Frente a la nada


 ¿Se puede escribir sobre la nada?. Nada no es lo mismo que no escribir. Hay tres personas que han escrito sobre la nada, una fue  Jean Paul Sarte, otra Carmen Laforet y la última Michael Ende. La nada tiene entidad por sí misma, no es solo la ausencia de cosas. Una estación vacía en la que ya hace tiempo que no paran trenes ni acuden pasajeros, es el vacío, pero no es la nada. Acercarse al Alminar y ver que no hay nada, cuando se espera encontrar algo, sí es algo cercano a la nada, aunque es inevitable que la mente se haga preguntas acerca del motivo, lo que disuelve la sensación de enfrentarse a la nada. La sensación de la nada más lograda, la encontré en el vídeo juego de Silent Hill, cuando el protagonista recorre una calle tras otra, todas vacías y cubiertas de niebla, sin que nada que ofreciese alguna explicación sobre lo sucedido. En algún momento se llega a sentir miedo, porque estamos preparados para enfrentarnos a cosas o para superar dificultades. Sin embargo, nadie está preparado para vivir frente a la nada.

Nada sería dejar de escribir durante días o semanas, sin motivo alguno y que quienes nos visitasen, no albergaran ya pensamiento alguno. Pese a todo, lo ya escrito seguiría lanzado ecos y ofreciendo explicaciones. Nada es nada, y es casi imposible aproximarse a ella sin llenarla con algo. Un templo vacío, un edificio abandonado que ya ha dejado escapar sus historias, una vía de tren que ya no lleva a parte alguna; sin son cosas próximas a la nada. Más allá de ella no se puede ir. La nada crece con las cosas que un día fueron. La nada no existe antes de ella misma. La nada solo está después.  La nada a veces es un parapeto  frente al asalto de la realidad, que siempre espera fuera.

La historia interminable en Melilla


                             La Nada devora la ciudad

Como en la novela de La historia interminable, la nada se va extendiendo y devora toda la ciudad. El mundo de la fantasía iba desapareciendo por que ya nadie tenía ideas, ni siquiera para dar un nuevo nombre el Reino y así salvarlo. Por este motivo, la nada se iba extendiendo y devorándolo todo, incluidos a los gigantes como rocas y sus enormes apisonadoras con las que recorrían todo el Reino de La Fantasía. Fue una gran novela que cautivó a millones de personas. Todos querían ser Bastian, el niño que con su atenta lectura se introdujo en la historia y acabó salvado al reino en riesgo de desaparición, proporcionando un nuevo nombre.

En Melilla, el reino de la fantasía para algunos, y de la pesadilla para otros, todo desaparece, pero a diferencia de la novela, aquí no va a aparecer nadie con un palabra mágica para salvarnos. Aquí no existe La Nada, más bien hay de todo. Aquí existe una palabra y se llama desidia, que acaba con todo, apenas a 6 meses de haber sido instaladas las cosas.

Una foto muestra el flamante aspecto que presentaba una emblemática hélice al ser instalada como monumento en el mes de abril. La otra fotografía muestra el mismo lugar y objeto, pero ya en proceso de aniquilación por la desidia y la falta de vigilancia. No hay nada más que decir.