17 de septiembre en Melilla


          Un 2 de julio de 1494, en la villa de Arévalo, España y Portugal firman el conocido como Tratado de Tordesillas, por el cual se van a repartir el mundo conocido. España ha culminado la Reconquista, o la unificación del territorio peninsular, bajo el dominio de la fe de Cristo. Los musulmanes hispanos han perdido el último reino, el  de Granada, en el que se mantuvieron durante casi ocho siglos. El ejército al servicio de los Reyes Católicos es el más potente y mejor entrenado del Mundo. Fernando el Católico quiere conquistar plazas en el norte de África, para vigilar la costa e impedir una nueva invasión del territorio peninsular. Es algo que ya nunca se va a producir, pero en aquel momento no podían saberlo.

               Este es el motivo por el que en el Tratado de Tordesillas se menciona, en siete ocasiones, la necesidad de «conquistar las villas de Melilla y Cazaza que se duda sobre su pertenencia al Reino de Fez, pero con relación a Portugal, pues el límite norte del reparto, se situaba en las fronteras del mencionado reino. Portugal no estaba interesado en el norte y cede en sus pretensiones ante España, reservándose el comercio hacia el sur del continente africano.

                                       Las expediciones españolas sobre Melilla

            Las expediciones de sondeo sobre las posibilidades de ocupar, conquistar o tomar posesión de Melilla se inician apenas firmando el Tratado. Todas ellas coinciden en la dificultad de la empresa. Melilla está habitada en aquel momento, pero no con una gran población y carece de ejército propio. Martín Galindo y Cristobal Colón se posicionarán claramente en contra. Los Reyes Católicos se desentenderán de la empresa.

            Será la Casa de Medina Sidonia, que depende del obispado de Badajoz, la que tomará a su nombre y a su costa la expedición de conquista y ocupación del territorio. Previamente se intentó la negociación directa con los alguaciles o la familia en posesión de la ciudad. La vía de la rendición por pacto fracasa y los alguaciles serán considerados como traidores por los escasos habitantes de la ciudad. Pedirán ayuda al Rey de Fez, pero carece de fuerzas para impedir una invasión  como la que se les venía encima.  Deciden abandonar la ciudad, derruir los adarves, y quemarla, para que «los cristianos no encontrasen nada útil». Esto lo confirmará Juan león el Africano, quien afirma: que los cristianos tomaron gran disgusto en ver la ciudad en aquel estado.

                                                La cuestión de la fecha

           Todo el mundo sabe, que en estas tierras norteafricanas, siempre hay alguien observándolo todo, por ello, parece ser que la expedición pudo partir desde Gibraltar, para hacerla invisible. Se tomó la decisión de navegar de noche o alejados de la costa, y se escogió el mes de septiembre debido a la mayor continuidad de los vientos de poniente. El desembarco con viento de levante hubiera hecho imposible la navegación el desembarco, de hecho es algo que advirtió claramente el almirante de la Mar Océana Cristobal Colón, quien finalmente aceptó el aplazamiento de su 4º viaje a América, para facilitar el uso de la flota en la conquista y ocupación de Melilla.

              Parece más verosímil que la expedición se formara en 1497, pero es imposible concretar el día del desembarco. Las crónicas solo datan el mes de septiembre como el de partida de la expedición. Queda claro que el gran desembarco no se pudo realizar en un solo día, sino que debió durar al menos una semana o más. Su primer alcaide fue Mariño de Ribera, quien tomó posesión de la ciudad, cuando esta ya estuvo asegurada y reconstruida. Hubo varios viajes desde aquel primero y la zona solo quedo definitivamente en manos españolas, tras varios meses de esforzados y onerosos trabajos.

                      Melilla quedará como una ciudad española, pero Ducal, hasta el día 7 de junio de 1556, fecha en la que la Corona de España tomará posesión de la misma, tras la renuncia de la Casa de Medina Sidonia a seguir sosteniéndola. Este día es, a juicio del Alminar, el verdadero día de la ciudad. El 17 de septiembre es y seguirá siendo una fecha incierta

Mustafa Aberchán frente a la Patrona de Melilla


     

 El presidente Mustafa Aberchán en la misa de La Patrona

       Mustafa Aberchán fue el primer alcalde rifeño de confesión musulmana, que accedía a la categoría de Alcalde de Melilla, 502 años después de que el último caid bereber fuera depuesto por La Conquista española de 1497. El hecho, independientemente del juicio político que merezca su presidencia, adquirió la categoría de «histórico» por sí mismo. Han  pasado sólo once  años y muchos melillenses, o no lo recuerdan o ni siquiera lo conocen, pero tiene una magnitud histórica que no decaerá con el paso del tiempo. Hay hechos que pasan a la historia por sí mismos y éste es uno de ellos.

