Historia de una cervecería en Sevilla


No todo desaparece completamente

Tras la conquista de Sevilla por Fernando III en 1248, y su feroz batalla, gran parte de la Sevilla musulmana desapareció. El resto lo completarían los terremotos, las transformaciones de edificios e incluso las sucesivas guerras. El resto más espléndido y conocido es La Giralda, la Torre del Oro, junto con algunos lienzos de muralla en los Reales Alcázares, la abandonada y solitaria torre blanca, junto a la carretera de circunvalación SE-30.

Dentro de un verano extraño, con pocas jornadas de calor, un 17 de julio en el centro de Sevilla, encontramos, muy de casualidad, una cervecería que fue noticia durante el confinamiento. Durante las obras de reforma para su reapertura, al retirar tabiques y falsos techos, aparecieron las inequívocas bóvedas estrelladas de unos baños árabes, bien de la ciudad califal o de la almohade. Durante sus largos siglos como ciudad andalusí, la capital de Andalucía sufrió el ataque de los vikingos, y también incendios propiciados por los almorávides, el otro imperio fanático que dominó Al-Ándalus tras la caída de las Taifas.

Una de las primeras medidas de las nuevas autoridades cristianas, tras la definitiva conquista del siglo XIII, fue cerrar los baños, fuesen del tipo que fuesen. Las dos grandes modos con el que se preservan las cosas son: el olvido o la reutilización. Los nuevos dueños de estos baños los reutilizarían con cualquier otro fin, ya fuese como almacenes, tabernas o incluso hospederías. Quizá varias manos a lo largo de los siglos, fueron tapando los elementos más declaradamente islámicos, para evitar su derribo, o simplemente se taparon, y los sucesivos dueños desconocían su origen, hasta que todo cayó en el más completo de los olvidos. Esta fue la herramienta que preservó todo el conjunto, hasta su magnífico estado de conservación actual (2021), y al que podemos otorgar sin ninguna posibilidad de error, una antigüedad de 1000 años.

Este ha sido el segundo verano pandémico y si hay una ciudad que sabe sobrevivir a «una peste» y a cualquier otra cosa, esa es Sevilla. Que un 17 de julio no haga calor en la tarde-noche sevillana, no es usual. Que haya gente en sus estrechas y sinuosas calles , pero no hasta el punto de no poder moverse, tampoco es usual. Que se levante la brisa desde el Guadalquivir y convierta la visita en un inmejorable recuerdo, es casi milagroso. Llegar y encontrar mesa en la cervecería Giralda, con vistas al alminar más famoso del mundo, convierte todo en algo digno de reseñarse.

Pero si uno se levanta para pagar la cuenta, costumbre melillense que extraña mucho en la España peninsular, y sin ninguna información o chivatazo previo, se topa con la cervecería que a su vez, y sin que nadie lo supiera en Sevilla, albergaban unos milenarios baños árabes, la sorpresa provoca el aturdimiento de los sentidos. Tanto, que pasados casi dos meses del hallazgo, merecen por sí mismos, la reapertura del Alminar tras el periodo de estío.

Nota:http://matemolivares.blogia.com/2017/042401-la-torre-blanca-de-sevilla-el-ortoedro-que-resiste-mas-de-mil-anos..php

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