El porvenir del olvido


La Melilla académica despide a Angel Castro Maestro

  Todos los recuerdos que tenemos de Angel Castro provienen de su presencia en la UNED, primero como Jefe de Estudios, y finalmente como Director. Por tanto, para El Alminar, su figura y presencia lo sitúan para siempre en este entorno, casi el mejor posible, para ser recordado. Antes que todo eso, había sido también profesor y jefe de estudios en el colegio de los Hermanos de La Salle. Toda su vida pues, ha transcurrido en el mundo de la Enseñanza, o lo que es lo mismo, en el mundo académico.

  Su última acción pública como director, fue el pasado 17 de junio, en la presentación del libro de Liliana Suárez: Sangre, Sexo y Frontera Sur, encuentros y desencuentros mestizos en Melilla, junto con Guilia Sensini y la autora. En la presentación se manifestó sorprendido por un título que «buscaba el sensacionalismo«, porque Ángel Castro era así. Si algo le gustaba lo decía, y si le creaba algún tipo de contrariedad, también. Podía reprendente o elogiarte, llegado el caso, con la misma sinceridad y afecto, y si lo hacía era porque le importaba, ya fuese la persona o la obra. La autora afirmó que todo hallaba su sentido a lo largo del libro.

Sin embargo, lo más llamativo, y que también merece recordarse, es cuando explicó, o corrigió un aserto canónico sobre la Universidad; en el que se la hace depositaria del conocimiento y de la verdad. Dijo que no, que la universidad «es el templo de la duda«. Solo desde la duda se llega al conocimiento y a la verdad, desde la inteligencia. Una corrección que ya es su última palabra expresada. En las múltiples vueltas y ocasiones en las que nos encontrábamos, hubiésemos aclarado y profundizado sobre el alcance de la duda, pero ya no es posible.

El Porvenir del Olvido

«David, te voy a decir algo que yo misma no pude cumplir. Escucha a tu corazón. Cuando hayas oído a todo el mundo, fíate de tu corazón y sé feliz. Solo te digo esto, porque ya sabes todo lo demás».

El porvenir como sustantivo equivale a tiempo futuro, a destino, a lo inexorable, a lo que no podremos evitar. Es un novela suya del año 2005, en la que intenta sumergirse en los años cruciales de la llegada de los judios a Melilla, en la que probablemente inserta recuerdos personales y familiares. Son recuerdos, detalles de una vida que se desarrolla en un presente de otra época, a la que que va desapareciendo, tal y como nos ocurre ahora. Vemos cosas, personas, compartimos momentos, que de un día para otro desaparecen de golpe. Lo mismo que decía don Quijote a Sancho en su retirada: «Vamonos yendo, Sancho, que en los nidos de antaño. no hay pájaros hogaño».

Un amigo, Antonio J. Ruiz Genovés, se planteaba en la red social de Facebook: No era su hora. ¿Alguna vez lo es? Pues es una pregunta dificilísima de contestar. No hay respuesta posible, porque solo aquellas que tienen respuesta son preguntas, como dijera Wittgenstein. Es una pregunta retórica, que no pretende respuesta, que se lanza al vacío para hallar algo de consuelo. La hora final no admite réplica alguna. Incluso podría ser solo azar.

Ángel Castro tenía siempre una palabra, una frase, con la que sintetiza disquisiciones largas. Era preciso y certero, pero siempre, dentro del respeto más exquisito, te decía lo que pensaba. Era creyente, sin exageraciones, con dudas de las que sacaba sus certezas. Hoy la iglesia Arciprestal del Sagrado Corazón estaba llena hasta los estandartes. Que Descanse en Paz. «Allá, allá lejos…donde habite el olvido..»