La consejería de destrucción ambiental


La gestión del consejero Hassan Mohatar en Medio Ambiente no será olvidada nunca. En apenas dos años, ha dejado un reguero de árboles talados como no se había visto hasta la fecha. Taciturno, poco amigo de comunicar planes, de aceptar opiniones alternativas o de cualquier otra sugerencia, ha superado cualquier peor gestión anterior. Y eso que las ha habido malas hasta el hastío y la desesperación.

En el corto espacio de tiempo que lleva al frente de la consejería ambiental, Melilla está viviendo una tormenta de obras y un registro de destrucción arbórea, que dista mucho de estar en sus picos máximos. En esta ciudad hay gente muy entendida y preparada en temas ambientales, dispuesta siempre a colaborar con la Administración de modo altruista, pero a la que rara vez se tiene en cuenta. Hasta ahora la norma era que se proponía cualquier opción de conservación ambiental, y los responsables públicos del área caminaban en sentido opuesto, pero sin ninguna acritud.

Lo que no se había visto era que se señalasen calles enteras para deforestar, y de modo inmediato se iniciase la devastación. En dos años ha aniquilado los árboles de varias calles de Melilla, desde eucaliptos hasta cinamomos, incluyendo pinos, higueras, moreras, espinos y acacias. No hay límite en la acción destructiva, que además se ejerce con la velocidad del relámpago. Eso sí, sin comunicar nada al resto del gobierno, o entidades interesadas en el Medio Ambiente.

La incomunicación de la Consejería es absoluta y la opacidad total. Es como luchar contra el agente naranja, pero sin los túneles del Vietcong. Señalar una zona a defender, equivale a identificar el próximo objetivo para la consejería mediambiental. Apenas ha pasado una semana desde que se denunciase la caída de árboles en las calles de Severo Ochoa y Conde del Serrallo, para que la consejería ambiental se decida por una solución radical, y cortando por lo sano, opte de nuevo por podar primero los árboles hasta el tronco, para arrancarlos de modo inmediato. No se sabe muy bien si como castigo a los árboles o a los ciudadanos que los defienden. El ensañamiento nos hace dudar de la capacidad de su rector para seguir al frente de ese área.

Las calles estaban perfectas y peatonalizadas, y eran de las más frondosas del centro de la ciudad. Las acacias habían superado podas propias de Freddy Krueger. Lo sucedido no tiene explicación, ni justificación posible. Algo así puede enterrar la labor y la imagen de un gobierno, e incluso de un partido. Teníamos otros planes para estos días, pero la aberración no nos permite que quede sin reflejar, al menos para la posteridad. Incapaz de contener los desastres anteriores, los incrementa. ¿Qué será lo siguiente? Imposible predecirlo. Lo que más se ve, es lo que está en la calle.

El último árbol muerto


 

                 A partir del sábado habrá que empezar a reconstruir la ciudad. Todo está agotado, sin futuro, en abierta y visible decadencia. La desidia y la dejadez han podido con todo, con el ánimo de los/as melillenses y con la naturaleza, que es la que más resiste. Es muy difícil acabar con la naturaleza, pero en Melilla se ha conseguido. Cada semana se tala un árbol en cualquier parte de la ciudad. Crece el cemento.

                    Las talas indiscriminadas, brutales, devastadoras, constantes, suelen acabar secando el tronco del árbol, y o bien cae, o su fin último es la tala. El deterioro de los cinamomos y acacias de tres espinas de la calle del general Villalba, en el barrio del Real han deteriorado el arbolado hasta un punto irreversible.

                   Hemos escrito tanto sobre este tema, que resulta una labor costosa encontrar títulos nuevos para iniciar nuevos artículos. La imaginación y las opciones lingüísticas se ven limitadas por la intensidad de la devastación. Quedan las imágenes de árboles caídos, desplomados, secos, serrados por su base, hasta el tocón. Quedan sus huecos en las calles de nuestra ciudad.

                   Ahora ha surgido un movimiento ciudadano se ha plantado frente a las podas de árboles en cualquier época. Las de verano, que nos dejan sin la necesaria sombra, las de anidaciones de los pájaros, que nos dejan sin fauna y que hace que proliferen mosquitos y otros insectos.

                         En El Alminar llevamos fotografiándolo todo desde hace 8 años, siempre con la bendita perseverancia del borrico en la noria, siempre los mismos pasos, siempre las mismas vueltas.  Es una labor ingrata, demoledora, agotadora, sin tregua posible. Solo así hemos podido documentar todo lo que ha sucedido en todo este tiempo. Tenemos reflejados casi la totalidad de la década melillicida.

               Hemos visto desaparecer muchas cosas, y en el principio del Alminar estábamos más arropados. Han desaparecido blogs, periodistas, diarios digitales, foros en las redes sociales, televisiones alternativas, emisoras de radio, e incluso un semanario impreso. Frente a todo esto, ha quedado solo este blog, y algunos periodistas aislados. El agente naranja ha convertido todo en un territorio yermo.

       Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/05/31/los-arboles-cenidos-del-real/