminales del sistema capitalista, probablemente han causado y causan, una cifra de víctimas  que podría multiplicar por 10 esa elevada cifra, la de muertos causados por el comunismo.  Afirmar lo primero en un debate queda bien, parece reflexivo y acorde con los tiempos, pero si uno sostiene la segunda afirmación, entonces parece un izquierdista trasnochado o un antisistema. Todas las guerras actuales, la destrucción de un país detrás de otro,  las provoca el sistema capitalista. El mayor negocio del mundo es el de la venta de armas y los conflictos los provocan las multinacionales que están detrás de la explotación de los recursos naturales que existen en cada país en guerra. Es así de sencillo y así de paralizante, porque: ¿Qué se puede hacer contra todo eso?.

         Ocurre que ahora somos nosotros el objetivo del sistema y ante un hecho de esa magnitud, la parálisis resulta absoluta. Han decidido que los salarios, los derechos laborales, las conquistas sociales alcanzadas a lo largo del último siglo, deben ser podadas, si es desde la raíz mejor, aunque de momento están entretenidos con las ramas. Ha habido derroche, mala gestión y una corrupción muy extendida y profunda, pero todo eso no es el objetivo de las reformas que nos imponen, porque seguiremos  viendo derroche, mala gestión y corrupción.  Eso no va a desaparecer ni ahora, ni nunca, porque todo ese es parte de la esencia del sistema capitalista. La corrupción es necesaria para mantener cautivo y poder fidelizar el voto.

                                Conocimiento prohibido (Roger Shattuck)*

        Este es el título de un libro que compré en 1998. El título es engañoso. No habla de que exista un conocimiento  prohibido o de algún aspecto del saber que no deba conocerse. Se trata solo de averiguar si existen determinadas líneas o fronteras, que una vez conocidas, paralicen por completo nuestra acción.  En el Éxodo se dice que Yaveh, el Dios bíblico dijo a Moisés: «No podrás ver mi faz, pues el hombre no puede verme y vivir». Alude a la imposibilidad de poder mirar a la verdad de frente, ya sea la propia o la de cualquier otra categoría.  Son muchos los que han escrito acerca de la necesidad de conocer , pero mantenerse en una suave  indiferencia o ignorancia para sobrevivir, el más célebre fue Sócrates.

      Es Nietzsche, en El nacimiento de la Tragedia,  el más contundente de todos: «Es el verdadero conocimiento, La visión de la horrible verdad lo que aniquila todo impulso, todo motivo de acción». Quizá sea demasiado contundente la frase, o terriblemente acertada.

           El más célebre de todos los ejemplos fue el de la Caja de Pandora. Hay dos versiones diferentes, como casi siempre.  En una se dice que encerraba todos los males y que al abrirse se esparcieron por el mundo. La otra narra que albergaba todos los bienes y que al ser abierta estos se disiparon, pero que inmediatamente cerrada, retuvieron unos pocos y esas bondades son las que atesora todavía el ser humano.  Dos caminos distintos pero un mismo final. Existen líneas rojas, límites en nuestra acción que no deben cruzarse, tanto individual como colectívamente, o si se quiere, puertas que no deben abrirse, porque hay veces que una vez traspasadas,  la marcha  atrás ya no es posible.

       * Roger Shatuck escritor y pensador estadounidense, catedrático de la Universidad de Boston, pudo ver el mal de cerca, las consecuencias de ir más allá de ese límite, pues fue piloto de bombarderos durante la II Guerra Mundial y sobrevoló Hiroshima dos días después del bombardeo atómico. Falleció en 2005. http://www.nytimes.com/2005/12/10/arts/10shattuck.html