         La historia política de Mustafa Aberchán como presidente y alcalde de Melilla fue la «lucha contra un caballo desbocado», del que sabes que tarde o temprano acabará tirándote de la montura, por lo que se trata de limitar los daños en la caída. Sin embargo, ese año escaso de 1999/2000,  estuvo plagado de actos muy significativos, que merecen ser recordados, interpretados y valorados con las luces de la perspectiva.

          El primero y más importante fue la presencia de un alcalde de confesión musulmana en un acto litúrgico cristiano, frente a La Patrona de Melilla, el 8 de septiembre de 1999. No creo que haya un caso similar en toda la historia moderna ( yo no he encontrado ninguno equivalente),salvo la presencia en actos ecuménicos de clérigos de diferentes religiones. Sin embargo, la «ofrenda» de Mustafa Aberchán a La Virgen de La Victoria ( la que ayudo a los cristianos en La Reconquista), en nombre de todos los melillenses, fue un hecho histórico que debería permanecer en el «haber» de Mustafa Aberchan, sean cuales sean los errores que haya podido cometer después.

       Revisada la prensa local, sólo El Faro comprendió la trascendencia del acto y valoró sin tapujos la ofrenda de Aberchán, calificándola como «emotivo discurso del Alcalde de Melilla». El resto de la prensa fue más bien cicatera en el elogio y se enredó con las críticas del fraile capuchino Fray Cejudo, a la clase política de Melilla. La homilía del fraile capuchino fue duramente criticada por parte de la oposición políticaEl diario Melilla Hoy publicó con posterioridad una entrevista con Aberchán, en la que explicaba sus motivaciones para la realización de la ofrenda ante La Virgen de La Victoria. El presidente Aberchán delegaría la representación  de la Presidencia en La procesión de La Virgen, en uno de los miembros de su gobierno, concretamente en José Mejías, Consejero de Economía.

      Pocos días después Mustafa Aberchán conmemoraba y presidía el día de Melilla. Su discurso, que intentó ser alternativo y novedoso, fue duramente criticado por casi todos los medios de comunicación, en un sana discrepancia que ahora mismo, en 2011, ya no existe.  Mustafa Aberchán no colocó ninguna corona de laurel bajo la estatua de Pedro de Estopiñán (al que las crónicas atribuyen la conquista de Melilla) y ese fue la única acción que varió un guión que se ha repetido desde 1991, cuando se recuperó el acto institucional del Día de Melilla.

   La conclusión de todo esto es que Mustafa Aberchán hizo todo esto porque entre cristianos y musulmanes existe un espacio común, que permite asistir a oficios religiosos mutuos sin que se resientan las creencias más íntimas, pero igualmente, cualquier día, otro presidente/alcalde de Melilla de confesión musulmana, podría no acudir a realizar la ofrenda y debería ser aceptado como igualmente normal y lógico, sin pensar que estamos ante el final de Melilla. Creo que doce años después, no se ha valorado suficientemente aquel gesto sumamente ecléctico de Mustafa Aberchan.

 PD (modificada a 20/09/2011): En aras de la precisión histórica voy a añadir algunos datos sobre este interesante 17 de septiembre de 1999. El entonces Presidente Mustafa Aberchán pidió al asesor de Presidencia Jesús Ayala el diseño de un Día de Melilla que respetara al efeméride, pero que no conmemorara La Conquista, por eso, aquel 17/09/1999 fue rebautizado como Día de La Autonomía de Melilla y en ningún momento del discurso presidencial se hizo la más mínima alusión a Pedro de Estopiñán y tampoco se le hizo la hasta ese momento tradicional ofrenda de laurel. Una fina finta que pretendía preservar el Día de Melilla, pero no conmemorar el indudable hecho bélico que supuso la Conquista, porque si no hubo muertes ese día, sí se produjo un encuentro bélico en apenas una semana y a partir de ahí, sin parar durante cuatro siglos.

       Lo que tampoco hizo el Presidente Aberchán es la ofrenda floral a La Patrona, porque como él mismo dice en la entrevista reproducida del diario Melilla Hoy: «En ceremonias religiosas, tan malo es pasarse como no llegar». También delegó su presencia en la procesión ritual del 8 de septiembre.     Mustafa Aberchán nunca retiró el crucifijo que hasta ese momento presidía la Mesa de La Asamblea de Melilla, y durante su presidencia fue desplazado hacia la zona de las vicepresidencias, pero estando igualmente presente.  En la actualidad, ese crucifijo, ya no puede verse por lado alguno.

