La paralización del hospital de Melilla


        Cuando se paralizaron las obras del nuevo hospital de Melilla, se llevaban ya computados 700 días de trabajo. Quedaba poco mas de un año para la finalización de las obras. Los 39 millones de euros de presupuesto más el incremento del correspondiente modificado estaban ya librados y apartados. La paralización de las obras se produjo en abril de 2012, apenas 4 meses después de la toma de posesión del nuevo gobierno del Partido Popular.

        Es y era la mayor obra civil de la historia de la ciudad. Sus grúas son las más altas de las existentes y son visibles desde cualquier punto de Melilla. Lo curioso es que nunca reconocieron la paralización de las obras, hasta que ya era una evidencia para todos, y eso fue varios meses después de que allí se moviera un solo ladrillo.

        La inmensa mole del nuevo hospital se yergue como un fantasmas pétreo y silencioso. Esto no era una obra suntuaria, ni un derroche injustificable. Se trataba y se trata de una obra imprescindible y necesaria para la ciudad, para atender a los pacientes sin necesidad de traslados a la península.

         Este es un tema del que no se habla en los medios de incomunicación de la ciudad sometida. La sanidad es uno de los puntos sensibles sobre el que cayó implacable la tijera de los recortes del Gobierno Popular. Esta paralización es enteramente su responsabilidad.

           Desde entonces no han cesado los derroches en la gestión de la ciudad. Resulta «indecente» que se vayan a arrojar al suelo del Barrio del Real 2 millones de euros (el 5% del coste del hospital), para renovar su acerado, que no se trata de otra cosa, y estas obras sigan paralizadas, y sin la menor intención ni interés de que sigan adelante. Las denominadas obras menores han consumido una cantidad de dinero superior a la que hubiera hecho falta para concluir la obra civil de hospital.

           Sabemos de sobra que lo más caro de una obra así es el revestimiento interior del edificio y sobre todo su equipamiento. El tiempo de paralización ya ha superado al de la propia obra. Esto supondrá que Melilla no tenga un Hospital adecuado a sus necesidades hasta el año 2020. Sin embargo, se adelantaron 11 millones de euros (el 25% del coste del hospital)  a la empresa Magna Melilla, para la compra de 1000 plazas de aparcamiento.

         Nota: https://elalminardemelilla.com/2012/04/18/hospital-universitario-de-melilla-2/

La ciudad descompuesta


          

          Si las cosas se ven así, es porque están en ese estado. Nos gustaría que las cosas fuesen de otra manera. Melilla es una ciudad pequeña, altamente financiada y subsidiada por los fondos del Estado y la sensación que ofrece es la de una ciudad que se mueve por su propia inercia. Tras doce años de gestión, el 80% de los miembros que componen el gobierno no ha variado, lo cual es incomprensible.  Es verdad que no todo ha funcionado mal. Hay áreas que con grandes problemas de gestión han salido a flote y cumplido dignamente su papel, pero también es cierto que el cambio de personas y de nombres impone un ritmo diferente a la gestión. Nuevos nombres implican una nueva visión de las cosas.

        El estado actual del gobierno es de esclerosis absoluta. Al llevar tanto tiempo en el gobierno, e impedir la renovación, solo se acaba defendiendo el propio puesto y la parecela propia de poder. Eso es un caldo propicio para las conspiraciones palaciegas, para que algunos vivan pendientes de quien será el sucesor y sobre todo, para que se creen sentimientos de clase y de casta. la renovación debería ser completa, porque al final el miedo, paraliza incluso al propio príncipe que no se atreve a descabalgar de su puesto a nadie, por si acaso. El pánico a lo ocurrido con Ignacio Velázquez está muy presente todavía. El inmovilismo es el peor mal que existe, y el «horror vacui», el volver a  no se nadie, paraliza a la mayor parte de los miembros del gobierno melillense.

            Tras doce años en el poder, han sido incapaces de gestionar el área del cuartel de Valenzuela, el gran pelotazo de Melilla y ahora esos mismos, podrían tener en sus manos tres áreas inmensas, las de los cuarteles de Santiago, Automóviles y Caballería. Hay que decirlo porque se leen todo y lo courrido con Valenzuela no puede volver a repetirse. Los convenios para la cesión de esos suelos, deberían ser altamente exigentes, en los que no quedase la más mínima rendija posible a la especulación sobre terrenos públicos. Todo eso y mucho más, espera a la vuelta del verano.

          No dudamos que les inspire la buena voluntad, incluso el «amor a Melilla», lo que ya no nos cabe duda es de la flata de eficacia en muchas áreas de gestión, algunas perfectamente prescindibles. Se están regalando sueldos públicos muy abultados, para desarrolar unas funciones que perfectamente podrían llevar a cabo los funcionarios autonómicos. El coste y la magnitud del Gobierno de Melilla es inadmisible.

        Lo que más preocupa, es que a este estado de la ciudad se ha llegado en tiempos de bonanza y crédito a espuertas. A partír de ahora, ya no va haber financiación nada más que para lo imprenscidible. Gestionar es obtener el más alto rendimiento posible, con el dinero disponible. En Melilla, con la enorme masa de dinero que ha fluido a través de los presupuestos, se ha sacado un rendimiento deficitario o como máximo, muy ajustado. Como ciudadanos/as, tenemos derecho a exigir calidad y eso, no lo tenemos en Melilla en casi ningún lado, y cuando la hay (Kursaal,Estación Marítima), ha costado tanto dinero, que anula cualquier elogio posible o imposibilita cualquier elogio.

     Todas las grandes obras del Estado están paralizadas y el retraso en la elaboración del PGOU, hace que la ciudad esté llena de solares abandonados, esperando el aumento de edificablidad. Eso es especulación

               La verdad está ahí fuera y lo que es peor, se ve.