La mezquita-catedral de Córdoba


 

               En todas las ciudades de España hay catedrales espléndidas, y en todas se puede decidir verlas o no. La visita a cualquier ciudad no cambia por este hecho. No sucede así con Córdoba, en donde irse sin ver el conjunto de la mezquita-catedral, sí cambia el resultado de la visita. La catedral de Córdoba es bonita y está integrada de modo mágico dentro de la mezquita, pero hay muchas catedrales muy hermosas en España, de hecho algunas elevarían preces por superar las 100 visitas diarias. Sin embargo, la mezquita omeya de Córdoba no es algo que puede verse ni en toda la península, ni siquiera en el resto del mundo. Es algo único, inigualable, majestuosa. No se comprende una estancia en la ciudad, que en algún momento no incluya una visita a la antigua mezquita de los omeyas, pese al excesivo precio de las entradas (10€).

              En el año 2014 no pudimos acceder a la mezquita-catedral por causa de los rígidos horarios impuestos por el Cabildo de Córdoba*, en los domingos. No debería ser así, y el culto podría coexistir con el  monumento, que también lo es. El Cabildo tiene que dar gracias el cielo por disponer de una joya arquitectónica única, que atrae de forma continuada a millones de personas de todo el planeta, y ser algo más generoso con el interés de los turistas por el monumento que custodian. Los domingos, en horario de culto, se podría reducir el itinerario de visitas por el interior, pero no cerrarlo de modo completo, y dejar a los turistas en el exterior. Córdoba entera  se ha desarrollado con la atracción de esta mezquita portentosa, y catedral desde 1236. No cabe ninguna duda en cuanto al carácter del edificio.

                                          Mezquita y Catedral

              Por alguna razón que se nos escapa, Fernando III, conquistador de Córdoba en 1236, protegió este templo. No ocurrió igual en tiempos anteriores o posteriores,  con las mezquitas aljamas de Toledo, Jaen, Granada, Sevilla, Toledo, Guadix, Almería y un largo etcétera. Es también claro que existió un consenso entre los conquistadores de Córdoba y su población para mantenerla en pie, mientras se derriban o caían en el resto de las ciudades. Este es un mérito que también hay que reconocer, porque la mezquita se mantuvo en su integridad.  En 1371 se edificó la Capilla Real y en 1523 Carlos V autorizó la construcción de la Catedral de Santa María, dentro de la antigua mezquita omeya. Dicen que el César español se arrepintió o dudó de la autorización, en estas palabras que se le atribuyen: «habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes».

            Aceptando la veracidad de la frase de Carlos V, hay que decir que la catedral cordobesa se integra de modo perfecto dentro de la mezquita, sin derribarla, y en cierto modo la ha preservado hasta nuestros días. Una, la mezquita, es mantenida por la otra, la catedral, en una simbiosis casi perfecta. Los arquitectos encargados de construir la catedral, obraron un prodigio artístico. En la vecina Sevilla, el Cabildo hermano  no tuvo mayores problemas en arrasar con la mezquita aljama sevillana, dejando solo el alminar o Giralda. Es probable que en caso de no haber aceptado Carlos V la propuesta del Cabildo cordobés, la mezquita se hubiese desmoronado cualquier noche, como sucedió con la de Toledo tras la conquista. Gracias a todas estas extrañas circunstancias y suma de voluntades, hoy se puede disfrutar en un edificio sin parangón en el mundo; lo que demuestra que para preservar algo importante, a veces también es necesario ceder.

                          Chueca Goitia y la mezquita de Córdoba

           En su Historia de la arquitectura occidental, Chueca Goitia describe como:  Abderramán I inicia hacia el 780 la mezquita, un edificio de 11 naves perpendiculares a la quibla y 12 tramos, construido en solo 7 años y sin alminar. Para ello, los arquitectos omeyas tenían que solucionar dos problemas, uno el de las arquerías que sostienen el techo, junto con las canalizaciones de agua, y el otro el de la altura de la nave. «Para ello, levantaron sobre los capiteles una pilastra hasta llegar a la altura apetecida, donde podían arrancar los arcos sustentantes de la cubierta». Con el doble arco, lograron superar el problema del pequeño tamaño de las columnas disponibles de los antiguos templos y palacios romanos. Los arcos superiores son los sustentantes, y los más bajos cumplen la función de entibo, dando estabilidad y sujeción al plano sustentante. La altura de los arcos cordobeses es muy elegante, pero frágil. Los omeyas hallaron una brillante y esplendorosa solución, que distingue la mezquita de Córdoba de cualquier otra. Aún hoy, es la tercera más grande del mundo, con capacidad para 20.000 fieles, y es uno de los edificios en uso más antiguos del planeta.

