En la plaza Martinez Campos, del Rastro


 

                                          Tras el rastro del pescado y del deterioro urbano

                  La plaza Martínez Campos del Rastro es parte del centro de la ciudad. Sin embargo su estado es lamentable. La Empresa Municipal de la Vivienda sigue levantando edificios, pese a que más de la mitad de las viviendas edificadas hasta ahora siguen vacías y sin posibilidad de venta. Claro que las aves no piensan lo mismo y acuden, día tras día, tras el rastro del pescado que se vende en sus calles. Nada parece tener solución en Melilla. Como tampoco parece tenerla el deterioro constante del mobiliario urbano. Del problema del tráfico en la zona ya se ha escrito en El Alminar de modo constante. La circulación de vehículos en sus calles hace que se la confunda con el caótico tráfico de El Cairo. Todo el barrio, que es muy comercial, huele a pescado, sensación olfativa que se incrementará con la llegada del calor. De las posibilidades de aparcar mejor es no escribir nada, salvo que uno vaya por las tardes, a las horas en las que casi nadie necesita ir allí. Los comerciantes de la zona se quejan de modo constante de la suciedad, de los problemas de inseguridad que padece, pese a ser uno de los motores económicos de la ciudad. El menudeo de la droga está instalado en algunas de sus principales calles. El entorno no es seguro a partir de unas determinadas horas, pese a que hay locales de comidas populares y la gran cantidad de establecimientos comerciales existentes en él. En teoría, El Rastro es uno de los posibles reclamos turísticos de la ciudad, con la Mezquita de García Cabrelles, la fuente del Bombillo y algunos edificios modernistas, como principales focos de atracción. Todo esto hace inexplicable que se encuentre en tan lamentable estado. Es un entorno decadente y en ruina constante. No existe un plan de desarrollo uniforme para la ciudad. La mayor parte del dinero solo se emplea en las mismas zonas de la ciudad, olvidando otras de modo constante. El Rastro es una de ellas.

               Es igual el número de veces que se haya escrito sobre algo, y el tiempo desde que se haya escrito la última vez. En Melilla todo sigue siempre igual, en el mejor de los casos; si no peor, lo que suele también ocurrir con bastante frecuencia. El único modo de no saber en qué estado se encuentran las cosas, es no pasar por ellas. Eso es algo que no puede hacer alguien que trabaja y tiene su medio de vida en la zona o quien reside en ella.

            Nota: https://elalminardemelilla.com/2011/12/15/en-el-rastro-de-emvismesa/

La marisma del Rastro


                                    En busca del pescado

              Melilla nunca deja de ofrecer imagenes sorprendentes. En una mañana de trabajo como otro cualquiera,  bajo un  plomizo levante, el Rastro aparecía lleno de garcillas que deambulaban confiadas entre coches y transeuntes. la solución al enigma se produjo de modo instantáneo, pues las garcillas (que son abundantes), merodean en los alrededores de los vendedores de pescado, que eso sí, se veían en una cantidad menor que hace un mes. Los vecinos del Rastro llevan meses denunciando la alta presencia de gaviotas en sus inmediaciones y quizá la explicación se encuentre aquí.  La venta de pescado en las calles provoca un fuerte olor que pudiera hacer  de poderoso atractivo para las aves, que creen encontrarse en una particular marisma, en «el dorado», o en el buffet libre de un hotel de sol y playa.

     La escasez de pescado en la bahía de Melilla, la falta de caudal en el Río de Oro, en donde la lagunilla de Mari Guari lleva seca prácticamente todo el año debido a la sequía, hace que estas aves, asentadas en nuestro entorno  desde hace unos años, busquen nuevos lugares en donde estar frescas y en donde alimentarse. El Rastro está lleno de pescado fresco y no lo decimos como crítica, sino como explicación a la presencia de aves en sus calles, que ni siquiera se molestan en alzar el vuelo. Están y viven confiadas, esquivan los coches y a los peatones, en busca de un boqueroncito o de un jurel.

             Aunque disminuida, parece imposible erradicar la venta de pescado en la calle, entre otras cosas por la existencia de una fuerte demanda. La única solución pasaría por limpiar la zona con productos desinfectantes que eliminen el olor a pescado y evitar así  un efecto,  que parece provocar  la concentración de gaviotas y garcillas en busca de alimento. De momento las garcillas tienen pescado fresco y charquitos formados por  los baldeos, para beber y refrescarse.