Una denuncia iniciada en Melilla alcanza a un sacerdote de Velez Málaga



La Biblia hebrea, que en su redacción en la más próxima a la realidad, tiene transcrito como Sexto mandamiento lo que sigue: No cometerás adulterio. Este mandamiento, junto con el 5º (no asesinarás), y el 7º ( no robarás), son la fuente casi todos lo problemas humanos, en un 90%. Sin embargo, es el 6º mandamiento el que más escándalo y trastorno causa, aunque sea el más común de todos, o el más incumplido.
La santa madre Iglesia supo desde el principio, que «las delectaciones» de la carne eran el mayor campo abonado para la predicación, para la redención, y para la obtención de jugosas limosnas y dádivas para la remisión de este pecado, así que amplió la redacción inicial al apocalíptico «no fornicarás», que ya incluía todo. Esto ampliaba la acción del pecado de un ámbito muy estricto a otro muy general, del que nadie podía librarse, salvo llevando una vida célibe o de anacoreta, algo al alcance solo de los santos.
El «no fornicarás» dejaba a salvo algunas acciones individuales, o en pareja (sea del tipo que sea), que podrían eludir el mandamiento, así que se amplió el exiguo texto al de «no cometerás actos impuros«, lo que ya no dejaba libre absolutamente nada, ni siquiera la acción individual o polución, y que nos convertía a todos/as en posibles reos de su incumplimiento.
La novia del párroco de las potencias desordenadas
Según relatan las fuentes conocidas y publicadas, el sacerdote trinitario, tras ser ordenado para ejercer el ministerio divino, tuvo como principal destino la ciudad de Melilla, en donde pasó el mayor tiempo de su acción sacerdotal, tras haber ejercido en El Burgo, Yunquera y Ardales. La denuncia la interpone su novia, la del párroco, al ver que su sacerdotal novio, guardaba abundante material venéreo con «gran conmoción de la carne». En total son 4 agresiones sexuales y 5 delitos contra la intimidad de las personas, o sea, «grababa sus forzamientos sexuales» o sus coyundas. Al parecer también concurren las agravantes de drogar y sedar a sus víctimas. Se ha identificado a 5 víctimas, pero podrían ser muchas más. El sacerdote era hábil, según las noticias escritas, en el borrado y ocultamiento de pruebas, lo que indica que era conocedor, del carácter delictivo de su «lascivia».
El escándalo es enorme, habida cuenta de que es su novia la que descubre y denuncia los hechos, primero en el Obispado, que ya ha condenado el suceso, y luego en la UFAM (Unidad de Familia y Atención a la Mujer) del Cuerpo Nacional de Policía de Melilla. Desde El Alminar aconsejamos que se acuda siempre, sin ninguna duda, a la Policía Nacional o a la Guardia Civil, y saltarse el paso del Obispado, por ser inútil, e incluso perjudicial, porque podría alertar al presunto, y darle tiempo para borrar pruebas incriminatorias. El caso es que todavía no ha sido expulsado del sacerdocio, pese a la gravedad de la materia de la que se le acusa, y que sólo ha reaccionado ante su ingreso en prisión. Fue relevado de manera fulminante de la parroquia melillense en donde ejercía su oficio, sin comunicarse el nuevo destino, ni los motivos de su inopinada marcha de Melilla.
Obispado de Málaga y Melilla
Ante el ingreso en prisión preventiva de un sacerdote de la diócesis de Málaga acusado presuntamente de «agredir sexualmente a varias mujeres a las que sedaba y grababa», el Obispado de Málaga desea expresar lo siguiente:
1.- Siente profundamente el daño que esta situación implica. Conmovidos por el mal infligido, no podemos más que manifestar nuestro dolor como comunidad católica comprometida con el cuidado y el servicio a toda la sociedad, especialmente a los más débiles y necesitados.
2.- Reitera su condena más profunda y contundente contra cualquier tipo de vejación o abuso a la mujer.
3.- Desde que se conocieron los hechos, este Obispado colabora con los requerimientos de la Justicia y continuará ofreciendo su cooperación para cuantas gestiones sean necesarias con el fin de facilitar la investigación que aclare los hechos.
4.- Pide a Dios que seamos capaces de erradicar cualquier violencia en nuestra sociedad y a los fieles que se unan en la oración por el fin de la lacra del abuso contra la mujer.
El pecado de la Iglesia
¿Por qué es el pecado de la Iglesia? Porque lleva 20 siglos persiguiéndolo de todas las maneras posibles, incluso con el fuego y el tormento. Las actas inquisitoriales están llenas de declaraciones y juicios contra pobres gentes, cuyo único «pecado» era haber fornicado por el primer lugar y forma que podía, o tenía a mano. Y solo hacemos referencia a actos voluntarios, el resto son delitos.
El sacerdote podría haber incurrido, además de en materia delictiva, en todas o casi todas las especies de lujuria del orden venéreo, o por lo menos en las más graves, según el manual contra el desorden moral del Padre Francisco Lárraga: polución simple, sacrilegio y fornicación simple. Al ser sacerdote y no poder aplicársele las exenciones de desconocimiento de la materia, ni las excluyentes de «estar loco» o bajo los «efectos del vino», lleva a que la materia del pecado sea mortal, o sea, la separación del sacerdocio. Y esto en los supuestos de simplex fornicatio, o lo que es lo mismo, aquella en la que no hay violación, y por tanto no admite parvedad de la materia. No era «fornicatio inter solutos» o personas libres, puesto que él era sacerdote.
Hay materia punible para la Justicia Humana, que se examinará, y también en la Justica Divina, a la que rendirá cuentas sin escapatoria posible, en el Juicio Final. Podrá arrepentirse, y a lo mejor evitar la condenación eterna y las llamas del Infierno, lo que ahora mismo no parece posible. Por esto, la Inquisición quemaba a cualquiera.










