La ciudad de los 2000 eucaliptos


Los eucaliptales centenarios de Melilla

Concentrados en algunas zonas, principalmente en el cerro de Camellos y en la calle Mar Chica, en Melilla podrían sobrevivir unos 500 eucaliptos, de los 2000 míticos que daban por plantados en El Telegrama del Rif, el 11 de enero de 1923. El resto está diseminados por distintas calles y barrios, como por ejemplo en las laderas del monte de Mª Cristina, el parque de Altos de la Vía, la plaza de Daoíz y Velarde, la Hípica, riberas del río de Oro, y arroyos como el Mezquita y el de Alfonso XII, frontera de Beni Enzar, y carretera perimetral. Su presencia se extiende por toda la ciudad en mayor o menor medida.

¿Hubo alguna vez 2000 eucaliptos? ¿Hay algún eucalipto centenario en Melilla? Si es por altura y dimensiones, los que probablemente se acerquen al siglo puede ser los situados en los márgenes del río de Oro, aunque los próximos a la mezquita de Altos del Real, o incluso los de la frontera de Beni Enzar son realmente colosales. La misma noticia que informaba de la existencia de 2000 eucaliptos en la ciudad, avisaba de que en fechas próximas se añadirían otros tantos, hasta alcanzar la cifra de 4000. Una cifra enorme que debió quedar en una declaración de intenciones. El hecho es que no volvieron a aparecer más noticias sobre los eucaliptos, y que el máximo desarrollo urbano de esta especie arbórea, se produjo en la década de 1970. La mayor parte de los eucaliptos que vemos pueden tener entre 50 y 60 años.

El eucalipto es un árbol de crecimiento rápido. Si se le riega, abona y atiende bien, puedo alcanzar los 30 metros de altura en un espacio de 20 años. A partir de aquí el crecimiento se ralentiza y se ensancha el tronco. Es un árbol que necesita mucha agua, por eso se desarrolla muy bien en las riberas de ríos y arroyos. La contrapartida es que elimina cualquie otra clase de vegetación en su entorno. Como norma no deben plantarse en lugares en donde llueva poco. También necesitan mucho espacio para crecer con normalidad.

¿Qué ocurrió con los 2000 eucaliptos? Fueron plantados por sus propiedades medicinales y efectos benéficos para la respiración, en una ciudad húmeda y azotada por enfermedades pulmonares en el pasado. La extensión de la ciudad hacia el campo exterior y la necesaria explanación del terreno, debieron tener como consecuencia la tala de la mayor parte de esa legendaria cifra. Luego pasó de ser una especie apreciada, a ser considerada como invasora e inició su inexorable declive y lenta desaparición. Todavía están presentes en casi toda la ciudad, pero en las últimas década se han perdido un centenar de ejemplares. En los terrenos del antiguo hospital militar, hubo una tala completa de eucalitos y de ficus.

  Urge catalogar, preservar y cuantificar el arbolado de Melilla.

El Eucaliptal de Mar Chica


El bosque urbano de Melilla

Una escueta nota publicada el 11 de enero de 1923 recogía la noticia de que a los ¡2000! en los márgenes del Río de Oro, se iban a añardir otros ¡2000!, también en la mis zona. Si nadie vio nunca, ni aparecen en las fotografías de época la primera masa arbórea, la segunda no debió pasar del proyecto, o de la mención, aunque no dudamos que el presupuesto se librase y enviase a las entonces arcas públicas de Melilla. Solo en la margen izquierda del río (desde su nacimiento) queda un pequeño resto de unos 100 eucaliptos, y algunos más en la zona de las huertas de la Marina. El resto de los árboles fueron plantados probablemente en la década de 1940, en la que según el Ministerio de Agricultura se produjo la gran llegada de los eucaliptos a España.

El gran resto de los eucaliptos existentes en la ciudad se concentran en el eje de la calle Mar Chica, desde el principio hasta su final, y en los márgenes del arroyo Mezquita, en la proximidades de la frontera de Beni Enzar. La emblemática calle Mar Chica, la última frontera urbana de la ciudad hasta hace muy poco, alberga al menos la mitad de los 300 eucaliptus que puedan existir en toda la ciudad (unos 150).

