Desidia


¿Cuándo llegó la desidia? La primera vez que documentamos su existencia fue en 2013. Hablamos y escribimos acerca de aquello que podemos documentar, de nuestro tiempo propio, el del Alminar.

La desidia, la indolencia, la acedia, aparecen por muy diversas causas. Las causas pueden ser muy diversas. Una es la autocomplacencia, como la que existía en aquel tiempo sin alternativas y de mayorías omnímodas. La otra se apodera de la acción y del ánimo cuando se percibe que no puede cambiarse el curso del destino. El tiempo corre inexorable y no se detiene ante nada. Las oportunidades perdidas no vuelven. También puede ocurrir que nada sea como uno pretende o que los resultados no sean los esperados. A cada momento le corresponden unas circunstancias y no vale lamentarse por ellas, porque entonces se cae en el fatalismo.

Es cierto que los que se presentan como buenos, no lo fueron nunca, pero también pasa que los que son buenos o lo pretenden no consigan demostrarlo o hacerlo ver de modo nítido. La cizaña crece junto al trigo, y no se puede separar hasta la hora de la cosecha. Hay cosas que se ven de modo claro, pero la memoria no da para tanto y es el menos fiable de todos los recursos humanos. Nada suele ser como se recuerda. Todo hay que demostrarlo constantemente. Si no se hace es porque hay desidia y acedia.

Tal vez el error primero fuera plantar estos árboles, que son de selva o de bosque, como los eucaliptos. Sus potentes raíces deforman todo el terreno en su entorno, ya sea cemento, asfalto o el pavimento de losas. Si el árbol está enfermo o muerto. Si se ha decidido talar o ya solo queda el tocón o una parte considerable del tronco, lo mejor es erradicarlo por completo. Cualquier acción es mejor que dejarlos en este lamentable estado y aspecto. Ya no son nada.

Nota:https://elalminardemelilla.com/2013/09/30/la-desidia-se-aduena-de-melilla/

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Palos, troncos, árboles


La debacle verde en Altos de la vía

            Hace ya muchos años, más de los que recordamos, denunciamos el lamentable estado del solar y arboleda de Altos de la vía. La desidia que se apoderó de la gestión que hemos padecido durante la última década, creó una enfermedad mayor aún, la indolencia, o lo que es lo mismo, la insensibilidad y desinterés hacia cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor. En eso estamos y no hay antídoto. Se puede tratar un virus, pero no un mal que afecta al espíritu o al ánimo.

                Aquella lejana denuncia de la que escribimos hace unos días, provocó una reacción, que consistió en un «poda sanitaria», o lo que es lo mismo, dejaron convertido todo el pequeño bosque o arboleda en palos. Hicimos fotos de lo uno y de lo otro y gracias a eso, hoy podemos contar de modo científico el número de árboles que se han perdido, y los que se van a perder. La organización melillense Guelaya-Ecologistas en Acción, ha denunciado la desaparición de 5 eucaliptos, pero desde este blog estimamos que serán más, dado el estado terminal de algunos árboles que todavía quedan en pie. Algunos ya está señalados y marcados para la tala.

                  Somos conocedores de que esta es una obra heredada, de que nada de esto importa ya porque la indolencia se ha apoderado de la gente, de que ni siquiera causa escándalo o comentario que esta obra este licitada por 1 millón de euros. Da exactamente igual que estén destruyendo la suave ladera sobre la que se asentaba la arboleda, que el suelo de arena desaparezca para ser reemplazado por hormigón y pavimento. A nadie le importa que los escalones centenarios de madera, hechos con traviesas de ferrocarril sean ya solo un recuerdo fotográfico, o que se esté haciendo desmonte para sustituirlo por un muro de piedra artificial. Todo este millón de euros se volatilizará en apenas 5 años, y en lugar presentará una conservación muy difícil y un deterioro acelerado

Edificios


 

                                            La gestión ruinosa
Nos hemos acostumbrados a ver edificios abandonados, en ruinas durante años, a verlos desplomarse poco a poco o de golpe. Nos hemos acostumbrado a ver el patrimonio inmobiliario de la ciudad desaparecer y también a la pérdida de las señas de identidad de cada barrio. Nos hemos acostumbrado tanto a todo, que se derrumba un edificio por causa del viento y nos creemos hasta la explicación.
A nadie le interesa ya nada, porque después de la larga década de la desidia, todo el mundo mira hacia otro lado, o incluso más lejos. Esto sucedió con el edificio de la antigua Casa del Reloj, primitiva iglesia de La Asunción, o de la Feria de Muestras en tiempos del Protectorado español. Es posible que un fuerte golpe de viento desprenda parte de una cornisa, una balaustrada o una gárgola. Lo que no es habitual es que el edificio se muestre ya derrumbado por dentro.
Esto quiere decir que el edificio estaba ya debilitado en su interior, lo que convierte en una irresponsabilidad que permanezcan tantos años en pie, con evidente riesgo de derrumbe, frente a la ciudadanía.
Lo que está dentro no está a la vista, salvo que por casualidad algo quede abierto y se pueda echar un vistazo al interior. Si el exterior es amenazante, lo que no está a la vista puede ser al menos el triple. Sin embargo existe un caso, en el que el estado exterior de un edificio es amenazante, el interior también, y no se actúa en ningún caso. Esto ya no es desidia, es dejación. Sucede esto con un inmueble en la esquina de las calles de La Legión y Castilla, del Barrio del Real. Su aspecto completo es amenazante, y ahí sigue desde hace varios años.
A lo sucedido con el inmueble de la calle alcalde Antonio Díez, pudiera pasarle lo mismo con otro de la calle Teniente Mejías. El aspecto exterior apunta hacia una fachada en ruinas, incluso hay una parte del muro de la azotea que pudiera caerse con un fuerte golpe de viento, o tal vez ni siquiera con su necesario concurso. Un leve temblor sísmico pudiera dar al traste con el murete. Sin embargo, una desvencijada ventana de madera permite ver que el interior ya está derrumbado, desde el techo hasta el suelo. Esto podría provocar que la presión de los escombros o un nuevo desprendimiento, pudiera causar un colapso definitivo del inmueble, modernista por cierto.
                   Estamos en peligro sin que nadie lo evite. Hay al menos 100 edificios en este estado rodeándonos, y no lo sabemos.