Lo que no volverá
Hace poco escribíamos «Cosas que quedaron fuera», y ahora escribimos sobre aquello que no volverá. No volverán los tiempos de aglomeraciones en las fronteras de Melilla y Ceuta con Marruecos, con todo lo que ello significa.
En los últimos 10 años no ha habido Organización no Gubernamental, partido político o asociación de Derechos Humanos, que no se haya acercado hasta las ciudades norteafricanas de España, que no hay denunciado las imágenes del comercio medieval entre Ceuta y Melilla y Marruecos. Las noticias de muertes, apelotonamientos masivos entre las porteadoras han recorrido el mundo, sin que Marruecos ni su gobierno hayan opinado sobre el asunto. Sin embargo, sí estaban anotando todo, y enviando mensajes tantos a sus propios empresarios, como al gobierno español, aunque no conocemos en qué intensidad.
El cierre de la aduana comercial melillense en 2018, cogió a las autoridades españoles inmersas a un cambio de gobierno. La burbuja del comercio fronterizo creció de modo desordenado en la última década, provocando el colapso interno de Melilla, y el normal intercambio de ciudadanos con el entorno marroquí. En Marruecos ha provocado un enorme desplazamiento de sus ciudadanos, desde el centro del país hasta las áreas del Norte, lindantes con ambas ciudades. Melilla está rodeada por un cinturón humano de medio millón de personas.
Quien no haya prestado atención a estos mensajes es porque no ha querido. Ni la última Administración Autonómica, ni los gobiernos nacionales del PP, prestaron atención alguna a esas señales, como por ejemplo la construcción del puerto de aguas profundas de Bouyafar, la extensión de la línea de ferrocarril hasta Beni-Enzar, la culminación del puerto de Tanger-Med, el complejo turístico del Atalayón-Mar Chica o el de Cabo de Agua-Saidia. Distraídos pro el maná del comercio transfronterizo, y el tintineo del dinero fácil, no se preocuparon por desarrollar una alternativa económica que preservase el futuro económico de ambas ciudades. El borrego marroquí ya no va a volver nunca a la ciudad de Melilla, ya no lo hacía la ciudad hermana de Ceuta, pero esta vez por propia decisión del gobierno de Marruecos.
La derecha española cuando está en el gobierno, siempre actúa con los viejos conceptos de superioridad de antigua potencia colonial, pero también es cierto que en la política marroquí existen dos líneas de actuación con respecto a las ciudades norteafricanas; una blanda, la de aceptación del status quo impuesto por la historia (aunque sin renunciar a sus reivindicaciones), y otras dura, que es la de desarrollar su propia política, sin contemplar acuerdos sobre ambas ciudades. La idea de plasmar acuerdos de «buena vecindad» por parte de la formación Coalición por Melilla, encajaría mal dentro de esta segunda línea, y quedaría solo en una expresión buenas intenciones, si llega a consolidarse esa línea más inflexible.
Lo que tampoco puede volver a nuestra ciudad, es la del ladrillo y cemento a mansalva, entre otras cosas porque ya no va a existir esa vía de financiación que suponía el ipsi o impuesto de mercaderías. El mundo ha cambiado, el futuro será distinto a como se pensaba el 12 de marzo de 2020, día anterior al confinamiento social. Cuanto antes se sea consciente de esa nueva realidad, más posibilidades tendremos, No se puede convertir cada metro cuadrado de la ciudad en un nuevo edificio. Melilla tiene futuro, pero hay que empezar a pensar en él.