Bajo la atenta mirada del búho


           La mirada de los búhos es hechizante y cautivadora. Pueden pasarse horas en la misma posición, haciendo rítmicos movimientos de cabeza, para controlar todo el espacio que hay en torno a él. En los cuentos y en las leyendas, en las casas de los magos y magas de cierto prestigio, en las cuevas y chozas de las brujas y de los brujos, nunca faltaba la presencia de un búho. Siempre en la puerta, siempre vigilantes, advirtiendo de cualquier presencia extraña. Decían que su mirada se extendía hacia el futuro, hacia el más allá. La verdad es que es difícil saber qué mira un búho. Parecen interrogarte con la mirada, incluso se diría que hay pensamientos detrás de ella. No pensar en nada también es una buena opción. El búho solo mira. No suele ser un animal nervioso. Solo realiza los movimientos justos, casi siempre de cabeza, salvo que se recoloque en la rama por alguna razón práctica. Si algo le interesa o llama su atención, lo mira de modo constante y fijo, pero sin dejar de controlar todo lo demás que le rodea. Contemplar a un búho es siempre relajante. La Inquisición les tuvo siempre mucha ojeriza. Lo consideraban un animal diabólico.

        Son animales muy hermosos y de gran porte. Todos estos, junto con milanos, halcones y aguilas,  son los que vigilan el espacio aéreo del Aeropuerto de Melilla. Han estado todo el día, junto con sus cuidadores, en la Estación Marítima.  Resulta muy gratificante contemplarlos desde tan cerca.

2 comentarios en “Bajo la atenta mirada del búho

  1. Pues yo, sinceramente, no sé qué pintan estos pobres bichos en el puerto, pero claro, viendo los hinchables para niños y las celebraciones de cumpleaños por la estación marítima; lo de que atraquen barcos ya me parece anecdótico.

  2. Pues tienes mucha razón. Son las excentricidades de nuestro «singular Don Arturo», dueño y señor de la puerta marítima de Melilla. Mañana hablaremos de los barcos, si es posible, y de alguna otra cosa mas.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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