Esta calle es la más larga de los tres ejes perpendiculares y paralelos del barrio del Real, desde su arranque en la calle del General Villaba. Tiene un kilómetro de longitud total, y dos hileras casi iguales de árboles, a un lado y otro de la calle. Los eucaliptos existentes son de dos tipos o variedades, los de cabezuela mazuda, y los colorados.

Su presencia en la ciudad se debe a su utilización como recurso terapéutico frente a las abundantes enfermedades pulmonares y las infecciones provocadas por el río. Su aroma tiene efectos relajantes, mucolíticos y sirve de alivio en los catarros y gripes, ayudando a una mejor respiración. Cuando llueve o el ambiente es húmedo, toda la calle Mar Chica huele a eucalipto, y sobre todo cuando el viento mueve sus ramas.

La protección del Eucaliptal

Se deberían tomar varias medidas para proteger y cuidar su salud arbórea, empezando desde el mismo suelo, en los alcorques. otra es vigilar la obras en la calle, en la que se están introduciendo enormes tubos para el cableado, que acabaron con el parque Lobera al cortar sus raíces. Algunos árboles, próximos ya al centenario, dependiendo de cuando fuesen plantados, deberían estár más vigilados. Otra medida debería ser la de ser repoblados siempre por otros eucaliptos, y no por arbolitos, que ya han sido detectados. También debería contar con alguna declaración especial de protección, vía decreto del gobierno local. Pero claro, todo esto sería si algo importase. Estarán ahí hasta que se derrumben por sí mismos, y mientras aguanten con sus propios recursos.

El bosquecillo de Francisco Pizarro


Es un bosquecillo al que le tenemos echado el ojo hace mucho tiempo, antes incluso de que El Alminar existiera. No dejamos de vigilarlo, de estar pendientes de él. Le damos este nombre porque está en el lado par de la calle Francisco Pizarro, aunque su situación espacial es indefinida, porque hay una parte que no está en esa calle, ni tampoco en la de Ramiro de Maeztu.

Forman un bonito conjunto de 21 árboles, los contamos para que no falte ninguno, entre pinos y algunos cipreses, en una zona urbanísticamente indefinida, lo que la hace vulnerable a futuros cambios en la parcela. Por el tipo de disposición, debió formar parte de una anterior zona ajardinada. Hoy todo es descuido allí.

El terreno sobre el que se asientan está calificado como suelo, por lo tanto no existen y la zona, con árboles incluidos, puede desaparecer o ser remodelada, cuando entre en funcionamiento el Colegio del acuartelamiento de Gabriel de Morales. Hay dos viviendas que parecen en estado de semi-abandono, y que pudieron pertenecer o no, al acuartelamiento abandonado.

Parte de ese terreno quedará libre, ya que el nuevo colegio no ocupará toda la planta, por lo que se supone que se construirán más viviendas y la zona se abigarrará, por lo que será necesario crear más viales de acceso y reordenar la zona, en las calles ya existentes.

Lo ideal sería que todo este conjunto se consolidara como parque, con estos mismo árboles y otros nuevos, pero visto lo sucedido en las laderas del cuartel de Santiago, es mejor empezar a curarse en salud, dando a conocer este bosquecillo, al que hemos otorgado el nombre del conquistador del Perú.

Lo que corre peligro son pequeños bosquecillos como este, en zonas poco conocidas y transitadas. Árboles que nadie fotografía porque Melilla tiene fronteras internas. Las alarmas han saltado en Santiago y hay muchos temas de los que escribir. La conservación y cuidado de estas zonas verdes urbanas es uno de esos temas prioritarios. Poco a poco iremos dando a conocer todos esos «bosquecillos» olvidados.

