Jueves negro en Barcelona


          Matar  es una maldad, es un acto malo, hacerlo en nombre de un Dios es una aberración, una perversión. El inexistente, cambiante, pero real, Estado Islámico se fundamenta en una interpretación rigoristas y fanática de la religión islámica, en una lectura perversa. La cristiandad ya cometió un error así en el siglo XI, cuando estableció en la zona de Palestina el Reino Latino de Jerusalén. Aquel engendro duró casi dos doscientos años y contaminó durante muchos siglos la idea de paz predicada por Cristo, y sobre todo, la imagen de los occidentales. El Estado islámico como tal no existe, porque no ha generado una estructura de Estado. Son solo inmensos territorios sin control, desde la destrucción de países iniciada en las Guerras del Golfo.

           Hoy casi nadie se acuerda del FIS (Frente Islámico de Salvación) en Argelia. Este tipo de terrorismo liberador causó miles de muertos y siempre buscaban asociar su acción a un islám fanático. Basar todo en la religión, ponerla en el centro de la razón, no suele conducir a la tolerancia. En Europa, la Revolución Francesa de 1789, puso fin a los Estados cimentados en la idea religiosa, y puso al hombre y a la mujer en el centro de los valores humanos. Hoy parece que ese camino se quiere recorrer hacia atrás. Hay cosas de las que hay que desvincularse sin dudarlo un solo instante.

        En El Alminar de Melilla estamos con Barcelona, nos solidarizamos con las víctimas del terrorismo, siempre inocentes. Barcelona es una ciudad que ha soportado la violencia anarquista de los inicios del siglo XX, el cruel trato de Franco durante la Guerra Civil y la postguerra, y el abandono posterior. Barcelona acababa de celebrar con orgullo el XXV aniversario de su Olimpiada, la de 1992, en la que la ciudad renació tras las décadas de castigo franquista. Hoy es una ciudad espléndida, de las más bellas y modernas de Europa.

        El mundo no es hoy un lugar más seguro. El mundo está en guerra con decenas de países destruidos (Iraq, Siria), lleno de Estados fallidos como Somalia, sometidos a hambrunas permanentes, de democracias degradadas (Venezuela) o en dirección hacia democracias totalitarias como Rusia o Turquía. Asistimos a la perversión de los ideales de igualdad y de fraternidad. Todo esto nos afecta y mucho, porque la calidad de nuestras democracias se resiente, y sí cambia nuestros modos de vida. En El Alminar acompañamos el dolor de las víctimas y de sus familias. Hoy, ahora, estamos con Barcelona,  al igual que mañana estaremos con quien sea víctima del terrorismo.

       Siempre habrá esperanza, y ánimo de resistencia, pero los tiempos venideros no parecen buenos. El aumento del racismo, de la xenofobia, de movimientos supremacistas, y de fanatismo de toda índole auguran toda clase de conflictos en las próximas décadas. Mientras tanto, intentaremos que las luces del Alminar permanezcan encendidas, hoy por Barcelona.

 

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