Vivir en la calle en Melilla


             La crisis sigue ahí, y cada vez se empiezan a ver situaciones en las calles que antes, o hace algunos años, no se veían o no eran tan evidentes. Siempre ha habido pobreza, y siempre hemos sacado imágenes en El Alminar. En las ciudades se ha derrochado el dinero con mangueras, y hoy, cuando escasea, empiezan a verse los resultados de las políticas del despilfarro. Melilla tiene solo un pequeño albergue para personas sin techo, y un solo comedor social que se encuentra abarrotado. Se ha llevado a cabo la política de la cigarra y no la de la hormiga. La fábula está escrita hace 200 años, pero se ve que no se ha tomado como un ejemplo moral, ni como una advertencia, sino como un cuentecito para niños. Rebasada la etapa escolar, nadie volvió a acordarse de su moraleja. Hemos llegado a la época de las vacas flacas, las arcas colectivas están exhaustas y las individuales llenas. A muchos les ha cambiado la vida, en todos los sentidos, el acceso a la política o a los cargos de representación pública. Acabada su etapa de servicio público, abandonan la ciudad para siempre, y la dejan en la misma situación en que se la encontraron, en el mejor de los casos. Normalmente, pasada la actividad de representación pública, no puede decirse que contribuyeran a mejorar la vida de lo que fue su ciudad, ni de sus ciudadanos.

         ¿Cuántas personas hay viviendo en la calle en nuestra ciudad?. Ni siquiera lo saben. No son situaciones que vean ni que les preocupen. Lo peor es que tampoco tienen remedios para acabar o paliar estas situaciones. Este mujer vive en la calle en el barrio de Cabrerizas. Parece estar trastornada. Son los vecinos los que le proporcionan las mantas, el colchón, y algo de comida y bebida. Muchas de las peores situaciones, están siendo atendidas por vecinos, familiares o con la ayuda de personas anónimas. Ninguno de esos tres grupos pretenderá jamás reconocimiento alguno o salir en las fotos. Ya lo dice una máxima muy conocida, pero olvidada: Cuando des limosna, no agites la campanilla. ¿Cuantas personas hay viviendo al margen del sistema en España, sin recursos ni ayuda posible?. Dicen que una de cada 5.

El pan nuestro de cada día


                                      La pobreza en Melilla

           Nunca llegué a imaginar que en España, cumplir con esta sencilla frase del «padrenuestro«, fuese una obstáculo casi insalvable para cientos de miles de personas. Parecía más la frase de agradecimiento de una oración, que una realidad que llegara a plasmarse en nuestras calles. Conseguir el pan y algún alimento básico para una familia, se ha convertido en una autentica odisea, en una realidad silenciosa que sucede ante nuestros ojos, sin que casi nadie se de cuenta de ello.

               Melilla, la ciudad del derroche, tiene un solo comedor social para atender a los melillenses que viven bajo el umbral de la pobreza, que alcanza ya a una de cada cuatro familias. Casi todos los días, tanto en los bancos de alimentos, como frente a las parroquias de la ciudad y en las sedes de otras organizaciones de carácter social, se forman colas de personas, mayoritáriamente  mujeres, en busca de algún producto alimenticio o algo de dinero, con el que salir adelante ese día.

          Mientras esta situación se produce a diario, decenas de asociaciones, deportes elitistas y clubes deportivos, algunos muy onerosos, siguen recibiendo subvenciones ingentes, que solo sirven para acrecentar sus ya abultadas deudas. Hay asociaciones sin fin y sin fines, cuya suma de subvenciones supera y multiplica las cantidades invertidas en asistencia social directa. Las dos realidades que coexisten en Melilla tienen diferencias cada vez más nítidas. La realidad oficial, vive de espaldas a la realidad social.

                                 El donativo de la viuda

          Alzando sus ojos vio a los ricos que echaban sus donativos en el tesoro del templo, vio también  a una viuda muy pobre que echaba unos céntimos y dijo: «Esa viuda ha echado más que nadie, porque todos esos han echado donativo de lo que les sobra, ella, en cambio, sacándolo de su falta, ha echado todo lo que tenía para vivir». Lucas 21, 1-4

       Esta parábola es muy generosa para con los ricos y poderosos, que cada vez se comportan con más indecencia. Ni siquiera hacen donativos con lo que les sobra, y mucho menos con lo que tienen. Los pobres se están sosteniendo unos a otros, mientras la reclamada «cultura de la ejemplaridad» brilla por su ausencia absoluta. Los que menos tienen están sosteniendo a quienes se han quedado sin nada. La generosidad de los pobres es la única que existe. La cada vez más depauperada y menguada clase media, sigue sosteniendo a los más desfavorecidos. Las viudas, tal y como dice la parábola, están sosteniendo con sus exiguas pensiones a familias completas.

    Los ricos siguen evitando en todo lo posible pagar impuestos y quieren cada vez mayores exenciones fiscales y mayores subvenciones para sus cada vez más lucrativos negocios, sostenidos y mantenidos por la Administración Pública, a la que tanto denostan. Ninguna viviría sin el respaldo del Estado.

        Hay últimamente una iniciativa absurda y moralmente incalificable, de un supuesto rico*, que no ha encontrado mejor forma de hacer parodia  de la necesidad, que esconder sobres con dinero en las ciudades, y ofrecer las pistas de la colocación de los sobres, a través de twitter. El gran magnate ha donado hasta la fecha 18.000€ y además, los rendidos medios de comunicación le dan espacio público. Nadie debería molestarse en coger esos sobres.

   Nota:   http://www.pensamientocritico.org/eapnma0314.pdf

  *http://www.elmundo.es/cronica/2014/06/22/53a5c8ff22601d6e398b4585.html