       La doble arcada, con hileras que se cruzan en sentido longitudinal y transversal de modo interminable, permitió las sucesivas ampliaciones. La siguiente y más modesta, fue realizada por Abderramán II, que le añadió 7 tramos en dirección sur. Abderramán III, primer califa de Córdoba realizó obras de consolidación en la mezquita y construyó el gran alminar para la mezquita, hoy oculto por el campanario renacentista. La más esplendorosa arquitectónicamente, fue la ampliación de Al-Haken II (segundo califa de Córdoba) según refiere Chueca Goitía, que fijó el límite sur de la mezquita. El arco lobulado, las excelsas cúpulas de nervios, los arcos entrecruzados, la riqueza decorativa y el sublime Mihrab, son las aportaciones del segundo califa cordobés. La última ampliación y final fue la del gran visir de Al-Andalus, Almanzor, que casi la duplicó en superficie. Esta es solo una ampliación política, en palabras de Chueca Goitia, pues  ya no aporta nada desde el plano arquitectónico. Es una constante repetición de todo lo anterior, pero que la llevó a dimensiones únicas.

      Los gruesos muros exteriores que cierran la mezquita a modo de fortaleza, se han desplazado hacia el Sur y hacia el Este en varias ocasiones, en las arriesgadas ampliaciones. En realidad constituyen una muralla, con contrafuertes sucesivos y torres almenadas, que protegen el conjunto interior, desde hace 12 siglos.

     Nota:https://elalminardemelilla.com/2014/08/19/cordoba-cierra-su-mezquita-en-domingo/

 

 

 

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Córdoba cierra su mezquita en domingo


 

  La decisión del Cabildo de Córdoba causa gran incomodidad al turismo

          Cada domingo, desde hace unos años, el Cabildo de Córdoba cierra el acceso a la gran mezquita omeya, entre las 11 de la mañana y las tres de la tarde, y a partir de las seis. Esto quiere decir que uno de los monumentos más atractivos de Europa, solo es visitable en domingo entre las 8 y las 11 de la mañana y entre las 3 y las 6 de la tarde. Esto sucede los domingos, que es el día de mayor afluencia de visitantes. Cualquiera que conozca Córdoba, sabe que visitar la mezquita a partir de las 3 de al tarde, es someter al visitante a un castigo extraordinario en verano, dada las extremas temperaturas del legendario verano cordobés. Hacer eso es invitar a no visitar la mezquita los domingos. La excusa y la causa coinciden en este caso, y es la celebración de 4 misas de culto cristiano en la catedral, que está empotrada dentro de lo que sigue siendo una mezquita, aunque ya sin culto islámico por razones históricas y obvias. Es el revanchismo cristiano del Cabildo Cordobés. A las tres de la tarde cierran la mayor parte de las tiendas de recuerdos de la zona de la judería, por lo que el turista que se arriesgue a deambular por allí en verano, no encontrará casi ningún lugar en donde comprar un recuerdo, pilas paras sus máquinas de fotos o una botellita de agua con la que paliar la deshidratación.

         En todas la catedrales de España, durante las horas de culto no se impide el acceso de los turistas, pero sí se recomienda el no hacer fotos ni ruido. Solo se cierran transitoriamente las zonas de culto. Lo visto en Córdoba supera todas las normas de descortesía. Nadie visita Córdoba para ver su catedral, y todos lo hacen por ver su mezquita. Las catedrales son focos de atracción turística, y gracias a eso La Iglesia española obtiene unos jugosos y pingües beneficios. El caso cordobés es único, pues se trata de un templo cristiano encajado dentro de lo que fuera una de las mezquitas más espléndidas de la España islámica, junto con las de Sevilla y Almería, si hacemos caso de las referencias históricas.

         Hay una anécdota histórica, atribuida al emperador Carlos I, al que se pidió permiso para edificar la catedral cordobesa, que al visitarla y solicitársele su opinión sobre la nueva obra, afirmó: «habéis destruido algo único en el mundo, para hacer algo que pude verse el cualquier lugar». No se puede decir más, con menos palabras, algo muy propio del gran monarca español.

                                                 De monumento público a propiedad privada

         Un educado miembro o colaborador del Cabildo catedralicio, nos explicaba a los turistas presentes, que poco hay por lo que protestar, pues la mezquita-catedral de Córdoba ya no es un monumento turístico público, sino una propiedad privada ( inscrita en el Registro de la Propiedad por 30€ gracias a las reformas legales del Partido Popular gobernante).  Al explicarle que esta situación no había sido así siempre, mi anónimo interlocutor me dijo que tenia razón, pero que el Obispo de Córdoba, no aclaró si el actual o el anterior, había tomado esa decisión por considerar que el ruido y el habla de los turistas, convertía el oficio religioso de la misa en un mercado.

        Lo que sí es un mercado es recaudar 8 millones de euros anuales por las visitas a la mezquita, sin tributación como ingreso, y considerar que los domingos sí es una catedral. Todo un ejemplo de soberbia e intolerancia de los que se proclaman los seguidores de Jesús, el Cristo. ¿Debemos pagar tributo al César?, le preguntó un miembro del sanedrín al rabí Jesús, a lo que respondió: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Alguien se ha olvidado ya de esto.