Ponemos el foco en esta zona porque su reordenación va a ser inmediata. No debe existir ansiedad en el mundo de la construcción, porque hay terreno sobrado sobre el que especular, de aquí en lo que queda de siglo. Hay barrios enteros que demoler y reedificar en condiciones dignas para la habitabilidad, pero tampoco se puede construir en cada m2 disponible, y hacer un conjunto hiper urbanizado como el antiguo Industrial, y paseo marítimo.

Árboles altos


               La altura de algunos árboles de Melilla es muy llamativa, como los tres ejemplares de palmera mexicana de la plaza de Torres Quevedo. Estas tres palmeras son las únicas supervivientes de la vegetación primitiva de la plaza, y aparecen reflejadas en las postales de la década de 1970.

                         ¿Existen árboles centenarios en la ciudad?. La evolución del territorio hace pensar que no, pues las necesidades defensivas de un territorio en guerra obligaban a la explanación más completa. Solo a partir de la segunda década del siglo XX pudo iniciarse la plantación de árboles y otras especies vegetales. Por las fotografías existentes, los árboles más antiguos podrían estar en el parque Hernández, pero no puede asegurarse que alguno de sur árboles pertenezca a la plantación primitiva. Lo que sí parece apreciarse en las fotografías antiguas es que era mucho más frondoso. Los árboles más antiguos del territorio de la expansión sí podrían estar aproximándose al siglo de existencia y se encontraría en este parque, que es el termómetro verde de la ciudad.

                 Las araucarias, los eucaliptos colorados y los de cabeza mazuda, junto con los pinos australianos pueden contarse como los árboles más altos de Melilla. En los antiguos cuarteles existen todavía árboles de gran altura, destacando los del acuartelamiento Pedro de Estopiñán, fácilmente reconocibles desde el exterior.

                    Sin embargo, los árboles más hermosos y majestuosos de Melilla,  son los dos eucaliptos situados junto a la frontera de Beni-enzar. Las copas son las más elevadas de la ciudad, además de las más grandes y espectaculares. Son solo dos árboles pero de una superficie colosal. Un auténtico monumento arbóreo.

                    Constatar la pérdida de grandes árboles en la última década, utilizando como referencia el libro de Antonio González y Carmen Enrique. También queda de manifiesto la mala salud del arbolado urbano, debido a las constantes y devastadoras podas. Las fotografías muestran que los árboles más grandes y saludables están en aquellos lugares en donde no están al alcance de intervención alguna, como cuarteles y zonas aisladas.

 

Los troncos secos de los árboles


La ciudad de los 1700 ficus

        Las podas constantes y amplias están descubriendo muchas cosas, entre otras la de la mala salud de muchos árboles en Melilla, la ciudad que un día tuvo 1700 ficus, según reconocía el concejal de la Unión Melillense Independiente en 1982. La plantación masiva de ficus, del tipo retusa, se llevó a cabo en las décadas de 1940 y 1950, algo que el entonces concejal encargado del área fue un error, «por su poder destructivo» sobre las aceras y el pavimento. Error o no, el caso es que los árboles están ahí y cada vez en peor estado, algunos incluso completamente secos o muertos.

           El rápido crecimiento de los ficus es un hecho cierto, pero cuando se le somete a podas racionales y a su debido tiempo. La frondosidad de la copa de los ficus oculta a veces que una parte del ramaje del árbol ya está seca, o incluso también su tronco. En la calle de La Legión hay un ficus seco, y en otras calles se pueden observar partes del tronco igualmente secas o incluso en grave deterioro. Hay ramas y troncos que pueden partirse en cualquier momento, o en el siguiente vendaval.

                El estado del arbolado es pésimo. Melilla pierde la vegetación de sus calles. En esta primavera se podrá comprobar qué cantidad de arbolado no volverá florecer y que precisará replantación. Urge un nuevo plan para el arbolado de Melilla, que no sea solo ornamental, que también se encuentra en una situación lamentable. Hay que retirar los árboles secos y plantar otros nuevos dentro de  un plan de reforestación, que tenga en cuenta el clima, la flora de la zona y la ¡ necesidad de sombra para el tiempo cálido.

