El lazarillo, las uvas y el voto por correo


           La temperatura del voto por correo se eleva en Melilla, del mismo modo que la potencia del reactor 4 de Chernóbil, hasta el estallido. En las elecciones a Cortes Generales de marzo de 2008, se superó el límite máximo de votos irradiados, un 11, 42% del censo y 5444 solicitudes tramitadas por el INE (Instituto Nacional de Estadística). Las alarmas saltaron, el Partido Popular estuvo a punto de perder las elecciones y llevó el caso a los Tribunales de Justicia, como «acusación popular».

            La instrumentalización política de la Justicia, un peligro ya señalado en 2018 por el juez Baltasar Garzón: «No se debe utilizar las instituciones y mucho menos la Justicia, como armas para tomar parte respecto de determinados grupos o personas«. Recientemente acaba de decir que: «el derecho está siendo usado para la persecución política». El caso es que la votación por correo de 2008 fue investigada y llevada a juicio,  y la de 2007, que afectaba de lleno al PP, fue archivada y sobreseída.

                               Votos, recuentos,  mesas e interventores

            Los presidentes y vocales de mesas designados por la Junta Electoral para presidir la jornada de votaciones son «mirlos» en medio de una legión de interventores, altamente cualificados para desentrañar, contar y escrutar cada nombre de su copia del censo electoral, que se corresponde con su mesa, sección y distrito. Conformando una media de 1000 electores, de los que se saben cada nombre y cada historia. El censo electoral es un arma política , cargada siempre de futuro. Nosotros solo miramos nuestro nombre, o el de nuestra familia como máximo, pero los interventores de cada partido, no dejan pasar detalle alguno.

             Los interventores realizan marcas que luego los partidos acumulan en su memoria logística. Se sabe quien vota siempre, quien es un abstencionista contumaz, quién ha solicitado el voto por correo, o quién vota en mesa, y si alguien que se conoce se retrasa para votar, se le llama. Se conoce tanto a los fieles como a los rivales. De la interpretación correcta del censo, depende una victoria electoral o una mayoría, en una determinada circunscripción. Los interventores, algunos con más elecciones acumuladas que la propia Democracia, lo son todo en una elecciones.

                     Hay un sencillo truco en el que no suelen caer el presidente de mesa y los vocales oficiales. Los votos por correo se introducen uno a uno al final de la votación, por lo que esa pequeña o gran masa de sobres queda en la parte alta de la urna. Los interventores analizan en milímetros el volumen que ocupan esos votos. Si el presidente de mesa no tiene la precaución de remover la urna, entonces los votos por correo quedan debajo y los efectuados en mesa queda arriba. Con este sencillo dato de observación, Coalición por Melilla supo que había ganado las elecciones del pasado mes de abril, pero que el resultado se invirtió al recontar los de la parte baja, supuestamente el de los sobres de los votantes por correo. En abril de 2019, se tramitaron 3883 votos por correo en Melilla, cifra que superó el 7% del censo. Luego estan los sobres con coloraciones y diferencias de tono casi indistinguibles para un profano, pero «pecata minuta» para un interventor profesional.

                Podemos considerar que hay un índice de «contaminación» por voto por correo, cuando la cifra de solicitudes supera el 10% del censo. Al menos esto es lo que dejó caer la sentencia del caso juzgado del voto por correo de 2008. ¿Qué ocurría si en las presentes elecciones se llegase cerca de ese porcentaje, o se superase el ya muy elevado del las elecciones del pasado mes de abril? ¿Qué está ocurriendo en Melilla?. En el pasado mes de abril, exceptuando al senador Imbroda y su colchón de 2000 votos de diferencia, el escaño de diputado y el 2º senador, se decidió por un estrecho margen de 400 votos

                           La parábola del Lazarillo, las uvas y el voto por correo

              En Melilla hay un racimo de uvas (un diputado y dos senadores), y solo tres  formaciones con posibilidad de hacerse con ellas, las uvas. Este año no había ningún lío ni noticia alguna con respecto al voto por correo y era sospechoso. Y así, tras una semana de votación en marcha, la senadora Acedo levantó la liebre y nos hizo mirar en una dirección no pensada. Según ella, había lío en una sede de Correos totalmente vacía hasta ese momento, y que pudimos comprobar porque acompañamos a un solicitante de voto, que efectivamente no va a estar en la ciudad en la fecha indicada. El trámite, exento de colas, no alcanzó los 10 minutos.

                   Esto me recordó un episodio de La vida del Lazarillo de Tormes, cuando estaba al servicio del ciego: Vuestra Merced sepa que, desde que Dios creó el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila. Tras muchas penurias y hambres, y hartos de engañarse, deciden llegar a un acuerdo para comerse un racimo de uvas, lo harán de una en una, primero uno y luego otro. Vayamos al relato original.

                  «Hecho así el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance, el traidor mudó propósito, y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él, mas aún pasaba adelante: dos a dos y tres a tres y como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano, y, meneando la cabeza, dijo: —Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres. —No comí —dije yo—; mas ¿por qué sospecháis eso? Respondió el sagacísimo ciego: —¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas».

                     Es tiempo de uva tardía, de vendimia y de cosechas.