Y monseñor Buxarrais se marcha


           «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de poco me volveréis a ver». Hch 18, 1   

      Hay vidas que se desarrollan como una linea recta, en donde todo sucede tal y como está prefijado, en su orden natural. Hay otras que discurren formando meandros e incluso algunas, sufren cortes bruscos, componiendo un tapiz final, en donde cada cosa cobra su sentido. Nada debe suceder antes de tiempo, pero hay que estar en el momento adecuado para poder aprovechar ciertas cosas.  La vida de monseñor Buxarrais es la de un elegido por Dios, porque es Dios Padre quien le ha distiguido entre los suyos,  de aquellos que deben represenarle. Son muchos los que se proclaman como servidores de Dios, muchos los que dicen actuar en su nombre, pero son muy pocos en los que se puede distinguir esa marca: «Acordáos de que son muchos los llamados y muy pocos los elegidos». La vida de monseñor Buxarrais ha sufrido cambios enormes, que oscilan desde su época de párroco en Chile, hasta la de Obispo en Zamora y luego en Málaga, en dónde se dió a conocer ante el mundo entero. Su última etapa es la melillense, que se inició en 1991 tras renunciar a la prelatura del episcopado malagueño.

         Veinte años son un mundo  y en estos dos largas décadas en Melilla, monseñor Buxarrais ha acumulado vivencias y experiencias de todo tipo. Sin dejar de ser el mismo Padre Buxarrais, es una persona completamente diferente. Hay personas que no varían a lo largo de una vida entera, y otras que cambian constantemente, que están en permanente trasformación. Como diría León Trotsky, es la revolución permanente, el estar dispuesto a cambiar el modo de pensar y de ver las cosas. Firme como la roca, flexible como el junco, como dicen los chinos.

          He hablado en bastante ocasiones del obispo emérito de la Diócesis de Málaga. Es una  de las pocas personas que he visto renunciar a cualquier oropel mundano, para seguir tras una idea, o una Fe.  Desde que las Hijas de La Caridad se marcharan el pasado 28 d enoviembre de Melilla, monseñor Buxarrais ha seguido oficiando misa solo, para su pequeña comunidad de una docena de fieles. Los problemas físicos que le llevaron a renunciar a la Mitra episcopal se han ido acrecentado con los años, con la humedad de Melilla y con los rigores del clima norteafricano. El próximo martes 29 de mayo, el padre Buxarrais, de 82 años de edad,  abandonará la ciudad para ser sometido a una operación de cadera en Barcelona. No se conoce qué tiempo estará fuera de Melilla. Hay múltiples facotores que ya no están en sus manos, como la evolución del post operatorio, la rehabilitación, el calor del verano que se presume ardiente.

            El lunes 27 oficiará, D. m., oficiará su última misa en la capilla del Centro Asistencial, aunque tampoco es seguro. Quizá la última sea el domingo a las 11 de la mañana. Esta es la noticia y por eso lo traemos de nuevo al Alminar. Desde aquí le deseamos toda clase de suerte y una pronta y completa recuperación.

          Nota: La Vicaría de Melilla seguirá asistiendo la misa dominical para los residentes y trabajadores del Centro, pero llevará a cabo el oficio religioso a las 6 de la tarde.

Desayuno en la alturas


               ¿ La Ley del todo vale se asienta en Melilla ?

   En Melilla hay supermercados que carecen de salidas de emergencia, o si las tienen no son claramente visibles. Hay negocios frecuentados por los melillenses que están dentro de edificios en ruinas. Hay casas que están acabadas apenas un instante antes  de recibir la licencia de obras. he visto también como al Casino Militar se le permitía modificar la fachada, para abrir una entrada al pasadizo Emperador.En Melilla suceden cosas que no tienen explicación y si la tienen, no suelen darla aunque se solicite.  No suelo mirar al cielo cuando camino o me muevo por la ciudad, entre otras cosas por el peligro de chocar con un poste eléctrico o con una farola, incluso andando por la acera. Yo no me había dado cuenta de esto, pero fue un amigo el que por una vez, me hizo levantar la mirada y ofrecerme la magnífica vista de «un supuesto restaurante» en la terraza de un edificio, en pleno centro de la ciudad, frente al Teatro-Cine Kursaal.

        Ignoro si esta instalación tiene los permisos requeridos, ignoro también si va a ser destinada a restaurante o simplemente es una excentricidad de un acaudalado. Solo manifiesto mi sorpresa y la comparto y así volvemos a lo cotidiano, que también merece nuestra atención. El día a día es también El Alminar. No se puede estar siempre paseando entre las nubes. Por mucho menos (hacerse un pequeño techo de madera en su propia terraza), he visto al GRURO (Grupo de vigilancia de Obras),  imponer una sanción a una conocida, y obligarla a desmontar la instalación, en un barrio exterior de Melilla. Ahora dicen, o se rumorea, que el nuevo PGOU pretende desmontar las obras que muchos ciudadanos ha realizado en sus áticos. Eso puede decir, aunque la realidad, como siempre, nos dice y muestra otra cosa.  Esto merece una explicación y si todo es correcto, lo diremos igualmente.