El manual de la mujer policía y feminista
Sonia Vivas, inspectora de policía jubilada, feminista, apareció en nuestra pantalla de conocimiento con un tweet tremendo: «Ningún hombre muere con la ropa interior en la boca, ni con la ropa interior estrangulándole, ni semidesnudo y violado en un pozo, ni desnudo y entre arbustos. Si un hombre muere así…, es a manos de otro hombre. El problema es evidente».
Negar la existencia del problema es más fácil, porque resulta inquietante convivir con una realidad así. Este es uno de los motivos por los que VOX ha crecido de manera desmesurada, porque nadie quiere que le muestren el abismo. Sin embargo, VOX ha introducido términos que no existían en el debate político español, y que proceden de América del Sur, en donde la derecha más extrema e intolerante está marcando el ritmo político; son: lesboterrorismo y pornofeminismo. Además, esta derecha extrema se declara ultracatólica y no duda en fotografiarse con la Biblia en la mano, como la nueva presidenta de Bolivia.
En la España de la Ley Mordaza es posible ser condenado por un chiste sobre Carrero Blanco, pero no se persiguen la intolerable violencia verbal de algunos/as portavoces del neo partido de derecha extrema español, en este tipo de temas. Hay otro término, como el de feminazi, que debería ser desterrado del vocabulario público y político.
Vivas nos queremos
Es un libro muy interesante y crudo, porque presenta los relatos de años de experiencias, de víctimas, de detenidos, de maltratadores: «Ha habido detenidos que me ham insultado haciendo alusión a los atributos de mi fisonomía. Me han explicado como me someterían y de qué manera disfrutaría bajo su yugo. Los maltratadores de mujeres con los hombres de policía se comportan de modo diferente, modulando en modo psicópata hasta el tono de voz, intentando empatizar con ellos».
Es un libro que debería estar en todas las Comisarías de Policía, en todos los despachos de Justicia, en todos los despachos de Fiscales, en Colegios e Institutos, en las mesillas de todas las adolescentes, y también en la de los padres y madres: Violencia de género, por tanto, es eso. Tratar mal a las mujeres por el hecho de ser mujeres. En el libro hay de todo, incluso test para ir detectando comportamientos sospechosos en las parejas, que pudieran ser indicios de algo más preocupante.
El problema es que hay una cantidad de acoso, de violencia y de abuso sobre los mujeres que se ha normalizado. Para empezar a detectar el maltrato o el abuso no tenemos el indicador a cero, sino que empezamos a partir de 3. Está fallando todo, no solo la ley, sino también quienes las aplican (jueces y fiscales), o incluso los observadores públicos contra el maltrato. A las mujeres les cuesta acudir a denunciar a estos lugares porque primero tienen que convencer a los oyentes, y luego porque la maquinaria administrativa de protección es muy lenta, y porque la violencia tiene muchos justificadores. Lo estamos oyendo estos días, incluso en labios de propias mujeres. La violencia no espera, la violencia se desata y mata, mucho antes de la reacción de la Justicia, dirigida también a mujeres. Es necesario una formación de genero que incluya a los propios administradores de la Justicia.
Escribe Sonia Vivas: Si te saltas dos semáforos, te ponen dos denuncias. Si robas dos veces, te imputan dos robos. Si en un rato violas dos veces a una mujer, se te castiga por una violación. Si apalizas durante años a tu esposa, se te condena por un delito de maltrato. Tenemos bono descuento. El libro cuenta con un prólogo de Leticia Dolera.
La cuestión es que se han normalizado tanto ciertos comportamientos de abuso, dominio y posesión, que en El jardín del ogro el contador de sospecha se inicia en 3, y el de la denuncia salta cuando se llega a 4, o sea, señales visibles. Con el contador en 5, las agresiones ya se han producido, bien individuales o en piaras. El 6 llega cuando los hechos saltan a los medios de comunicación. Cuando las instituciones reaccionan y la Justicia dictamina, la señal marca ya el 7 y entramos en la zona de alto riesgo . De ahí hasta el máximo del dosímetro, el 10, es el espacio para los juicios de mujeres ya asesinadas, 976 en los últimos 10 años.