El final del gran ficus


             La devastadora poda ordenada por la Consejería de Medio ambiente sobre los tres grandes ficus de Correos empezó el lunes. Nada ha podido detenerla, ni el conocimiento público, ni una queja presentada en la ventanilla ciudadana el martes, cuando solo había sido serrado el primero de ellos. Hemos dado cuenta de la «fechoría» que supone devastar las copas de unos árboles con más de medio siglo de existencia, y que proporcionaban una abundante y agradable sombra a toda la calle de Pablo Vallescá, que es en donde estaban situados. El ritmo ha sido de un ficus por día, aunque la poda del último se detuvo el jueves a media mañana, sin causa aparente. Era el más grande, el más frondoso. Nadie comprende qué problema podían causar unos ficus de hoja grande, totalmente sanos, que no suponían ninguna amenaza ni para la fachada ni para la acera, que estaba en perfecto estado. Tampoco se entiende la actitud de una administración que no atiende las reclamaciones ciudadanas, ni el aparece de grupos ecologistas que se muestran siempre dispuestos a colaborar en el asesoramiento del mantenimiento del arbolado. No vale tampoco la denuncia pública o la reclamación escrita.

                    El final del último ficus empezó hoy viernes, aunque se había iniciado en la mañana del jueves. Las ramas cortadas caían a plomo sobre la acera y el buzón del antiguo edificio de Correos, provocando un gran estruendo. El árbol temblaba de modo completo y se cimbreaba, al desequilibrarse por la pérdida de ramas de gran peso. Ha sido un final lamentable, de un principio que nunca debió iniciarse. No sombraban estos ficus. No necesitaban poda alguna. Nada hay más agradable en una ciudad que el poder mostrar árboles antiguos, con varias décadas de antigüedad, y en la plenitud de su frondosidad. Todo esto ha acabado hoy.

                   Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/11/23/el-agente-naranja-3-2-1/

Las higueras del cerro de Camellos


             Nombres históricos como el de Cerro de Camellos desaparecen del callejero urbano, no hay una sola calle o plaza en el Barrio de la Victoria que tenga ese nombre, mientras que otros casi se repiten, como el de Paseo ciudad de Málaga, y el de Calle camino ciudad de Málaga.

                             Tiempo de brevas y de higueras

           La casi ausencia de invierno, y la llegada temprana del calor, han adelantado el florecimiento de las higueras en Melilla. En otras ocasiones y años hemos escrito sobre ellas en el mes de junio. La higuera es una planta de la familia de las moráceas, árboles de madera blanda, de grandes hojas verdes y de intenso e inconfundible aroma. En principio era una especie monoica, con flores separadas de ambos sexos, en un mismo pie. Razones biológicas han hecho que con el tiempo, se convierta en una planta dioica, con flores separadas de cada sexo. Las higueras masculinas se denominan cabrahigos, y las femeninas son las comunes o cultivadas.

            La higuera es un árbol muy resistente, no requiriendo especiales cuidados, salgo que se quiera cultivar. Una vez plantada y teniendo las condiciones necesarias de humedad y calor, solo hay que esperar a que de su fruto anual, las brevas al inicio de la temporada y los higos al final. Actualmente se está cultivando la higuera brevera, brevales o bacorera, pues son los frutos más apreciados en el mercado, y su valor alcanza un precio más alto. No todas las condiciones climáticas son adecuadas para que la higuera de fruto dos veces al año, y en muchos casos, los frutos de otoño no llegan a florecer. Cuanto mayor es la calidad del suelo, mayor es la calidad del fruto.

                      Las higueras de las faldas de Camellos 

       Al final de la calle Mesones, hemos encontrado una gran y florecida higuera, en una ruta que todavía es muy utilizada para descender desde la zona de La Remonta, hasta la mitad de las escaleras del monte. La otra, que en realidad es un conjunto de tres, está situada también en la falda del monte, junto a las otras escaleras, las que dan acceso a la calle Pérez Oses y Auxilio Social. Allí queda en la ladera el resto de una escalera que ya no es utilizable.

Nota: (1)https://elalminardemelilla.com/2011/12/16/melilla-el-absurdo-en-las-calles/