En busca del Día de Melilla


       

 

          En busca del Día de Melilla

      Enrique Delgado

           Melilla nunca tuvo día propio, porque nadie celebró esa efeméride durante los casi 4 siglos que duró “el encierro de la población española” dentro de los cuatro recintos amurallados. Lo primero que habría que diferenciar es entre Día de Melilla y efeméride de la conquista. En las duras vicisitudes del encierro entre las murallas no hubo jamás un solo día de descanso, como para pensar en celebrar un acontecimiento al que denominar Día de Melilla. En cuanto a la fecha de la conquista, era solo un oscuro dato perdido en la noche de los tiempos, porque la mayor parte de las crónicas se referían sólo “al mes de septiembre” pero sin concretar día de conquista. Luego estaba la división entre los autores que databan la “ocupación” de la ciudad  en 1496 y los que lo hacían en 1497. Sólo un autor se refiere al mes de octubre y curiosamente, el que da la fecha del 17 de septiembre la sitúa en 1496.

           Aquí ya tenemos claramente mostrado que Día de Melilla y fecha de la conquista son cuestiones distintas, por tanto, cabría preguntarse si es conveniente celebrar el aniversario de la conquista como el Día de Melilla.

          Melilla tuvo muchos “días” a lo largo de su historia. El terremoto el día 5 de agosto de 1660, Ntra. Sra. de Las Nieves, se acordó celebrar conmemorar ese día. Al levantarse el Sitio de Melilla el día 19 de 1175 se declaró ese día como festivo. Tras  proclamarse a la Virgen de La Victoria como Patrona de Melilla en febrero de 1756, su festividad del 8 de septiembre, fue más día de Melilla que otros muchos anteriores.

           La peor etapa fue sin duda la del franquismo, con su desierto ideológico y cultural, con su permanente afán de revancha sobre los vencidos. Durante esa funesta etapa, los días de celebración por antonomasia eran el 1 de abril (aniversario de La Victoria) y el 18 de julio, conmemoración del Alzamiento. Tras la caída de La Dictadura y su paso a La Democracia en 6 de Diciembre de 1978, la nueva y restaurada Melilla democrática estaba yerma de festividades y de contenido histórico y social.           Entre 1979 y 1983 no se celebró nada parecido al Día de Melilla, salvo algún que otro artículo de refritos que aparecía el día 17 de septiembre y a veces ni siquiera eso.

                          En busca del día de Melilla

        Poco años antes de la victoria socialista en las elecciones municipales de 1983, los pocos afiliados del PNEM (Partido Nacionalista Español de Melilla), encendía unas luminarias en las laderas de La Alcazaba y la denominaban como “Noche de las luces”, pretendiendo recordar el desembarco de las huestes de Estopiñán en la ensenada de Los Galápagos. Fue una idea original y personal de Amalio Jiménez.  Esto constituiría el embrión de lo que acabaría denominándose como “La Movida Azul”. En 1983 y 1984 no se conmemoró nada y tampoco aparecieron artículos recordando La Conquista,

             Sin embargo, el concejal socialista Francisco Narváez, “Culi”, recogió la onda y en 1985 presentó: “La Movida Azul”, lo que constituyó el mayor éxito de público y conmemorativo de la historia de Melilla, Esto sólo sería superado por la celebración del V Centenario en 1997.

         Como no era día festivo en 1985, el acto de La Bandera se celebró a media tarde y en la antigua plaza de Estopiñán, que estaba abarrotada de público. Se repartió cerveza y vino a discreción y centenares de bollos de chorizo. Fue una tarde noche festiva, lúdica y muy exitosa. En 1986, siguiendo en la línea trazada el año anterior,  se presentó como “homenaje a la bandera de Melilla”, combinando el aspecto institucional y el lúdico, por lo que se empezaron  recibir las primeras críticas y desafecciones. Las más duras críticas fueron las de UPM, que estimando la parte institucional, rechazaba por completo la festiva, a la que llegó a calificar de “parida”, aunque  también hay que hacer constar que la UPM fue la 1ª formación política en solicitar que el 17 de septiembre fuera festivo.

            La celebración de 1986 fue un gran fiasco y el público, masivo el año anterior, dio de lado este año a la efeméride. En ese mismo año, el Colectivo musulmán de Melilla se opone por 1ª vez a la conmemoración del acto de la  conquista como Día de Melilla. Los años siguientes obtendrían  calificativos tales como: Deslucido Día de Melilla, triste conmemoración, descafeinado acto institucional, triste espectáculo”.         El Día de Melilla está hundido en 1990 y sólo el inasequible PNEM de Amalio Jiménez acude ante el monolito de Pedro de Estopiñan. Al menos queda la constancia de que los socialistas intentaron recuperar “el Día”, aunque el dulce duró solo un año.

