Sobre la extensión de la pobreza


«Siempre habrá pobres entre vosotros». Es un hecho duro y cada vez veremos más pobres y menos ricos, pero que cada vez lo serán más. Hasta ahora parecía que las imágenes de la pobreza pertenecían al llamado Tercer Mundo, pero ya es una realidad visible en el primero de esos mundos, en el Desarrollado, en el nuestro. Pobres los ha habido siempre, pero se han sido ocultados. Estaban en esferas en donde no eran visibilizados. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos por ocultarlo todo, la pobreza se está extendiendo y haciendo visible en la vida cotidiana, en los colegios, en las calles, en la esfera más inmediata, en la de nuestro entorno.
San Jerónimo que: el rico es ladrón o hijo de ladrón. Eran tiempos en los que se hablaba claro. Solo hay solidaridad entre las personas de la clase media, e incluso entre los pobres. El rico que da dinero, da solo de lo que le sobra, nunca de lo que tiene. Estamos viendo que la insaciable sed de la riqueza no se colma con nada. El rico que no defrauda, es simplemente porque no puede o no ha tenido ocasión de hacerlo. Eso es lo que estamos viendo y también lo que están queriendo hacer que veamos.
Es brutal, y desconcertante, que el atentado terrorista de la Maratón de Boston, siga siendo una noticia de interés para los medios de comunicación mundiales, para las 4 o 5 grupos distribuidores de noticias, mientras que los 2000 muertos en el taller de «esclavos textiles» del Estado de Bangladesh, ya no sea objeto de atención informativa. El pasado domingo, leía un artículo sobre cómo superar, psicológicamente, sucesos traumáticos, como el ocurrido en Boston, pero ni uno solo sobre las consecuencias de lo ocurrido en el subcontinente Indio. Ahora ya sabemos porqué compramos la ropa tan barata, y no tan barata, en las llamadas «franquicias». También sabemos por qué los ricos propietarios de esas grandes firmas lo son tanto. La obscenidad de la riqueza empieza a ser insoportable. El rico tiene necesidad de mostrar su riqueza y de exhibirla. Las cantidades que donan, los que lo hacen, los ricos españoles para programas o fines sociales resultan ridículas, en comparación con sus fortunas o ingresos anuales, no de los totales. Eso sí, amparados en fundaciones, que luego resultan muy útiles para desgravar, y aunque esas fundaciones no sirvan ni pretendan paliar pobreza alguna. Solo lavarles, levemente, la cara.
Estas imágenes de personas pobres en las calles de Melilla, son conocidas por todos y todas. Nos los hemos encontrado una y otra vez a lo largo de los últimos años. Son ancianos y ancianas, que dos o tres veces a la semana, acuden a Melilla buscar unas pocas monedas pidiendo limosna. Su relativa «suerte» es que llegan a una ciudad en la que la gente que pasea por la calle, todavía tiene dinero en el bolsillo y la gente corriente es bastante generosa en nuestra ciudad. No puedo imaginar lo que sería no tener nada, en países en donde la gente que pasea por la ciudad no tiene nada, en donde no hay nada que pedir, porque nadie tiene nada para dar, como Costa de Marfil.
Los grandes empresarios mundiales, esos que luego son mencionados en la revista Forbes, la de los ricos más obscenamente ricos del mundo, deslocalizan sus empresas, los que las tienen, y las sitúan en países pobres, para pagar luego salarios de 30$ al mes. A eso le llaman competitividad y reducción de costes laborales. Son eufemismos que esconde otra palabra, la de la esclavitud. Durante muchos años nos ofrecieron a los ricos, y su lujo obsceno como modelo, y la gente quiso imitar el juego propuesto por el diablo, y cayó en él y en su red. Ahora estamos atrapados, incluso los que no jugamos, y no nos dejamos seducir por semejante propuesta.
Hay términos que ya son reales en el ámbito económico, como el del trabajador pobre, o el del jubilado pobre. Personas que pese a tener trabajo o pensión, ya no superan el umbral de la pobreza. Y cada vez hay más pobres entre nosotros.