Adiós a Manuel Céspedes


Sobre 1985 y 1986 todo está por escribirse, sobre todo por los que fueron sus testigos directos, eso si, sin rencor y analizando todo con la perspectiva que ofrecen los años. Manuel Céspedes Cespedes, hombre de absoluta confianza de Felipe González, llegó a Melilla en el tercer trimestre de 1986, con la ciudad al borde del conflicto civil. Fue recibido bajo los titulares de «Inmensa esperanza» y «El pacificador».

Melilla había salido del franquismo como una ciudad totalmente empobrecida, y con un problema de regularización documental, que dejó atascado la Unión del Centro Democrático. El artífice de la reforma que impidió al colectivo musulmán o rifeño, seguir accediendo a la nacionalidad española fue el diputado García Margallo. Por tanto, fue la derecha la que dejó cargada la bomba del conflicto social que tomó cuerpo en 1985, bajo el liderazgo de un funcionario municipal, y militante socialista, Aomar Mohamed Duddu.

Una vez que se ponen en marcha las dinámicas sociales, luego son muy difíciles de controlar eso fue exactamente lo que ocurrió. Hoy sabemos que fue el profesor Jesús Morata, director provincial del MOPU (Ministerio de Obras Públicas), el que escribió la célebre carta publicada en un diario nacional, con el título de Legalizar Melilla, así como otras cartas publicadas en la prensa local bajo el pseudónimo de Yugurta. Es cierto que el partido socialista, del que yo era secretario general de las Juventudes, estaba dividido frente al asunto de las nacionalidades, pero no es menos cierto que todas las fuerzas de centroderecha, sin excepción, estaban unidas frente a los Acuerdos de Madrid, y a la vía del acceso administrativo a la nacionalidad española. En ese contexto llegó Manuel Céspedes a Melilla.

El amigo de Felipe González

Llegados al poder en octubre de 1982, los socialistas de Felipe González tenían por delante la labor de desarmar al ejército franquista, en permanente estado de ruido de sables; modernizar a España; abrir la Verja de Gibraltar; reconocer al Estado de Israel; introducir a España en las Instituciones Europeas, y sobre todo, aguantar la ofensiva terrorista más brutal de toda su historia, de ETA, dispuesta a volcar la incipiente democracia española. Todo esto con unas relaciones muy tensas con Marruecos, a cuyo frente se encontraba Hassan II. En esas circunstancias, Felipe González se desprendió de su hombre de confianza, y que mantuvo al frente de la Delegación de Gobierno en Melilla, hasta el final del mandato socialista en 1996.

Un servidor del Estado

Eso es lo que siempre fue y quiso ser, el Manuel Céspedes político, único aspecto sobre el que podemos juzgarle. Hubiese obtenido de Felipe González lo que hubiese querido, pero siempre rechazó las puertas giratorias y acabó su carrera como funcionario en una comisaría de Madrid. A diferencia de otros muchos agitadores de 1986, tras jubilarse regresó a Melilla, su ciudad natal, en la que ha fallecido en el día de ayer.

Fue secretario general del Partido Socialista y diputado de la Asamblea en 2003. Tras su retirada de la política en 2004, tuvimos ocasión de hablar en profundidad de los temas que nos separaron en el aspecto personal y recomponer nuestra relación . Él siempre creyó en que la regularización documental era la única vía posible para el futuro de la ciudad y apostó por ella, pese a las reticencias internas y frente a una derecha muy beligerante e incluso hostil.

Se ha ido y ya descansa, pero el diseño de la ciudad actual, se gestó en su larga década frente a la Delegación del Gobierno. Había una foto que le gustaba especialmente, en la que se le ve detrás de Felipe González, en el entierro del capitán genetal de Madrid Guillermo Quintana Lacaci, asesinado por ETA en enero de 1984, rodeados ambos de Mandos del Ejército y de Policías Militares.

Nota:Abril, 1986, Melilla, Chernóbil | El Alminar de Melilla. La espléndida fotografía es de Raúl Cancio.

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Ermita de San Ambrosio en Barbate


¿Qué ocurrió en el siglo anterior a la invasión musulmana de 711? ¿Qué sucedió en los siglos posteriores? Muy poco. El mundo visigodo fue desapareciendo y degradándose lentamente, hasta desaparecer en el olvido histórico, enterrado por uno de los mayores vuelcos históricos de la historia peninsular. La invasión y conquista romana se extendió a lo largo de dos siglos. La arabo-musulmana solo en diez años. El control del territorio y su dominio fue algo mucho más complejo y lento.

Las condiciones iniciales de tolerancia completa se fueron restringiendo con el paso de las décadas, con impuestos, con leyes, con las sucesivas oleadas de nuevos pobladores. La población hispano-romana o se fue acomodando a la nueva situación, o fue emigrando hacia el norte, a lo largo de los siglos sucesivos. Eran los mozárabes (cristianos en territorio musulmán). Su progresiva emigración hacia el norte, fue un elemento decisivo en la nueva cristianización por encima de las tierras más allá del Duero, la frontera natural que no rebasó ni colonizó el poder califal. La llegada de los Almorávides en 1086, supuso la desaparición casi completa de la población cristiano-visigoda en Al Ándalus.

Los datos históricos dicen que la ermita fue construida en el siglo VII y consagrada el 14 de noviembre de 644, con reliquias de san Vicente, san Félix y san Julián, sobre los restos de una población romana anterior. Los visigodos no ocuparon todo el territorio romano, ni todas sus ciudades. Hicieron usufructo de la herencia romana hasta la desaparición total del reino en 711.

La ermita se encuentra en la carretera entre Barbate y Zahora, dentro del paraje natural de La Breña y Marismas de Barbate. No es visible desde la carretera o camino de monte, lo que hace que esté más preservada, a pesar de su estado de abandono y ruina. Los arcos de la bóveda están sostenidos por una estructura metálica, que impiden su caída. ¿Cuándo fue abandonada? Probablemente en algún tiempo indefinido entre los siglos VIII y X. La población cristiano-visigoda fue transportando sus reliquias y enseres hacia las tierras de los inaccesibles reinos del norte, refractarios incluso al dominio romano. Los datos apunta a que don Pelayo era un personaje acomodado o incluso noble visigodo, llegado hasta el norte, para liderar el inicio de la resistencia frente a los nuevos dominadores de la península ibérica. El llamado camino de San Ambrosio sugiere algún tipo de ruta de peregrinación o romería, ya desaparecida de la memoria.

La realidad histórica nos cuenta que nada volvió a moverse hasta casi dos siglos después. Los pobladores cristianos del norte no volvieron a rebasar las fronteras naturales hacia el sur. La ciudad de León se mantuvo deshabitada entre 711 y 856, cuando fue repoblada por el Rey Ordoño I. Fue designada como capital del Reino de León en 910, dos siglos después de la derrota de los visigodos. En esos dos siglos, no existió reconquista alguna.

Hay dos acciones que preservan todo, una es el olvido, la otra la reutilización. Muchos lugares se están redescubriendo ahora como edificios y construcciones procedentes de otras época, gracias a reformas que descubren su oculto pasado anterior. En otros casos, como el de la ermita de san Ambrosio, cayeron en el olvido, en parajes alejados del tránsito, y se preservaron casi intactos. La ermita conserva todos los elementos de las anteriores construcciones.

La presencia del pequeño oratorio con cúpula junto a la ermita, sugiere tanto una posible herencia bizantina, como a la existencia de un antiguo morabito musulmán. Todo está preservado y casi oculto y así debe seguir, hasta que se restaure y cuide como la joya histórica y arqueológica que es.