Sin tregua en Melilla


 

                  La última vez que Melilla vivió un cambio de gobierno fue en julio de 2000 tras la moción de censura a Mustafa Aberchán. Desde entontes (2003, 2007, 2011 y 2015), solo hemos visto gobiernos monocordes y con un escaso cambio de nombres. Los sucesivos gobiernos del presidente Imbroda eran solo barajar cartas del mismo palo, el de bastos. El 75% de los integrantes del gobierno saliente son los mismos que los del año 2000. Esta ha sido «la tensión» que ha resultado insoportable para los círculos afines al gobierno saliente y que han transmitido a la sociedad melillense, a través de las correas de transmisión que suponen los medios afines y algunas formaciones políticas recientes, de cultivo transgénico. Por primera vez en dos décadas, tres formaciones políticas distintas han tenido que negociar, discutir, ponerse de acuerdo, ceder; para alumbrar un gobierno inédito en todos los sentidos, y que es una opción de futuro para la ciudad.

                    Lo que si ha quedado claro en este tiempo, es que no habrá ni un solo día de tregua, ni tampoco los 100 días de cortesía concedidos a un nuevo gobierno. La sola publicación y presentación de la lista y personas que lo integren, será la señal para la ruptura de hostilidades de la nueva oposición, conjurada y cohesionada en torno a un fin, el derribo del gobierno de la esperanza, ya sea por vía asamblearia o judicial. Agrupados por este nuevo objetivo y causa común, ya avanzamos desde El Alminar, que no habrá renuncia al acta de diputado por parte del ya ex presidente Juan José Imbroda, en un futuro próximo. La nueva causa y el lavado de lo que consideran una afrenta (la expulsión del poder) no permiten renuncias de momento.

                                             El terreno minado

                  Resulta incomprensible e inaudito, que el cesado gobierno en funciones dejara 39 obras o actuaciones aprobadas antes de su marcha, y que han sembrado la ciudad como un campo de minas, bien como castigo o como recuerdo a la ciudadanía y a los nuevos gestores de la ciudad. Los anteriores responsables de estas áreas, se marchan con información acumulada para todo lo que queda de siglo, sobre futuras actuaciones municipales. En Melilla no existe distancia entre la actividad privada y la pública. Han modificado la ciudad a su antojo, creando más problemas de los ya existentes, pero sin resolver ninguno.

               Hay incongruencias enormes, como no abrir al tráfico calles con preferencia peatonal, como un tramo de la calle Conde de Alcaudete, que aliviaría la presión sobre el segundo tramo de obras de la calle Marqués de Montemar, y también los previstos en las calles Chacel y Prim.

                Hay un peligroso desnivel en el primer tramo de salida del Paseo Marítimo, aparte de un carril único de evacuación de tráfico, junto a un tramo inservible del carril de bicicletas y que ningún ciclista utiliza. Existen muchas actuaciones absurdas, que tendrán que ser revisadas una a una, y probablemente algunas rectificadas. A los tres meses de asfaltar la calle del Actor Tallaví, se va a abrir de nuevo el pavimento para modificar los giros, ampliar la acera y eliminar más aparcamientos en superficie. Han dejado todo sembrado de minas y de caos. A partir de mañana 4 de julio, comienza el nuevo asalto y desesperado al poder, como objetivo total.

                 Que tenga suerte este nuevo gobierno, al que deseamos todas los parabienes posibles, así como  la confianza y la solidez entre todos sus integrantes, y recordar  que tienen el respaldo de 18.000 ciudadanos/as, que no tenemos prisa en que todo empiece a salir bien. En El Alminar nos vamos a mantener vigilantes y atentos, en lo que es nuestra causa colectiva, Melilla y su futuro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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