


El Descubrimiento y conquista de América en 1492 convertiría a Sevilla en la capital de Indias y en una de las ciudades con más riqueza de España. Todo el oro de América pasó en algún momento por allí, gracias a algo único, como es su río navegable. Fue un año transformante en el que, tras la conquista del Reino Nazarí de Granada, España iniciaba su andadura europea como una nación sólida, pero se convirtió en una nación universal, y en Sevilla se concentraron todo lo bueno y también lo malo, del Nuevo Mundo y del antiguo. Riqueza, grandeza, burguesía, Contrarreforma y también miseria y sucesos oscuros. Todo está allí, historia y leyendas en su grado máximo. En Sevilla todo es tan magno como su catedral y todo está en sus novelas, que pretenden explicar las peculiaridades de esta ciudad.
La última publicada es Madera de Virgen, del mexicano Guillermo Sierra, que no culmina las expectativas creadas por la novedad narrativa de una imagen de santa Úrsula, que tiene la capacidad de ver y de escuchar. El orden establecido, aunque desafiado, siempre se impone. La anterior fue La Babilonia, 1580, de Susana Martín, que bajo el amparo de la serie de La Peste, se adentra en la vida de los burdeles y suburbios de Sevilla, cercanos al río, que ocultaen sus cenagales del Arenal, cualquier posible falta contra la Ley. Eugenio de Ron y Damiana, son los personajes que nos conducen a través de unos suburbios turbulentos, y entre crímenes espantosos, averiguamos algo sobre los movimientos, idas y venidas de las flotas de Indias. A una vida de crímenes, pecados e infortunios, se abría la esperanza del nuevo mundo, pero antes había que escapar, y eso era lo imposible. Las requisitorias y órdenes de arresto de España, atravesaban el mundo y te daban alcance. Es el triunfo del orden imperante.
Pero hay otras leyes, menos visibles, que son las de Dios y las de la venganza. La más inquietante de todas las novelas es El Manuscrito de Dios, de Juan Ramón Biedma. Una serie de espeluznantes crímenes se suceden en la ciudad en donde siempre llueve, o hace sol, con relación a un manuscrito que desvela los lazos tenebrosos que la Iglesia, ha tenido que tejer para sobrevivir, a lo largo de dos siglos, y que por supuesto, nadie debe conocer. El Santo Oficio era en su momento el orden establecido. El camino de la venganza es distinto, en él se lo juega una o uno, a una carta. Es siempre todo o nada. Es lo que aparece en Venganza en Sevilla, de Matilde Asensi, solo ella empieza el relato entre Santa Marta y Cartagena de Indias, para arribar a Sevilla, en donde se produce el desenlace y la explicación de todo lo leído, y sus intrincadas raices. Estamos de nuevo en casa, o sea, en la ciudad del río. Nunca falta la Inquisición como personaje tensional, a veces con nombre y apellidos.
Hay una novela no conocida, porque es fruto de una autoedición, titulada Ronda de Mar, de un amigo Isidoro Macarena Estrella, que aunque entra en el esquema (Sevilla, Iglesia, viaje al Nuevo Mundo), es diferente. El personaje que lo une todo es Diego Carrión. En la primera parte se narra la historia de la reforma de un convento, con el Inquisición siempre el resuello, de manera magistral. Es dificil plasmar un conocimiento tan exacto de Sevilla y del alma de esta ciudad, y luego transmitirlo al lector, que se queda con ganas de más, o quizá ahí se encuentre todo lo que se puede decir. La novela es diferente porque aquí no hay crímenes ni nada de lo que escapar. El salto al Nuevo Mundo es mágico, y allí suceden otras cosas. Allí aparecen los ingleses. Son otros personajes, otras historias. El orden establecido siempre dominante.
Sevilla y sus apellidos aparecen en Hija de la Iglesia, de Fernando de Artacho, y las difíciles relaciones entre las familias dominantes, que esconde cientos de secretos, casi todos relacionados con el sexto mandamiento, o con el séptimo. Las leyes civiles no permitían enjuiciar ciertas cosas, así que había que recurrir a los conventos, en donde se guardaban y escondían a los niños engendrados fuera de los matrimonios, o en relaciones prohibidas, que podían dividir o disolver haciendas y patrimonios. Una acusación de herejía a tiempo, permitía deshacerse de herederos incómodos. Y en estas acciones eran imprescidibles los pasillos y los conocimientos.
Son siete novelas, falta una más, El Evangelio, de Elisa Victoria, presentada como un misal antiguo. Es la Sevilla moderna, de una joven que trabaja en un McDonald´s, mientras estudia Magisterio. Aquí los viajes son en los autobuses urbanos. la protagonista no abandone de Sevilla. Al final aparece la Iglesia y un viejo recuerdo de la Inquisición, afortunadamente inactiva. El orden establecido no debe ser desafiado, aunque la realidad es que no tenemos herramientas para ello.





