Cuando el bar es la calle


Melilla, la ciudad del ruido público
Hay ordenanzas municipales que impiden beber en las calles, y no se trata de que te detengan por ir con una lata de cerveza, un refresco, una bebida energética, o un botellín de agua. Tampoco hablamos de los bulevares o plazas pobladas de pseudo terrazas, que sirven como ampliación al pequeño local de restauración que le sirve de matriz. En Melilla es usual que la acera, o la calzada se pueblen de mesas de los locales de restauración colindantes, cercenando casi el paso de los viandantes, como ocurre en algunos lugares céntricos. Imaginamos que todos esos negocios tiene los preceptivos permisos, aunque algunos han ampliado el local con instalaciones fijas, que merman el espacio público sobre el que se encuentran. Todas estas son las situaciones privilegiadas, aquellas que cuentan con licencia y permiso de explotación.
Sin embargo, todas estas son actividades molestas, porque generan ruido e impiden el natural descanso de los edificios colindantes. Para conjugar los dos derechos, el del descanso y del trabajo, se debe ser muy estricto en la observancia y cumplimiento de las normas, que es justo lo que no ocurre en Melilla, en donde son los propios propietarios de locales, los que piden el incumplimiento de la hora de cierre. Gente andando y bebiendo hasta altas horas de la noche, generan ruido y molestias. Melilla es una ciudad extraordinariamente ruidosa, es casi una capital del ruido urbano.
Eso sí, existe una zona (explanada de San Lorenzo), en la que vive el actual Consejero de Seguridad Ciudadana, en la que se ha impedido incluso la circulación rodada por la noche, algo absolutamente insólito. En el resto de la ciudad se puede hacer de todo, no solo por la noche, sino a cualquier otra hora del día.
Del botellón al botellín
El barrio del Real y la calle Mar Chica eran lugares tranquilos hasta hace muy poco, pues los locales de copas y nocturnos se habían asentado en el Puerto Deportivo. La situación se está invirtiendo por el progresivo cierre de los locales nocturnos de Puerto Noray, y se están volviendo a instalar en el barrio del Real y en el del Tesorillo. Se evita el ruido en algunas zonas, y se le echa encima a otras.
Todas las mañanas, las papeleras y los alcorques de la calle Mar Chica aparecen llenos de latas y botellines de cerveza y de envase de pizzas. El cierre nocturno del vial que divide los dos sectores del Parque Forestal, por los incidentes que se estaban produciendo allí, obliga a la población juvenil ambulante a recorrer la ciudad de nuevos lugares en los que beber, charlar o comer pizzas.
Cuando se carece de una visión conjunta de la ciudad y cuando no hay alternativas para nada, lo único que ocurre es que se trasladan los problemas de unos lugares a otros, pero sin arreglarse nunca. Las/os trabajadoras/es de la limpieza pública, dedican las primeras horas de cada mañana al vaciado de las papeleras y a la limpieza de los centenares de botellas de bebidas y otros envases que se encuentran en la calle, todos los días, en el San Fermín permanente de Melilla.