            La refundación del Día de Melilla

      En 1991 el PP de Ignacio Velázquez Rivera gana las elecciones en Melilla y se dará la paradoja de que sea un ceutí, la persona que mas crea y afiance la celebración del Día de Melilla. Todo lo que hoy se celebra, es obra suya. El 17 de septiembre de 1991 un joven Ignacio Velázquez se decide por un perfil institucional y a medio día hace reflotar la conmemoración de La Conquista. Ignacio Velázquez será designado como “melillense del año” y posteriormente como “melillense de la década”. Luego introducirá profundos cambios, como el traslado de la estatua de Estopiñan a Melilla La Vieja, por lo que será casi tildado de traidor y acusado de “esconder” a Estopiñan.        Sufrirá también el mayor de los desaires históricos, al ser boicoteado precisamente en la conmemoración del V Centenario (1997), el más importante de todos, aunque sólo con él, vinieron Ministros del Estado a la efeméride, curiosamente: Mariano Rajoy.

   Ignacio Velázquez lo declarará como festivo por 1ª vez en la historia y recuperará la tradición de otorgar las medallas de Oro de la ciudad. La primera será para el Rey de España y la segunda para el melillense Fernando Arrabal. También trasladará la celebración de la mañana a la tarde, institucionalizará el desfile representativo de las Fuerzas Armadas de Melilla y conformará un guión del que nadie ha vuelto a salirse hasta ahora, salvo, claro está, la irrepetible y mágica  celebración del Día de Melilla de 1999, con Mustafa Aberchán como Presidente de Melilla.

7 de Junio. El verdadero día de Melilla


            

                Un verdadero Día de Melilla      

              El 7 de junio de 1556, la Casa de Medina Sidonia cedió a La Corona de España lo que hasta ese momento era sólo una ciudad ducal, administrada en nombre de España, pero ciudad ducal. La Corona de España descartó la conquista de Melilla por considerarla una empresa demasiado arriesgada, demasiado onerosa y que no iba a apartar nada con respecto a la política exterior de Los Reyes Católicos. Sólo por hacer méritos ante La Corona, decidió acometer la empresa, por su cuenta y riesgo, Alonso de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, en una fecha que seguro no fue el 17 de septiembre y tampoco es seguro que fuese en 1497, pero la cuestión ahora no es esa.

               El caso es que entre 1497 y 1556, casi por espacio de 60 años, Melilla sólo fue una ciudad ducal, administrada bajo contratos o asientos, y en dónde los Reyes de Castilla sólo destacaban a la plaza un Veedor, que era el encargado de certificar que todos los gastos que les pasaba Medina Sidonia era ciertos y de imponer una serie de exigencias a la Casa Ducal, para que no regatease el personal mínimo y la guarnición establecida por «los asientos».        El 7 de junio de 1556, tras la previa renuncia de Los Duques, La Corona de España tomó posesión definitiva y a su cargo de la Ciudad de Melilla.

                         Las ventajas de una fecha nueva

                         El 7 de Junio es un propuesta que recuerda la fecha en que La Casa de Medina Sidonia renunció a la administración y gobierno de Melilla  en favor de La Corona de España. Este sería el día en que de un modo efectivo Melilla, nuestra ciudad, se vinculó de un modo efectivo con la Administración y Gobierno de España. Desde ese día y no antes, Melilla pertenece a la Corona de España.     Esta fecha evita la confrontación sobre los hechos acaecidos con la conquista de Melilla y acontecimientos posteriores.

                       Carece de caducidad al tratarse de un hecho histórico. No sucede así con el Día del Estatuto caso de que sea reformado o sustituido y también se trata de algo muy cuestionado y que en realidad supuso una puerta falsa para Melilla, pues no cumple la Disposición Transitoria 5ª de La Constitución.

         El 7 de Junio evita la concentración de fiestas en el mes de septiembre y en el último trimestre de cada año  y también la de marzo, si se escogiese el día del Estatuto, con la cercana Semana Santa y el 19 de marzo, si se pretende mantener como festivo.

        El 7 de Junio marca una clara vinculación con España y su Corona, no se trata pues de una fecha desvaída y carente de contenido. El día de Melilla debe vincular siempre la pertenencia y entroncamiento de Melilla con la realidad política de España y en este día, ese perfil se dibuja de un modo claro.

       El 7 de junio  es un día sin mancha, es un día prístino que ofrece muchas ventajas por su posición en el calendario. Al tratarse del final de la primavera y la antesala del verano puede celebrarse de un modo alegre y fomentando la participación ciudadana.

            Con  el 7 de junio todo está por hacer y por diseñarse. Es un acontecimiento nuevo, una fecha distinta que ofrece un campo de creación completamente abierto.      Melilla camina hacia una etapa histórica nueva, con una composición social y política distinta. Los viejos modelos cambiaran dentro de muy poco en nuestra ciudad, por ello se necesitan nuevas fechas, que no recuerden acontecimientos que puedan separar o que puedan ser cuestionados desde distintas ópticas políticas.        

           El mejor legado que puede hacerse a las generaciones futuras es el dejar trazada una senda de convivencia en la que nadie se sienta extraño, en la que nadie sienta que se le excluye o no se cuenta con él.